Bahía Blanca | Martes, 30 de abril

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Nadia Vrizz, su rodilla, la pasión y Villa Regina: "Me quería retirar campeona"

La mejor jugadora del siglo en Bahía Blanca dijo adiós, luego de alcanzar un nuevo título con El Nacional. "Siempre le dije a Albizu que me retiraba con ella", aseguró. Seguirá involucrada, pero como entrenadora de minibásquet.

Fotos: archivo y Pablo Presti-La Nueva.

 

Por Mauro Giovannini

Twitter e Instagram: @MGGiova

Mail: mgiovannini@lanueva.com

 

   "Es algo que venía procesando hace un tiempo, la distancia con mi familia y los proyectos personales influyeron mucho. Además, se me estaba haciendo duro entrenar de noche y al otro día ir a trabajar a veces en una pata (sic). No quedé bien de la lesión; cuando me operé por segunda vez me dijeron que me tome el básquet de manera recreativa y no di mucha pelota y seguí jugando".

   Nadia Vrizz nació en Bahía Blanca el 22 de septiembre de 1985. Vivió su infancia en Villa Regina, Río Negro, y a los 18 años regresó, a estudiar y a jugar al básquet, su pasión. El último domingo, consumada la victoria contra Estudiantes y el título de primera división con El Nacional, dijo adiós a la práctica deportiva oficial.

"Dirigí en silla de ruedas y ahora estoy parada, para mí es muy emocionante"

   "La lesión que tuve en 2018 me fue limitando. En un freno se me salió la rodilla, tuve rotura de ligamentos cruzados y una gran rotura en el menisco externo que durante la cirugía vieron que estaba muy dañado y me lo tuvieron que sacar. Estoy con medio menisco externo y eso es lo que me molesta ahora. En la recuperación no lograba la extensión de la rodilla funcionalmente estaba mal, entonces me volvieron a abrir para para hacerme una limpieza. Al no tener amortiguación, en un deporte de alto impacto, ese menisco se me llena de líquido constantemente", explicó en diálogo con La Nueva.

   El partido al que hace referencia Nadia fue ante Presidente Derqui, por el final four del Provincial de Clubes, conducente al Torneo Federal.

   "Hay otra realidad: yo trabajo mucho y no puedo tomarme el tiempo de ir al gimnasio o entrenar como se debe; eso también me fue perjudicando", aclaró la escolta, aunque su adaptación la hizo jugar mucho tiempo de alera y hasta de ala-centro.

   —¿A estas finales llegaste al límite físicamente?

   —Sí, llegué al límite porque en el primer partido, en un freno, sentí un crack y como que se me corre la rodilla. Me asusté muchísimo, fui al banco y en el entretiempo vi que la rodilla estaba estable, que no eran los ligamentos. Era el menisco que me estaba pinchando. Seguí jugando con dolor, porque en caliente no lo sentía tanto, pero al otro día me quedó la pierna detonada (sic), así que entre partido y partido, los días fueron de descanso y no de de entrenamiento.

   —Venías procesando la decisión, pero ahora que ya pasó tu último partido, ¿tomaste dimensión?

   —En este momento estoy súper emocionada, nunca pensé que iba a recibir tanto reconocimiento. Me bombardearon a mensajes, con un montón de palabras super lindas y la verdad que ser reconocida me llena y me hace sentir que que el trabajo lo hice bien y que entregué todo lo que pude. La pasión por el básquet y el amor que le tengo lo hice notar. El básquet es mi vida y siempre voy a estar, acompañando y ayudando en la lucha constante del femenino. No sé si caí todavía, pero estoy muy firme y tranquila con la decisión; no tengo dudas de volver atrás. Quizá el día de mañana, si me siento bien, podría participar de alguna maxiliga, pero ahora me voy a tomar un tiempo para mí y mis proyectos personales y quiero darle prioridad a la familia que la tengo a 400 kilómetros.

   Esa distancia aproximada es la que separa nuestra ciudad de Villa Regina, su otro hogar.

   Allá, el único club que hay es el Atlético Regina. Tenía 8 años cuando un profesor de Educación Física vio que picaba muy bien la pelota, así que habló con su mamá para que la llevara a practicar. Habían intentado que haga danza clásica, pero no le gustaba para nada. Y el club estaba a tres cuadras de su casa, así que iba caminando o en bicicleta y pasaba todo el día ahí.

   Enseguida, su papá le puso un aro de básquet en la casa. Nadia no se despegaba de la pelota. Hasta los 12 años jugó con nenas y más tarde, como se disolvieron las categorías, continuó compartiendo con varones en un club de Cinco Saltos. Hasta que regresó a Bahía con el objetivo de comenzar a estudiar.

   Los primeros años vivió con su abuelo. Y fue su tío el que averiguó en qué club podía continuar jugando al básquet. "La primera referencia que le dieron fue la de Viviana Albizu, así que fui a Sportivo Bahiense", recordó.

   —¿Cómo calificás tu relación con Albizu?

   —Valoro muchísimo todo lo que hizo para que nosotras podamos seguir jugando al básquet. Más allá de las diferencias que uno puede tener con su entrenador, siempre la valoré por la persona que es y porque entregó su vida al básquet. En ningún momento pensé en cambiarme de club o de dejarla a Vivi. Siempre le dije que me retiraba con ella. Es súper importante en mi vida, como persona y como entrenadora y la admiro muchísimo.

