Bahía Blanca | Jueves, 02 de mayo

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Teléfonos públicos: un servicio en completa extinción

En la ciudad quedan contados teléfonos públicos, todos fuera de servicio. Son piezas únicas, que cada día se vsaloran más como testimonio de la comunicación de otros tiempos.

Fueron durante décadas parte del equipamiento urbano de todas las ciudades: el teléfono público. Uno cree a veces que las nuevas generaciones saben de que se habla. Pero se equivoca. Desde hace un par de décadas o más el servicio de telefonía a través de los teléfonos públicos ha dejado de existir.

Si bien es posible todavía encontrar algunos aparatos amurados en ciertos edificios, los mismos no tienen tono, les falta el auricular ó no hay manera de conseguir cospeles.

El cospel, la herramienta de pago.

Son parte del pasado, de otros tiempos, como la televisión blanco y negro, el fax, el boleto de ómnibus, la carta escrita a mano, la máquina de escribir, los cassetes y tantos elementos más que fueron parte del día a día.

En Bahía Blanca queda una cabina telefónica de vereda. En calle Necochea al 600. Quizá mencionarlo signifique su condena, porque la empresa responsable de su administración ha decidido el retiro de todos los existentes.

El último Mohicano, Necochea al 600.

No sería una mala idea mantenerlo, recomponerlo y dejarlo como testimonio de otros usos y costumbres. Un elemento que fue muy importante en épocas donde no existía la telefonía móvil, donde tener un teléfono fijo era privilegios de pocos y estos aparatos urbanos eran clave para la comunicación de miles de vecinos.

En el hall de la Municipalidad, de pared.
Colegio Martín de Güemes, Moreno al 400.

Hace unos meses, desde 2Museos, en nuestra ciudad, se trabaja en la organización de una muestra sobre este tipo de telefonía. Christian Díaz, director del mismo, indicó que además se intentará conseguir una de las casillas para sumarla a la colección del Museo Histórico. “Sería un sueño tener una”, indicó.

Lo cierto es que todavía se está a tiempo de gestionarlas, antes de que sean definitivamente recicladas y la historia de su existencia no pueda contarse de otra manera que no sea a través de fotografía o del relato de quienes los hemos utilizado como única herramienta de comunicación.

El último del centro, en la peatonal Drago, ya retirado.
Una cabina, plaza Rivadavia, calle San Martín, retirado.

La salida

“¿Adónde van las cajas de fósforos usadas./Por grande que sea el mundo/hay los recortes de uñas, las pelusas,/los sobres fatigados, las pestañas que caen./¿Adonde van las nieblas, la borra del café,/los almanaques de otro tiempo?” Julio Cortázar.

En la avenida Arias, luego de pasar Villa Rosas y siguiendo por el camino adoquinado al puerto, hay un terreno donde se pueden apiladas varias de estas cabinas. Están ahí, esperando que se las remita a Buenos Aires donde, menciona la prestataria, “serán recicladas”, reconvirtiendo sus componentes de hierro y plástico.

La pila de aparatos a la espera de ser reciclados.
Un depósito en la avenida Arias.
Otro acopio en el barrio San Cayetano.

Es decir que poco a poco ni siquiera existirán en algún depósito perdido. En la web ofrecen a la venta algunos modelos recuperados, a precios elevados, la mayoría sin posibilidad de ser reparados, dañados de manera total pero con un importante valor como antigüedad.

El mundo

El retiro de estas cabinas se verifica en todo el planeta, aunque en algunos países se mantiene una red mínima, sobre todo para ser utilizados, mediante tarjetas prepagas, en situaciones de emergencia –en Japón por ejemplo han sufrido terremotos que anularon las comunicaciones satelitales--, para el uso de quienes no tienen celulares y otros casos excepcionales. En el film El día después de mañana y otras películas de ciencia ficción, cuando todas las antenas quedan anuladas es un teléfono de línea el que siempre aparece como un recurso salvador.

En Inglaterra, las icónicas cabinas color rojo, se alquilan para ser utilizadas como pequeñas galerías de arte, floristerías, puntos de información turística o incluso mini librerías.

En Londres, reconvertidos en pequeñas librerías.
En Nueva York, adecuados para recarga de celulares.
En Madrid, reconvertidos en peceras urbanas.

En varias ciudades hay cabinas adecuadas para ser utilizadas como puntos de conexión Wifi, llamadas de emergencia o por pago revertido.

En Nueva York han llegado a los museos. Hace poco se instaló una en una exposición llamada "Ciudad analógica", junto con máquinas de escribir, archivadores, reglas de cálculo y hasta una máquina Linotype. La exposición mostraba esta tecnología que fue innovadoras para su época y que ayudó a la ciudad a prosperar.