El Palacio de Correos
El edificio era una necesidad de años para un servicio considerado esencial.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Hace 97 años, en octubre de 1928, fue inaugurada la nueva sede de Correos y Telégrafos, en la esquina de calles Moreno y Vicente López.
Casi diez años habían transcurrido del anuncio de la obra y el comienzo de los trabajos, en cuyo transcurso la construcción atravesó varias etapas complejas e incluso la paralización de los trabajos.
La gestión del nuevo edificio correspondió al diputado nacional Valentín Vergara, y desde el inicio de los trabajos existía cierta preocupación porque la obra tenía asignado un presupuesto que cubría para “una pequeña parte del total”, con lo cual había que luego ir realizando gestiones para obtener nuevos recursos.
El correo era un servicio clave de la época y funcionaba en una vetusta casona de Alsina y Soler, un local ruinoso e insalubre, al punto que por la humedad y el frío era habitual tener a los empleados con enfermedades y reumatismos.
Con sus marchas y contramarchas la obra civil quedó terminada en 1925, aunque la falta de mobiliario y de otros detalles de equipamiento hizo que durante tres años el edificio se mantuviese cerrado, en estado de espera.
Un hecho si se quiere fortuito terminó por impulsar su inauguración: la dirección general de Correos quería la misma coincidiera con la del Palacio de correos construido en la Capital Federal, actual sede del Centro Cultural Domingo Faustino Sarmiento. Eso permitió apurar los detalles finales y que finalmente abriera sus puertas.
Declarado Monumento Histórico Nacional en 1997 y en manos del estado desde 2003, luego de una privatización de seis años, el edificio se encuentra hoy en muy mal estado, con pantallas en su fachada por el desprendimiento de ornamentos y revoques y severas carencias interiores manteniendo un uso intenso cada día.