Bahía Blanca | Domingo, 12 de mayo

Bahía Blanca | Domingo, 12 de mayo

Bahía Blanca | Domingo, 12 de mayo

Tras los muros: el ex Salón de los Deportes, un espacio cargado de historias y buenos momentos

Comenzó la demolición del frente del edificio, severametne afectado por el temporal de diciembre último.. 

La demolición del muro que conformaba el frente del edificio –herido de muerte por los fuertes vientos del temporal del pasado 16 de diciembre—dejó a la vista el interior al que fuera el Salón de los Deportes, un espacio que durante décadas congregó multitudes, aficionados al boxeo, concurrentes a los bailes de carnaval y testigos de la actuación de circos, billaristas, obras de radioteatro, actos políticos y decenas de espectáculos musicales.

El lugar fue una suerte de Madison Square Garden bahiense, el hermano menor del Luna Park porteño. Se lo mencionaba como “El tinglado de calle Soler”, precisamente por ser un gran salón cubierto, algo poco habitual en la década del 40, cuando se completó su construcción.

Salvo el salón Bariloche de Olimpo, en la primera cuadra de calle Sarmiento, no había otro espacio de esas características, cubierto y cerrado, apto para todo tipo de eventos.

“Pese al desarrollo alcanzado por sus actividades deportivas, Bahía Blanca no contaba con un estadio cerrado capaz de permitir la cómoda realización de espectáculos y de recibir a la crecida cantidad de aficionados que acude atraída por los mismos”, se mencionó en septiembre 1947, fecha de su inauguración.

La obra en plena ejecución, 1947

El hacedor de la obra fue la sociedad integrada por Julio Gómez y los hermanos Ernesto y Luis Simonelli, quienes ocuparon un terreno en Soler 442-450, ubicando el estadio en los fondos, materializando un portal y dependencias auxiliares sobre la línea municipal.

Si algo identificaba al edificio principal, eso era su “severo frente”, el que ahora está cayendo al golpe de las mazas. Alcanzaba los 14 metros de altura, con terminación en forma de arco y varias ventanas verticales que le otorgaban una estética única. 

Adentro

Si se visita hoy el edificio, ocupado desde hace décadas por una congregación religiosa, tendrá la agradable sorpresa de ver que conserva gran parte de sus tribunas. Una maravilla de hierro y madera en perfecto estado que permite tomar dimensión de la capacidad del lugar, que podía albergar 3 mil personas. 

Había originalmente 70 metros de graderías, cubriendo tres de los lados del edificio, 30 metros con 26 escalones y dos tramos de 20 metros, cada uno con 13 escalones. Uno de esos laterales se ha retirado para facilitar las actividades de la iglesia. 

Separado por un alambrado se ubicaba del ring side y otras 500 plateas. Se contaba además con palcos para las trasmisiones radiales, vestuarios, duchas, sanitarios y un espacio cerrado para el entrenamiento de los pugilistas, dotado de bolsa, pera, espejos, barras y dos cuadriláteros.

Un espacio para 3 mil espectadores

En el centro del salón el ring, el cuadrilátero, de medidas reglamentarias, debidamente iluminado y con un avanzado reloj para medir el tiempo de cada round. Si bien el lugar tuvo una increíble diversidad de usos, siempre fue sinónimo de boxeo. De boxeo y de bailes de carnaval.

De hecho fue inaugurado con un programa pugilístico, cuya pelea de fondo protagonizaron el porteño Julio Giardina y el puntaltense Odorico Berón.

Los propietarios del Salón eran allegados a Tito Lectoure, dueño del Luna Park, quien se encargaba de que muchas figuras de primera línea hicieran peleas en nuestra ciudad.

Algunos nombres que hoy son leyenda, como José María “el Mono” Gatica y Oscar “Ringo” Bonavena, fueron parte de aquellas noches de boxeo.

También pelearon Nicolino Locche, el intocable; Pascual Pérez --primer campeón del mundo de nuestro país--; Horacio Acavallo, otro campeón mundial; Luis Federico Thompson y hasta el norteamericano Archie Moore, una leyenda viva. 

