Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Cuando la culpa es la gran enemiga

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Imposibilidad para disfrutar, para darse un pequeño o postergar un viaje soñado son algunos de los infinitos ejemplos en los que aparece la culpa impidiendo que algo pueda fluir, acontecer.

¿Dónde se origina la culpa y cuál es su rol? ¿Freno de mano para vivir en plenitud o excusa de que disfraza a la cobardía? ¿Cómo despojarse de ese sentimiento?

Cometer una falta de manera consciente sin intención de dañar da lugar a que emerja la culpa, aflorando así un sentimiento de incomodidad cuando se realiza una acción que se considera está mal. Muy ligada a la responsabilidad es una señal de alerta que ayuda a reparar errores, faltas y a ser coherente con los valores que incorporamos. A veces, cuando no se es responsable ni culpable se desencadena una respuesta exagerada que deriva en un sentimiento que limita, controla y quita libertad de acción, también sirve de excusa.

La Psicología establece una diferencia: la culpa reparatoria que posibilita pedir disculpas y reparar un error y la culpa persecutoria, que como bien lo expresa el vocablo, el sentimiento “persigue” impidiendo disfrutar y aceptando el perdón hacia uno mismo.

Sentir culpa es propio del ser humano, se manifiesta en todas las culturas, es útil, necesaria, constructiva y nunca es experimentada por los psicópatas. La culpa y la responsabilidad van por un mismo camino, salvo que en ocasiones personas la vivencian a cada instante, aun cuando no existen motivos. De esta manera, quien tiene un elevado nivel de autoexigencia y abraza con compromiso y una entrega total desde un trabajo, la familia, amistades hasta actividades superfluas, posee ideales tan elevados que cuando ciertos parámetros no se cumplen aparece la culpa, pues generalmente eso ideales se caracterizan por estar lejos, ser inalcanzable y hasta insostenibles.

Está comprobado que la mujer experimenta mayores sentimientos de culpa respecto del hombre. Creencias y valores transmitidos a través del tiempo conlleva a que el género femenino sienta culpa aun cuando no exista una demanda real desde el exterior. Las exigencias actuales tales como ensamblar responsabilidades laborales y familiares, ser eficiente, cumplir con ciertos parámetros estéticos, preocupación por el futuro que a veces resulta incierto, generan las condiciones para que “viva en falta” y experimente culpa.

Vivir con culpa es permanecer esclavo, pues implica actuar de acuerdo con los deseos y necesidades ajenas en beneficio de los otros. Reemplazar ideales por objetivos, poseer una dosis de amabilidad con las limitaciones propias, dejar por un momento de hacer lo que se debe para realizar lo posible o lo que se desea son cambios de conducta que de forma paulatina alejan la culpa sin motivo. 

Es difícil para quien vive complaciendo a quienes lo rodean registrar sus propios gustos y vivir de acuerdo con ellos; reconstruir la autoestima y darse permiso para disfrutar son las claves, pues la vida es efímera y al momento del balance uno atesora los buenos momentos, esos mismos que la culpa impide disfrutar.