   —Al margen de los Torneos Federales, que incluyó la participación con Independiente cuando nació el certamen, allá por 2014, ¿tuviste alguna posibilidad para jugar de algún torneo superior?

   —Me han ofrecido jugar el Torneo Federal en otros clubes, pero laboralmente me complicaba muchísimo. Lo delegaba y no me arrepiento. Sí, en su momento, tuve la oportunidad de irme a jugar a Italia cuando tenía 21 años. Era otra época. Me hubiera gustado vivir esa experiencia de jugar en el exterior, pero no se dio.

   —Hablás de otra época y acá, en nuestro ámbito, el básquet femenino creció mucho si vemos cómo está ahora respecto a hace 20 años. ¿Sin embargo, hay mucho por hacer, no?

   —Sí, obviamente creo que hay muchísimas cosas por seguir trabajando para ocupar nuestro lugar en los clubes y tener los mismos derechos. La situación ha mejorado muchísimo, pero hay que seguir puliendo. Cuando llegué no había torneo local, viajábamos a Mar del Plata haciendo empanadas o juntando cartones para poder jugar. Siempre hubo poco apoyo y ahora se están abriendo más puertas. Yo entreno minibásquet y le digo a las nenas que aprovechen que juegan todos los fines de semana.

   —¿Tu futuro está encaminado como entrenadora?

   —No sé si algún día me voy a animar a dirigir categorías competitivas, aunque lo hice en un tiempo en Sportivo. Después me orienté en el minibásquet. Quién dice si el día de mañana dirija a una primera división. Hoy me encanta ir a la escuelita y estoy enfocada en eso.

   En las recientes finales quedó de manifiesto su dolor en la rodilla, aunque la necesidad de sumar minutos y de aportar jerarquía, ante un excelso rival como Estudiantes, pudieron más.

   —¿Qué análisis hiciste de las finales?

   —En el primer partido salimos muy nerviosas. ¡Yo tiré cada zapallo de afuera! Estábamos apuradas... Cuando nos enfocamos en el juego pudimos salir adelante. Al segundo partido entramos totalmente diferentes, pero Estudiantes se nos acercó en un momento y tuvimos que seguir firmes. En el tercero nos salió todo un poco mejor.

   —¿Te preparaste distinto para tu último partido?

   —No, yo siempre salgo con la misma cabeza. Sí fue distinto porque sabía que era mi último partido y que quería entregar todo en la cancha. Me quería retirar campeona y me entró la última pelota. Veía como Vicky (Pérez) me buscaba y me miraba para dármela y que yo la tirara. Tuve suerte de que entró esa pelota y lo grité como nunca.

   —Cuarenta partidos invicto, tricampeonas, marcaron una era. ¿Cuál es el secreto?

   —Es increíble. Mantenemos el espíritu de juego que la caracteriza a Vivi, eso nos mantuvo siempre arriba. Este año creo que ese quinteto que tuvimos fue único, con Aldi (Chcair), Belén (Tombesi), Vicky (Pérez) en su mejor momento y Pauli (Lazar) que también la rompió. Es un quinteto especial que se entendió muchísimo, pudimos jugar con la pelota interna con Belén o Aldi, Vicky y Pauli encendidas con los tiros de afuera y yo aportando lo que podía también. Fuimos imparables. 

   —Y a todo eso, agregale que Estudiantes llegó con el entusiasmo por las nubes y jugando bien...

   —Estudiantes es el futuro campeón. Le falta experiencia, son muy chicas. Pero juegan muy bien y cuando lo empiecen a explotar van a ser imparables y candidatas.

   —¿Qué vas a extrañar de tu etapa como jugadora?

   —Voy a extrañar todo, menos jugar los domingos ja, ja, ja. Voy a extrañar la adrenalina adentro de la cancha, eso que se siente metiendo un doble, defendiendo una pelota, haciendo una tapa o chocando la mano con mis compañeras. Eso no me lo va a dar nada así que lo voy a sentir. 

   —¿Con qué te quedás de tu carrera, al margen de los partidos y los títulos?

   —Me guardo muchísimas emociones. La verdad es que nunca pensé que me iban a reconocer así. Yo siempre jugué al básquet porque realmente siento una pasión; es mi vida. Siempre lo hice porque realmente me salía de adentro.

   En el último torneo, que El Nacional ganó con marca de 28-0, Nadia totalizó 396 puntos en 26 partidos jugados. Promedió 15,23 tantos por cotejo, quedando solo por debajo de Morena Wentland (Comercial), quien tuvo un coeficiente de 15,8 (316 en 20). Ileana Corvalán (9 de Julio, 15,05), Agustina Kenny (Sportivo, 14,92) y Belén Tombesi (El Nacional, 14,71) completaron el top five.

   "Ya no quiero resignar más cumpleaños, días del padre ni de la madre; quiero estar presente con mi familia, algo que tuve que relegar por el básquet. Creo que ya estoy en una etapa que me estaba costando muchísimo el compromiso. Yo siempre estuve al cien por ciento con Vivi, no faltaba a entrenar y siempre estuve bien físicamente, pero ya no lo pude sostener más y yo a medias no puedo seguir", completó.

   Se va a extrañar.