La rambla de Arrieta, el diseño futurista en una playa junto al mar
La idea de contar con un gran balneario popular frente al mar estuvo siempre presente en nuestra ciudad.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
·"¿Por qué me trajiste, padre,/a la ciudad?/¿Por qué me desenterraste/del mar?" Rafael Alberti
En agosto de 1934 el intendente Agustín de Arrieta recibió en su despacho el anteproyecto preparado por los profesionales de la Dirección de Obras Públicas municipal para la construcción de un balneario en Ingeniero White.
La ubicación elegida era en inmediaciones de la usina eléctrica, El Castillo, como resultado de “una larga serie de observaciones” que incluyeron el estudio del suelo, la configuración de la costa y la cuestión urbana de accesibilidad y estética. Por su diseño como un gran espigón, el proyecto fue conocido desde entonces y hasta el presente como “La rambla de Arrieta”.
Perspectiva
Una premisa clave del diseño fue lograr que el balneario estuviese “lo suficientemente lejos como para garantizar la perspectiva del mar y lo suficientemente cerca para que no dificulte la locomoción y rapidez de transporte”.
Ingeniero White era entonces un puerto concesionado a empresas inglesas, con una población “completamente desvinculada” de la ciudad. De allí que la propuesta se consideró como una oportunidad para quebrar ese aislamiento, construyendo “amplias avenidas” entre la ciudad y el puerto.
La idea era prolongar el bulevar Juan B. Justo hasta empalmar con calle Thompson, creando “una vía de comunicación rápida y directa”. Se planteaba una avenida elevada, ya que su traza era inundable, utilizando para eso un relleno con desechos de la recolección de basuras.
El lugar
Otra condición clave era que el balneario no se viese afectado a futuro por nuevas obras. La realidad indica que aquella elección fue por demás adecuada: hasta el día de hoy, con todo lo que se ha modificado la geografía portuaria, el sitio sigue disponible.
La ubicación tenía además el visto bueno de los vecinos y de la Dirección General de Navegación y Puertos y tampoco tenía objeciones la materialización de una playa frente al espigón.
El proyecto
La obra estaba pensada para ser realizada en etapas, funcionando como balneario y paseo.
Se comenzaría con la construcción de un espigón desde la bajada del puente La Niña, avanzando sobre el mar, inclinado 45º respecto a bulevar Juan B. Justo, con un ancho de 50 metros.
Esa etapa incluía la construcción de la piscina en la margen derecha del espigón que se llenaba aprovechando el agua de mar en la pleamar.
Otra propuesta era profundizar la playa, desde el espigón hasta 50 metros de distancia, de modo de tener siempre agua, tanto con marea alta como baja.
Una segunda etapa incluía la construcción de vestuarios, barandas, rotondas, pavimento, administración, restaurante y cafés.
Más adelante, de contarse con los recursos necesarios, se construirían cuatro espigones más siguiendo la misma línea, conjunto que remataria en un rond-point. El conjunto serviría como “sólida defensa” para los terrenos inundables de Ingeniero White.
“No es posible dudar del resultado de esta obra: Muchas grandes ciudades han embellecido y enriquecido sus costas con avenidas, muelles de pescadores, balnearios y recreos, llenado una finalidad edilicio de primer orden y cumpliendo con un anhelo popular”, se mencionó.
La rambla de Arrieta no superó nunca su calidad de idea. Quedó su dibujo, recreado a lo largo del tiempo, como testimonio de una ciudad que soñaba mejorar y potenciar su relación con el mar.
Segunda ronda, 1944
Diez años después el proyecto volvió a escena. Era otra rambla, otro balneario popular, otro intendente. Se planteó en la misma ubicación, un diseño del ingeniero Juan Regnasco como parte de un plan de urbanización de la ría.
Regnasco elaboró un proyecto "compatible con la técnica, autorizado por las leyes y reclamado por los 120 mil habitantes bahienses".
Explicó que las ciudades obedecen a lo que en urbanismo se denomina un "una acción generadora" y que, en ese sentido, "Bahía Blanca era una ciudad marítima”, donde el mar era “el elemento formativo y generador de su esencia y carácter".
Su proyecto incluía "un paseo costanero para ser utilizado todo el año, con cafés, restaurantes abrigados con vista al mar y, naturalmente, un balneario".
Para favorecer el acceso retomaba la idea de la avenida vinculando el bulevar Juan B. Justo con el eje Terrada-Thompson, generando "un nexo ciudad-mar casi inmediato".
Para el profesional era "increíble" que los bahienses no tuvieran posibilidad de acceder al mar. "Imaginemos --dijo-- terminar las tareas del día con un reconfortante paseo costanero, saborear un brebaje caliente, deleitarnos con la vista de los vapores o presenciar una regata".
Recurrió además a una frase del poeta escocés Thomás Carlyle, para asegurar que el mar "abre las puertas del infinito para hacer latir la efímera naturaleza del hombre y reafirmar su confianza en Dios".
El espigón de Regnasco disponía de edificios futuristas, uno de planta circular y ventanas ojivales con una gran torre al estilo de las catedrales góticas.
La pileta tenía un borde curvo con escalones y sobre la playa se ubicaba un edificio que rodeaba el paseo, con la estética de un platillo volador. Su diseño era similar al presentado como remate de la rambla de 1934, con lo cual es de suponer que el mismo Regnasco diseñó ambas propuestas.
Las herramientas digitales permiten hoy convertir aquellos dibujos en una atractiva ilustración 3D, con cierto toque de realismo y una perspectiva diferente. Una manera distinta de conocer aquello que pudo haber sido y que nunca fue (ni será).