Tránsito: aumentó la cantidad de accidentes durante 2024
El registro promedio de incidentes viales es de seis hechos por día. Se trata de un 6 % por encima de los registrados en 2023.

Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Audionota: Mariano Muñoz
De acuerdo con el mapa de siniestralidad que elabora la municipalidad de Bahía Blanca a partir de los datos que aporta el servicio de emergencias 911, el total de incidentes en la ciudad en el año que concluyó trepó a 2.233, levemente por encima de los 2.106 registrados en 2023.
De este modo, se verifica la tendencia de los últimos cinco años de aumentar cada año entre el 6 % y el 9 %.
Del total de hechos, el 32 % obligó a derivar a sus protagonistas a un hospital para su atención, mientras que fueron cuatro las víctimas fatales.
Los hospitales Municipal y Penna son los establecimientos que más heridos atendieron: 35 % del total, siendo el resto socorridos en los hospitales Italiano, Osecac, Privado del Sur y Español.
Pretender identificar las esquinas o las calles donde se verifica la mayor cantidad de hechos resulta una tarea sin sentido, ya que el mapa de siniestralidad, como toda el área urbana, está muy cargada de estos hechos.
Las avenidas Alem y Colón; los ejes Brown-Vieytes; Estomba-Chiclana y Zelarrayán-San Martín registran, por caso, decenas de accidentes, mayormente en los cruces.
Los portales de asociaciones y entidades que analizar la temática indican que la Argentina sigue siendo un país de alta cantidad e siniestros viales en proporción a su población y a la cantidad de vehículos.
En términos generales, los países que llevan adelante estadísticas serias y continuas indican que las principales causas de accidentes en rutas incluyen el exceso de velocidad, distracción y hacerlo bajo los efectos del alcohol.
Los conductores debieran practicar técnicas de conducción segura para reducir el riesgo de un accidente, apuntando a lo que se conoce como “conducir a la defensiva”.
El exceso de velocidad da menos tiempo para reaccionar y aumenta las posibilidades de perder el control de su vehículo.
El 40 % de los conductores involucrados en un accidente fatal por esta causa tienen entre 16 y 24 años.
La conducción distraída es la segunda causa: los conductores comen, beben, envían mensajes de texto y hasta cambian de estación de radio. Esas acciones los llevan a bajar la mirada los segundos necesarios para no advertir que el vehículo que los precede ha frenado o que cruza un peatón.
Si bien se sostiene que la principal función de los semáforos es agilizar el tránsito en un marco de más seguridad, el hecho de que la mayoría no estén coordinados en onda verde los vuelve molestos y fastidiosos y muchos conductores dejan de respetarlos.
Entrar en una intersección con el semáforo en rojo es una de las principales causas de accidentes automovilísticos, ya que los demás conductores no esperan que ese paso.
Otra conducta ausente en nuestra ciudad es la completa falta de respeto a los carteles de Pare, que refieren a que es necesario frenar y dar absoluta prioridad al que circula en el otro sentido.
Están diseñadas para evitar las discusiones —cada vez más violentas— por ejercer agresivamente su derecho de paso. La ley de tránsito exige que uno se detenga en las señales de stop.
Otro componente que ha tomado protagonismo es el de la furia al volante, cuando los conductores se vuelven agresivos y enfadados, dando lugar a disputas innecesarias y enfrentamientos violentos.
La gente está estresada e impaciente y la furia al volante aumenta. Esa incapacidad de mantener la calma al volante es una de las pocas causas que ha aumentado.
Otra circunstancia inadecuada es girar de manera imprevista, producto de decisiones intempestivas o por no prestar atención. Girar cuando no debería pone el sistema en peligro, porque los demás conductores no esperan que eso se haga.
Las avenidas Alem y Colón y los ejes Brown-Vieytes; Estomba-Chiclana y Zelarrayán-San Martín registran decenas de accidentes en sus cruces.
Están después los casos de conducción imprudente, una indiferencia deliberada hacia la seguridad, la propiedad y las normas de tránsito que, en muchos países, se considera una infracción grave y al conductor se lo clasifica como “de alto riesgo".
Conducir cerca del vehículo que va delante es otra mala conducta.
A veces sucede porque las personas no prestan atención pero, también, es un tipo de furia al volante, una manera de intimidar al otro conductor. Cuando se conduce se debe estar a tres segundos de distancia del vehículo que va delante.
La licencia, el documento
“Le dan la licencia a cualquiera”, es una expresión habitual entre los argentinos.
La realidad parece indicar que, al menos la parte práctica, es deficiente. Cumplir un recorrido entre conos y estacionar sin tocar las vallas es suficiente para una persona estar habilitado para meterse en el caótico tráfico.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires entró en vigencia la modalidad de evaluación en que los aspirantes deben manejar en la calle ante un examinador, con un auto doble comando del Gobierno.
