La silla, el microscopio y las bicicletas
Bernardo Houssay, Luis Federico Leloir y César Milstein no trabajaron para enriquecerse, sino que se enriquecieron trabajando para la humanidad.
Periodista, conductor y realizador televisivo, columnista en medios de difusión nacional. Nativo de Coronel Dorrego, alterna residencia entre Sauce Grande y Capital Federal. Conduce el ciclo ESAS PEQUEÑAS COSAS en BVC Bahía Blanca.
Hijo de papá viajante que un siglo atrás emigró de Ucrania a la Argentina y mamá maestra y directora de escuela, el pibe bahiense que disfrutaba cazar ranas en el arroyo Napostá, dedicó su vida a la investigación y hace 40 años se alzó con el premio Nobel de Medicina.
No fue casual sino la continuidad en el tiempo del reconocimiento internacional a los investigadores argentinos. En 30 años nuestro país cosechó tres premios Nobel de ciencias, Bernardo Houssay en 1947 (Medicina), Luis Federico Leloir en 1970 (Química) y el último, César Milstein en 1984 (Medicina).
Si se suman los dos premios Nobel de la Paz --Saavedra Lamas en 1936 y Pérez Esquivel en 1980--, Argentina tiene cinco y es por lejos lider latinoamericano en la obtención del premio más reconocido del planeta.
Brasil y Uruguay aún tienen la vitrina vacía y tanto Chile, como Perú y Colombia lo obtuvieron bajo el impulso del boom de los escritores latinoamericanos representados por Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y los eternos Pablo Neruda y Gabriela Mistral.
Un rasgo que hoy resalta en medio del debate del presupuesto de las universidades es que los cinco premios Nobel se formaron en la escuela pública y egresaron de la Universidad de Buenos Aires. Milstein tuvo que estudiar en la UBA porque en la decada del 40 aun no existía la UNS. Otro dato para reflexionar: Bahía Blanca es la única ciudad del interior del país con un vecino premio Nobel.
A Bernardo Houssay, Luis Federico Leloir y César Milstein los unió la investigación y el sentido humanista de la vida. No trabajaron para enriquecerse, sino que se enriquecieron trabajando para la humanidad.
Las fotos que ilustran esta nota hablan por sí mismas. Houssay con su microscopio de batalla en un ambiente austero de sala de hospital. Leloir en su mundo, como si fuera el fondo de una farmacia, con delantal de trabajo, sentado en una silla de paja que no da más. Milstein y su esposa Celia en la visita del 87 a Bahía Blanca, llegando en bicicleta a dar una charla en el Conicet
La humildad es proporcional a la grandeza de estos hombres, que cuanto más consagrados y trascendentes menos se preocupan por asuntos innecesarios, esos en los que la sociedad de nuestros días suele vivir atrapada.