¿De qué se trata la premiada investigación de la UNS relacionada con el síndrome metabólico?
Se pretende determinar el impacto del SM inducido por consumo de fructosa en la formación del cerebro del feto durante la gestación. Por el trabajo del equipo encabezado por la Dra. Sofía Vallés llegó una financiación internacional de 5.000 euros.
Periodista. Círculo de Periodistas Deportivos de Bahía Blanca. Fue redactor de la revista Encestando (1985-2000). Desde 1987 trabaja en el diario La Nueva Provincia (hoy La Nueva.). Pasó por las secciones Deportes, La Región y La Ciudad, donde se desempeña actualmente. Está especializado en periodismo agropecuario desde 2001. Miembro de la Asociación Bonaerense de Periodistas Agropecuarios. Responsable de las páginas webs de la Asociación de Ganaderos (AGA) y de Abopa.
“Podríamos ayudar a crear herramientas o estrategias para prevenir, porque si la madre llega al embarazo con síndrome metabólico, si bien puede cambiarse la dieta, también se podrían diseñar herramientas farmacológicas para bloquear las rutas por las cuales se está generando el daño a nivel del sistema nervioso”.
La explicación corresponde a la Dra. Sofía Vallés, investigadora del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Bahía Blanca (INIBIBB), dependiente de la Universidad Nacional del Sur y del Conicet y, además, profesora de la UNS, respecto de los objetivos del trabajo de investigación sobre síndrome metabólico y su impacto en la formación del cerebro del feto durante la gestación.
Se trata de un proyecto premiado por la Organización Internacional de Investigaciones del Cerebro (IBRO), una entidad que alienta la investigación en el campo de las neurociencias y asiste, especialmente, a científicos de países en desarrollo, a la cual Vallés se presentó para —finalmente— obtener el Early Career Award y una financiación de 5.000 euros para continuar el trabajo.
“El laboratorio se llama de Nutrición y Neurodesarrollo porque estudiamos, justamente, cómo un factor de la dieta, que es la fructosa, a la cual todos estamos expuestos, puede llegar a afectar la formación del cerebro desde la gestación”, explicó.
Vallés recordó que en mayo último hubo una convocatoria de IBRO, que consistía en una ayuda financiera para un laboratorio que fuera de reciente formación; es decir, debía ser nuevo a los efectos de incentivar y ayudar en el desarrollo y en la adquisición de los primeros insumos.
“Había distintos requisitos. Y nuestro laboratorio los tenía, porque empezamos a estudiar el síndrome metabólico (SM) entre fines de 2018 y principios de 2019”, señaló.
“Escribimos en base a lo que sabíamos, ya que tenemos dos publicaciones en el laboratorio en esta línea de trabajo. Cada vez que uno hace una investigación van surgiendo distintos interrogantes; algunas los vamos contestando y otras siempre faltan y en base a los conocimientos que habíamos adquirido teníamos nuevas hipótesis y preguntas por resolver. Y para este proyecto la parte económica es una limitante”, contó.
El equipo de Vallés presentó el plan puntualizando los reactivos que se necesitaban para comprobar si las pistas que tenían los estaban llevando por el camino que sospechaban. Finalmente fue seleccionado.
—¿De todos modos ya habían llegado a algunas conclusiones o eventuales presunciones?
—Claro. Algunas cosas se saben, no por nosotros, sino porque han sido publicadas en revistas científicas. Una es que la fructosa es uno de los componentes que está presente en la molécula del azúcar. El azúcar es una molécula de glucosa con otra de fructosa. Se conoce que la fructosa altera el metabolismo celular promoviendo la disminución en la producción de energía y aumentando la producción de lípidos; y eso no es para nada beneficioso.
“Se sabe —añadió— que las personas que tienen dietas ricas en azúcares agregados y en grasas y quienes consumen muchos alimentos ultraprocesados tienen problemas metabólicos a lo largo de su vida”.
“En ciencias uno tiene muchas ideas, pero no siempre las puede llevar a cabo por las limitantes económicas”.
Vallés recordó que el diagnóstico de SM se realiza cuando una persona presenta —al menos— tres de los siguientes signos: presión arterial superior a 130 mmHg; glucemia mayor a 100 mg/dl; contorno de cintura mayor a 80 cm en mujeres y 90 cm en hombres; colesterol total superior a 200 mg/dl; colesterol HDL menor a 40 mg/dl en mujeres y 50 mg/dl en hombres y triglicéridos superiores a 150 mg/dl.
“Tener tres de estas características indica un diagnóstico de SM. Ya estaba hecha la asociación entre consumo de fructosa y desarrollo de SM y, cuando una persona tiene este SM, su metabolismo se altera y promueve un estado proinflamatorio. Eso se sabía”, recordó.
“Lo que nosotros quisimos investigar es si cuando se induce este SM en las mujeres, al quedar ellas embarazadas pueden exponer al bebé en gestación a sustancias proinflamatorias”, sostuvo.
—¿Esto puede tener algún impacto en el desarrollo del cerebro del gestante que, después, le provoque consecuencias en su vida?
—Puede ser que sí o puede ser que no; lo teníamos que probar. La respuesta la encontramos en el laboratorio, donde utilizamos ratas de una cepa particular llamada Wistar. Hicimos dos grupos: uno que bebió siempre agua y otro que lo hizo con agua con fructosa a una concentración equivalente a la que traen las gaseosas”, explicó.
“Las madres deben saber que lo que consuman, o su condición metabólica, pueden afectar el desarrollo de una futura generación”.
