Bahía Blanca | Martes, 24 de junio

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“El tiempo no es dinero”: una manera distinta de organizar cada día

Gonzalo Iparraguirre publicó un libro en el cual expone otra visión sobre un pensamiento que ha llevado a considerar que todo uso del tiempo que no sea destinado a generar un beneficio pareciera que es tiempo perdido o mal usado.

Contrariando el popular aforismo “El tiempo es dinero” –adjudicado al inventor Benjamín Franklin (1706-1790)— el escritor y antropólogo bahiense Gonzalo Iparraguirre acaba de publicar su nuevo libro titulado “El tiempo no es dinero”, en el cual expone una visión distinta sobre un pensamiento que ha llevado a considerar que todo uso del tiempo que no sea destinado a generar un beneficio pareciera que es tiempo perdido o mal usado. 

“La obsesión por aprovechar el tiempo, por creer que se trata de un recurso implica obsesionarse con la velocidad. Esto lleva a desvincularse de lo que uno hace, porque creemos que ir rápido permite ahorrar tiempo”, señala en uno de los capítulos de su obra, planteando que mientras el dinero es un recurso, el tiempo no lo es.

“El tiempo no se puede comprar ni ganar, porque no se puede tener”, detalla. 

A partir de esta manera de verlo el autor propone además una serie de ejercicios o prácticas que apuntan a “desarmar” esa obsesión por “aprovechar” cada minuto, en tener sectorizada cada actividad para determinado horario y como usar el tiempo de modo de lograr que “cualquier paso que demos haga de nuestro transcurrir una experiencia más real, sana y placentera”.

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“El del tiempo es nuestro problema. ¿Quién soy yo? ¿Quién es cada uno de nosotros? ¿Quiénes somos? Quizás lo sepamos alguna vez. Quizás no. Pero mientras tanto, como dijo San Agustín, mi alma arde porque quiero saberlo”. Jorge Luis Borges.

En su oficina de calle Euzkadi, Iparraguirre desarrolla una gran variedad de actividades relacionadas con su profesión. 

En medio de libros y escritos, comenta con “La Nueva.” el contenido de esta obra publicada por Editorial Planeta.

--¿Cómo surge este planteo que da título del libro?

--La idea de que “el tiempo no es dinero” responde al precepto más común de que si lo es, ese imaginario tan común sobre el cual hay una suerte de naturalización y que todo el mundo vive bajo esa lógica. El título busca directamente problematizar ese imaginario desde el sentido común y dar evidencia científica y antropológica de que podemos repensar ese discurso, esta frase hecha, y descubrir que es posible vivir de otra manera al entender que el tiempo no es dinero.

--¿Es su primera propuesta relacionada con este tema?

--Este es mi sexto libro y el cuarto referido al tiempo. Publiqué Antropología del tiempo, hice mi tesis de la licenciatura y el doctorado en antropología sobre este mismo tema, siempre con la idea de cómo cualquier desarrollo se estructura con la noción del tiempo, vinculado a como se lo piensa y como se lo lleva a su práctica. Siempre la idea del tiempo es lo que define, según este campo de la antropología, como uno se mueve.

--¿De dónde viene esa fascinación por el tiempo?

--Desde siempre. Desde leer a Jorge Luis Borges pasando por mi experiencia musical me fui vinculando con el análisis y el estudio del tiempo, siempre fue mi lema, Después encontré que la antropología era una camino diferente para abordarlo y me dediqué a ver como distintas culturas entienden el tiempo y como viven en relación a este imaginario que yo llamo temporalidad.

--¿En esos libros previos ya plantea esta idea de organizar cada día desde otro lugar?

--Exacto. Mi tercer libro habla de las arritmias culturales, de la forma que tenemos de organizar nuestros días en base a los ritmos, pensando que las culturas son ritmos sociales, en contraposición a los ritmos naturales que son lo que nos mantienen en vida, como el de la respiración, el corazón, el metabolismo.

--¿Cuál es uno de los errores habituales al considerar el uso del tiempo?

--Las personas creen que el tiempo se puede tener. Ese es el primer paso para concebir que lo puede manipular como si fuera un recurso más. Mi primera propuesta es desactivar esa idea de que el tiempo se pueda tener, que no es posible guardarlo, ni encontrarlo. Eso es una suerte de ilusión que nuestro lenguaje reproduce porque lo asocia como un recurso. El libro despliega un montón de cuestiones de porqué no lo es. Si el tiempo no se puede guardar, no tiene sentido la velocidad con la que hacemos muchas cosas pensando que así lo ahorramos para otras.

--¿Cómo juega en las personas su relación con el pasado y el futuro?