En la calle se pone énfasis en el uso del auto y no tanto en el atravesar obstáculos. Allí se chequea la maniobrabilidad, la habilidad en la conducción, el cruce de intersecciones, el cambio de carril y el sobrepaso de otros autos.
No respetar indicaciones, perder el control del vehículo, realizar maniobras temerarias, pasar un semáforo en rojo, superar la velocidad máxima, usar el celular y sobrepasar por derecha son conductas que dejan al aspirante fuera del examen.
Varela: campañas de difusión, menos velocidad y calles jerarquizadas
El ingeniero civil Horacio Varela es un especialista en temas de movilidad urbana y es quien asesora a la gestión municipal para desarrollar un nuevo plan que permita ordenar y hacer más seguro el tránsito.
Si bien tiene en claro qué intervenciones permitirían avanzar en ese sentido, sabe que sin un cambio cultural en la manera de conducir de la gente siempre va a ser difícil disminuir la cantidad de siniestros.
“Veo dos tipos de accidentes: el que se produce a baja velocidad, que tiene consecuencias que se arreglan en un taller, y el que se registra circulando a alta velocidad, que tiene víctimas y secuelas graves en las personas. La velocidad agrava las consecuencias”, indica.
“Por eso se debe disminuir, de modo que los accidentes, que no van a dejar de existir porque se relacionan con la torpeza con que manejamos y la falta de infraestructura, no derive en resultados graves y lamentables”, agrega.
Para el profesional es importante realizar campañas de difusión, como la que se realizó en su momento con las prioridades que se tiene en una rotonda.
“Hay que seguir trabajando sobre eso, repetir consignas e insistir, por ejemplo, en buscar circular calles que no sean de mucho flujo vehicular cuando se trata de unir sectores alejados”, explica.
También resalta Varela la importancia de los controles con ciertas características para que tengan resultados positivos.
“Se deben desarrollar controles dinámicos, aumentando la cantidad de personal y sumando tecnología. Pero no para recaudar dinero con las multas, sino para educar y advertir a una persona cuando está cometiendo una falta”, cuenta.
“Los radares y los lomos de burro no sirven en absoluto; son controles estáticos, recaudatorio unos y violento el otro. La ciudad tiene 12 mil calles y tenemos 120 inspectores en tres turnos de 40 personas: es imposible controlar de buena manera. Modificar esto exige una decisión política muy fuerte, desde lo presupuestario y educativo”, asegura.
Otro tema que Varela menciona como relevante es la jerarquización de ciertas calles para alentar por ellas la circulación.
“Bahía Blanca no tiene avenida ni calles jerarquizadas que desalienten el paso por el centro. Pero esa es una obra cara y compleja. Por eso, mientras no se cuenten con los recursos lo más barato y simple es levantar el pie del acelerador que, aunque parezca mentira, es lo más difícil de lograr”, sostiene.
“Si una calle es angosta no podemos circular a 60 km/h. Eso es lo que trataremos de armar en el nuevo Código de Planeamiento Urbano: un sistema jerarquizado”, añade.
Señala, además, que en horarios en que las calles están más despejadas de tráfico, la gente piensa que puede ir a más velocidad para así tardar menos en llegar a su destino, lo cual es un error grosero.
“Es algo que tenemos que modificar internamente. Si para hacer 80 cuadras se demora 40 minutos, no tiene lógica que si hay poco tránsito trate de hacerlas en 20m. No sólo lo hacen los automovilistas, (sino) también el transporte público”, asevera.
Importa la falta de educación urbana, donde muchos conductores creen tener ciertos privilegios o prioridades que en la realidad no tienen.
“Parecería que entre una persona que va a trabajar y otra que está paseando, el primero tiene prioridad porque en su mente 'trabajar es más importante que pasear'. Estas cuestiones deberíamos analizarlas y educarnos, porque la calle es el espacio público más grande de la ciudad. Esas son cosas básicas para convivir y saber cómo comportarnos”, explica.
Si el parque automotor ha crecido de manera exponencial, las motos no se han quedado atrás. Y con un agravante: son protagonistas de un 60 % de los accidentes viales.
“La moto es un emergente con dos orígenes: en el caso de la moto particular, lo difícil que resulta moverse en auto y lo caro que es el transporte público”, dice Varela.
“En el caso de los deliveris, es algo que falta legislar y exigir carné profesional: quien se pone una mochila para reparto está haciendo un trabajo, usando un vehículo. Es como un taxista, habría que habilitarlos y controlarlos”, agrega.
“Habría que analizar también el lugar que se le da a los patines, a las patinetas o a los monopatines. Si se homologan o se los trata como a los cuatriciclos. Esto exige una decisión que es política y fuerte. Pero no siempre se puede quedar bien con todos y que funcione bien”, finaliza.