Los daños que el granizo dejó: un histórico reloj afectado
"Nescitis diem neque hora” (No conoces ni el día ni la hora), leyenda en un reloj de sol romano.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
El domingo 2 de febrero pasado, veinte minutos después de las 3 de la tarde, la ciudad sufrió durante cinco minutos las más intensa granizada de su historia, con piedras de agua congelada que alcanzaron los 5 centímetros de tamaño, el más grande estimado para este tipo de precipitación sólida.
A la violencia propia del fenómeno se sumó un incremento del viento, que triplicó su velocidad y potenció su agresividad.
Las consecuencias fueron las conocidas: rotura de techos, desprendimientos de ramas, caídas de árboles, destrozo de vidrieras y vehículos –entre otras— con la fortuna de no haber resultado personas lastimadas.
Entre los daños que con el paso de los días se siguen detectando, algunos toman un valor especial o significativo. Es el caso de la rotura que sufrió el centenario reloj que corona la fachada de la estación de trenes de avenida Cerri 750, cuyo cuadrante resultó roto por la violencia del granizo al igual que los vidrios de varias ventanas de la planta alta del edificio.
En principio, el daño de ese vidrio es el único que se puede certificar a simple vista, ya que es imposible acceder al lugar donde se ubica la maquinaria del reloj, compuesta por ruedas y piñones, que se encuentra dentro de una caja vidriada.
Tiempo al tiempo
El reloj fue colocado en 1910, cuando se terminó de construir el monumental edificio que reemplazó al primero, habilitado en 1884 con la llegada del ferrocarril.
Se trata de un aparato de origen inglés, fabricada por la prestigiosa firma J.S. Smiths, que todavía sigue funcionando en el barrio de Clerkenwell, en el centro de Londres.
El ingeniero Andrés Romero, especialista en el tema y responsable de haberlo reparado hace algunos años, detalló que cuenta con una “escape de áncora” –el mecanismo que proporciona un avance uniforme a las manecillas gracias a la regularidad de la oscilación del péndulo— “es preciso y finamente construido”, con el péndulo de masa circular que le confiere “estabilidad de marcha y evita los bamboleos imprecisos”.
En cuanto al cuadrante dañado, el mismo es de vidrio, ya que la opalina original se perdió como consecuencia de la falta de cuidado y mantenimiento, con números romanos colocados en un marco de fundición y las agujas “perfectamente contrapesadas”.
Este reloj tenía, desde mediados del siglo XX, calidad de “magistral”, ya que se le adicionó un dispositivo eléctrico que enviaba un pulso o señal a los otros relojes de la estación, de modo de tener mostraban la misma hora.
“El de la estación es, sin dudas, el mejor reloj montado, el de mayor calidad y precisión entre los de torre que existen en la ciudad”, aseguró Romero.
Nadie que le dé la hora
Alberto del Valle es uno de los relojeros más experimentados de nuestro país, tiene su taller en Villa María, Córdoba. Consultado sobre la gravedad de la rotura, señaló que, viendo las fotografías, no se trata de un arreglo complicado, al contrario.
Aunque alertó sobre las consecuencias de no hacer la reparación lo más pronto posible.
“Se ve que está roto el vidrio, es cuestión de cambiarlo. El gran riesgo ahora es que al estar abierto comiencen a entrar las palomas, que son, por lejos, las peores enemigas de estos relojes”.
La pregunta ahora es una y solo una: ¿Quién tiene incumbencia o a quien corresponde atender su reparación? No hay una respuesta.
La estación de trenes es hoy un edificio sin uso alguno y sin personal de mantenimiento. En principio depende de Trenes Argentinos Sociedad del Estado Nacional, que fue quien aportó los fondos para la puesta en valor del edificio en 2022.
Pero, hoy nadie sabe a ciencia cierta qué suerte correrá el inmueble. Puede pasar a manos privadas, puede ser cedido a la municipalidad (hay comentarios –no confirmados de manera oficial—que podría ocupar la planta alta del edificio)--, o puede quedar atrapado en un limbo por años y años.
Asusta un poco decirlo, pero hoy es parte de un inmueble que es tierra de nadie. No hay servicios, no hay personal, unas pocas vallas cierran el paso de cualquier curioso y hasta le han quitado la línea fija de teléfono.
Ante ese panorama, sería interesante al menos considerar una intervención mínima: colocar un cerramiento al reloj –una chapa-- para evitar el ingreso de palomas.
Algo que no hace demasiado a la cuestión ya que el reloj no está funcionando porque no hay nadie que se encargue, cada semana, de darle cuerda para, además, mantener su maquinaria en funcionamiento, además de limpiarla y lubricarla para asegurar su buen estado.