Bahía Blanca | Jueves, 26 de junio

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Para burros sin remedio

Juan Domingo Perón decía: “Un hombre malo puede volverse bueno. Pero jamás un burro podrá volverse inteligente”.

   “No hay plata. Y menos para subsidios. Fomentan vagos, planeros y materia prima para sermones sociológicos en las Catedrales, o en los templos evangélicos” .

   Perorata del calvo desquiciado con peluca Lemoine. Perón decía: “Un hombre malo puede volverse bueno. Pero jamás un burro volverse inteligente”. Y esa es la hipócrita caricatura del Estado narcoliberal, irreverentemente integrado por simiescas muecas de subversión.

   Un Estado espectador boquiabierto, apático, gendarme apto para los combates selváticos en que los fuertes aplastan a los débiles (enfermos terminales sin remedios oncológicos, discapacitados a la intemperie, pymes que cierran por libre importación o jubilados).

   Por ello, el narcocapitalismo se empeña en arrastrar el principio de subsidiariedad, hasta su sórdida madriguera.

   Subsidiariedad (del latin “subsidium”: refuerzo, ayuda, socorro auxilio) tan ausente en Bahía Blanca tras el temporal del año pasado, que absurdamente contó con la presencia del desquiciado disfrazado con ropa de combate que bajó del helicóptero presidencial y espetó sin enrojecer: “Sé que este desastre lo  deben enfrentar con lo que tengan a mano”.

   El concepto de subsidiariedad esta presente a lo largo de toda la historia de la Doctrina Social de la Iglesia, como deber  del Estado como comunidad organizada perfecta de actuar asistiendo a las sociedades menores (familias con techos volados, empresas con su capital de trabajo diezmado, sindicatos e individuos en situación de calle, etc.), “cuando lo exija el bien común” (Encíclica Rerum Novarum, de 1981).

   Pío XI (en Quadragesimo Anno, 1932) especifica que en la “función subsidiaria “el Estado debe intervenir dirigiendo, vigilando, urgiendo y castigando”. Juan XXIII ídem en Mater et Magistra, de 1961.

   La subsidiariedad es un principio inmutable, permanente, insoslayable de la justicia social. Ignorado por burros y redivivos monárquicos con crueldad.