Los viernes del Salón, un clásico de la ciudad

Uno de los duelos memorables del pugilismo nacional comenzó en el Salón. Fue cuando, en agosto de 1956, el zurdo Eduardo Lausse, un pugilista vistoso y amado por la gente, enfrentó a Andrés Selpa, menos técnico y más mañoso. Nadie esperaba, jamás, que Lausse perdiera, y si bien el fallo fue discutido, el brazo ganador se lo levantaron a Prada. Fue el inicio de un enfrentamiento clásico que tuvo revanchas multitudinarias en el Luna Park. 

También fueron protagonistas de las noches los créditos locales, como el enorme Carlos María Giménez, Oscar "Cachín" Méndez, Yanni García, Carlos Vásquez, Pedro Ganio y Antonio Moscoloni, entre muchos.

De todo

Pero el Salón no fue sólo boxeo. Fue el primer lugar donde se disputó, bajo techo, el torneo local de básquetbol, atendiendo que ningún club tenía cancha cubierta. 

Atilio “Lito” Fruet, uno de los grandes jugadores que dio el básquet local, recordó en una oportunidad que la cancha apenas alcanzaba a tener las medidas reglamentarias, al punto que uno de sus aros estaba directamente amurado a la pared de frente. También los partidos amistosos con equipos extranjeros o de la capital federal se jugaban allí.

Beto Cabrera y Lito Fruet, un juego en el Salón

Otro gran acontecimiento fueron los bailes. Cada fin de semana el lugar era desbordado por miles de personas, con orquestas en vivo y una escenografía que iba variando mes a mes. 

En carnaval la cita alcanzaba su mayor punto, con el lugar completamente adornado con flores, globos, banderines y serpentinas.

Los bailes, concurrencia multitudinaria

A su historial se deben sumar reuniones, mitines políticos y cierres de campaña, incluyendo un almuerzo del radicalismo en 1956, que incluyó a los dirigentes Arturo Frondizi y Ricardo Balbín y en 1963 Pedro Eugenio Aramburu y el médico Arturo Illia cerraron sus campañas electorales. 

Ricardo Balbín y Arturo Frondizi en un almuerzo, 1956

En 1950 el campeón mundial de billar, Leopoldo Carrera, dio exhibiciones a tres bandas; la troupe de Martín Karadagián con sus titanes maravilló a todos; el mítico circo Sarkani se presentó con payasos, acróbatas y animales y en 1953 Nicola Paone cantó su exitoso “Ue Paisano…!”

El primer cimbronazo del lugar ocurrió en 1975, cuando los hermanos Simonelli decidieron dar un paso al costado y vendieron el inmueble a una cooperativa de 53 socios, que lo mantuvo por unos pocos años.

En 1991, inversores de la Capital Federal instalaron en el lugar el Polideportivo Jockey Club, con una cancha de fútbol 5.

Finalmente, en 1997 el edificio fue subastado y adquirido en 130.000 dólares por la institución religiosa que lo ocupa hasta el presente.

El temporal

El muro que se demuele fue afectado de manera muy particular por el viento de la tempestad de diciembre. 

Su parte inferior quedó inclinada hacia afuera, mientras que una franja superior lo hizo hacia el interior. Profesionales intervinientes determinaron que no había manera de salvarlo.

Luego de la demolición vendrá su reconstrucción aunque, según comentó la empresa constructora, tendrá un diseño distinto.

La falta de la pared permite, desde la vereda, advertir las cabreadas curvas de hierro, se alcance a ver las tribunas y aparezca así en escena este espacio tan cargado de historias y recuerdos.

El interior, hoy

La intervención ha servido en parte para que las nuevas generaciones conocieran la historia del lugar, considerando que ninguna referencia da cuenta de su pasado y que desde hace 25 años su frente luce una cruz y su interior cobija oraciones y cantos religiosos y el “Amén” ha desplazado al tradicional grito de “Segundos afuera”.