--La obsesión por el pasado o por el futuro se puede corregir. Porque no somos ni una mera reproducción del pasado ni una proyección del futuro, sino que somos un balance. La síntesis de cómo ambas formas condicionan nuestras decisiones. El pasado se presenta en la experiencia y a través de la memoria, el futuro se manifiesta en la imaginación. Podemos imaginar que  es lo que vamos a decir o hacer en el día, porque tenemos la capacidad de vincularnos con el futuro a partir de la anticipación y con eso cambiar nuestra conducta y sentirnos mejor.

--¿Tenemos una estructura de creer que el ocio o el descanso es tiempo “perdido”?

--Sí, es algo propio de la modernidad. La revolución industrial hizo que  la humanidad redujera su vida a producir y producir y que mientras no lo hace se produce una especie de vacío. Yo propongo desactivar esa idea, porque uno hace muchas cosas en simultáneo y no hace falta polarizarlo en trabajo-me desactivo-disfruto-me desactivo-duermo-me desactivo-vuelvo a trabajar. Se trata de pensarlo como algo mucho más fluido y simultáneo, de manera que se puede disfrutar del trabajo y se puede trabajar cuando uno está descansando. Incluso cuando uno duerme el cerebro está procesando todo y ni se entera

--También señala que vivimos a excesiva velocidad ¿Eso afecta nuestra relación con el tiempo? ¿Es algo que se puede modificar?

--El tema clave es el contexto cultural, porque condiciona nuestra noción del tiempo y conforma una forma de interpretarlo y experimentarlo. Pero como todo aspecto cultural se puede cambiar a partir de la educación, de la pedagogía, de los ejemplos. El libro plantea estrategias que resumen los componentes básicos para comprenderla y animarse a tener otra forma de vincularnos con el tiempo.

--¿Vivimos mal por tener esa mala relación?

--Uno no puede afirmar si vive mal o bien, el bienestar y el malestar pasan a ser parámetros de como uno sin ningún tipo de uso estadístico. Uno sabe, cuando se acuesta o se levanta, como se siente. Así como detectamos cuando estamos afiebrados sabemos si tenemos una arritmia social que nos condiciona o nos hace sentir de un modo extraño o incómodo. Entonces el parámetro pasa por ahí: descubrir que los ritmos tienen un valor permite vincularnos de manera diferente con el tiempo.

Textual del libro

“La impaciencia de no escuchar un audio de Whatsapp a la velocidad del emisor le quita valor al mensaje, porque lo despoja de su contenido vital, que es la voz con todos sus matices. Es la misma impaciencia que impide dejar hablar a otro cuando notamos que se demora. Cuando no toleramos esperar los desenlaces de los procesos que por su cualidad ameritan ser lentos y suaves y cualquier intento de adelantarnos o acelerarnos los arruina. ¿Por qué escuchamos los audios acelerados? ¿Qué nos hace creer que así aprovechamos mejor el tiempo?”.

“Incorporar el imaginario y las rítmicas de “tiempo no es dinero”, abre una puerta alternativa. Deja en claro que no es posible tener, ni obtener, ni acumular tiempo. Que la polaridad entre tiempo productivo y tiempo de ocio solo es una falsa dicotomía que reproduce el problema. Se termina durmiendo menos, o superponiendo acciones de descanso con acciones productivas. Tener en claro estas sutilezas nos da otra perspectiva, de forzar un cambio de ritmo, a priorizar el cuidado de nuestra salud y delegar parte del trabajo”.

En primera persona

Datos. Gonzalo Iparraguirre tiene 42 años, es bahiense y desarrolla su tarea profesional en nuestra ciudad. Es doctor en Antropología, profesión que estudia las realizaciones socioculturales del ser humano en áreas como procesos económicos, técnicas y tecnologías, prácticas lingüísticas, formas simbólicas, políticas, religiosas, jurídicas, educativas, escenarios corporales y subjetivos.

En Bahía. “Viví aquí hasta los 18 años en la ciudad, cuando me fui a estudiar a Buenos Aires. Después me radiqué en Tornquist, donde trabajé como antropólogo, hice mi doctorado y fui secretario de desarrollo del municipio. Ahora estoy en Bahía Blanca, dedicado de lleno a la escritura, a dar charlas, publicar artículos científicos y realizar tareas de consultoría y asesoramiento sobre gestión del tiempo, el bienestar y el desarrollo”, aseguró.

Antropólogo. “Al estudiar antropología me  llevó mi inquietud por el tiempo, por entender cómo nos vinculamos con el tiempo. Al principio me pareció que ese tema era por el lado de la filosofía pero después descubrí que la antropología era un camino más amplio y con otras perspectivas”, señaló.