La investigación se concretó por 10 semanas y, al cabo de ese tiempo, se les extrajo sangre para determinar triglicéridos, colesterol y demás que definen al SM y se comprobó que se les inducía SM al grupo de ratas que habían bebido fructosa.
“A esos animales los apareamos con machos normales, quedaron preñadas y continuamos con el mismo esquema de alimentación. El grupo que ingería fructosa siguió haciéndolo y el que venía tomando agua continuó igual. Y cuando nacieron esas crías hicimos estudios tanto de comportamiento como a nivel molecular y miramos, en los cerebros de estas crías, en qué condiciones estaban”, relató.
La investigadora recordó que, en un trabajo que había publicado en 2023, vio que tenían oxidados los lípidos de ese cerebro, así como aclaró que se trata de uno de los órganos con más grasa que hay en el cuerpo, ya que las neuronas están recubiertas por vainas de mielina que tienen un alto contenido de lípidos.
“Ahí notamos que los lípidos de ese cerebro estaban alterados y, también, estimuladas muchas enzimas que aumentan cuando hay inflamación; entonces, teníamos neuroinflamación y oxidación de lípidos en el cerebro de esas crías únicamente porque las madres habían tomado fructosa. Esto lo vimos al nacer. Las seguimos durante todo su desarrollo y advertimos que lo mismo que sucede con un ser humano cuando nace, que va el neonatólogo y se le testean los reflejos, se puede hacer con las ratas con estudios denominados reflejos del neurodesarrollo”, contó.
“En las crías de las ratas que habían tomado fructosa vimos que, si bien se desarrollaban estos reflejos, tardaban mucho más; los que tenían que hacerlo al día 3 lo hacían al 5. Había una mayor latencia o un retraso en la adquisición de esos reflejos y el significado de que eso pase nos muestra que hay un deterioro a nivel del cerebro. Están íntimamente vinculados”, aseguró.
“Después evaluamos, también con pruebas de comportamiento, los niveles de ansiedad, cuán sociables eran esos animales y cómo tenían la memoria. Vimos que eran las crías de madres que habían tomado fructosa las más ansiosos y las que socializan menos porque les costaba interactuar con pares”, indicó.
Las distintas visiones
La investigadora añadió que hay distintas formas de analizar el tema. Y que en los animales, por ejemplo, lo que nosotros decimos contacto visual desde una persona hacia otra en las ratas es contacto nariz con nariz.
“Advertimos que lo hacían menos. También hicimos test de memoria y vimos que, a medida que crecen y son adultos, tienen deterioro en la memoria. Nos llamó mucho la atención esto si uno piensa que es únicamente por la exposición a fructosa en la bebida que tuvo la madre, ya que las ratas al nacer tuvieron una dieta normal y nunca estuvieron expuestas a fructosa”, afirmó.
El equipo de la Universidad Nacional del Sur de Vallés está integrado por Marié Cuervo Sánchez, Lic. en Biología; Facundo Prado Spalm, Dr. en Farmacia y Natalia Furland, Dra. en Bioquímica.
—¿Cómo sigue la investigación?
—La conclusión sería que si la madre tiene SM se desarrollan todas las características en este modelo. Ahora, lo que queremos averiguar es el objetivo de este proyecto: cómo sucede esto y qué está pasando a nivel molecular para que se produzca esta conexión entre lo que hace la madre y lo que le pasa en el cerebro a las crías, ya que ahí nos tenemos que introducir a ver distintos factores o moléculas que están en el interior de las células.
“Ahora, lo que nos permitirá el proyecto es comprar kits importados y mirar a nivel molecular qué está pasando en el cerebro de las crías para que se den estas manifestaciones y cómo sería la transmisión por vía materna, así como el mecanismo por el cual la madre le está provocando esas alteraciones en el cerebro a las crías”.
Sobre el contexto, los recursos y la investigación
—Dra. Vallés, no es un dato menor lograr fondos para investigar en el actual contexto económico…
—Por supuesto. Es fundamental para seguir adelante. En ciencias sucede que tal vez uno tiene muchas ideas, pero no siempre las puede llevar a cabo por las limitantes económicas y, por ende, en el laboratorio no se pueden probar las hipótesis. A veces es sumamente frustrante, pero lo cierto es que los premios son incentivos para que se pueda realmente contribuir a la sociedad.
—¿De qué manera impactará en la salud si se concretan las hipótesis de esta investigación?
—Esto es ciencia básica. Estamos probando todo en modelos animales y, luego, hay que ver si los resultados que se obtienen se pueden pasar al humano. Siempre hay que tener esa precaución. Lo que creemos es que, de encontrar un mecanismo molecular por el cual entendemos cómo es que se altera el desarrollo del cerebro de las crías por una dieta materna rica en fructosa, se podrá contribuir de distintas maneras.
“¿Cómo? Primero con el conocimiento para generar prevención. Hay que informar a las madres que lo que ellas consuman, o su condición metabólica, puede afectar el desarrollo de una futura generación. Además, este nuevo conocimiento será útil para generar estrategias de aplicación traslacional a la medicina preventiva”.
Justamente, sobre nutrición, metabolismo y comportamiento, del conocimiento a la transformación, el venidero sábado 7 de septiembre se desarrollará un encuentro de capacitación en Casa Coleman (Alem 41) a partir de las 9, con la organización del Laboratorio de Nutrición y Neurodesarrollo de la UNS.
Asimismo, al día siguiente, el domingo 8, se realizará una charla a la comunidad sobre síndrome metabólico y el aumento de casos en todas las edades y en todo el mundo. También será en Casa Coleman, desde las 18. En ambos casos, las consultas se pueden hacer en [email protected]