De la ola de calor al temporal, ¿qué le espera a Bahía en lo climático?
El 2022 ha tenido al menos dos episodios de fuerte impacto climatológico en nuestra ciudad. Enero fue uno de los más calurosos de los últimos tiempos, pero a fines de marzo el viento y la lluvia puso en vilo a todos los vecinos.
Mario Minervino / [email protected]
Pocas noticias alcanzan tantas lecturas en el diario como las relacionadas con el clima. Desde el pronóstico del tiempo, pasando por las novedades sobre posibles lluvias o vientos, todos están atentos y pendientes de las variables atmosféricas.
Es tema de conversación, de la ocasional a la más profunda.
El clima es, de acuerdo a la definición de la Real Academia, mucho más que “el conjunto de condiciones atmosféricas, constituido por la cantidad y frecuencia de lluvias, la humedad, la temperatura, los vientos”, desde el momento en que “su acción compleja” influye “en la existencia de los seres sometidos a ella”.
Muchos estudios científicos aseveran que el clima influye en el carácter de las personas. El sitio Nature Human Behavior, por caso, verificó que quienes crecieron en un clima templado resultan ser más sociables y extrovertidos, además de tener mayor estabilidad emocional que aquellos que viven en regiones con fuertes cambios de temperatura.
Una observación que ya había realizado el filósofo francés Montesquiú en 1740, al mencionar que "Los diferentes climas han dado origen a los distintos modos de vida, y éstos, a su vez, a los diversos tipos de leyes".
Un año de locos
El 2022 ha tenido al menos dos episodios de fuerte impacto climatológico en nuestra ciudad. Por un lado, enero fue uno de los más calurosos de los últimos tiempos, con apenas seis días con temperaturas por debajo de los 30º y tres días donde el termómetro superó los 40º, llegando el 13 de enero a los 43.6º –temperatura medida por el Servicio Meteorológico Nacional en la estación de Espora--, el segundo registro más alto de la historia local, apenas dos décimas por debajo de la más elevada, 43,8º C, medida el 20 de enero de 1980.
El viento, además, no dejó que el calor se llevara todo el protagonismo y sopló de manera incesante y con fuerza, al punto que la municipalidad cerró en varias jornadas los parques y algunas calles donde la presencia de árboles las convierte en riesgosas.
La suma de altas temperaturas y fuertes vientos fue devastadora. La empresa responsable del servicio eléctrico (EDES) colapsó, y durante varias jornadas gran parte de la ciudad debió lidiar con las altas temperaturas sin disponer de electricidad.
Lo mismo pasó con el agua, donde el alto consumo en los barrios que tienen disponibilidad dejó sin líquido a los más alejados mientras ABSA instrumentó servicios de emergencia con camiones y cisternas.
De todas maneras es justo señalar que, de acuerdo al Servicio Meteorológico nacional (SMN), todo el país atravesó en 2022 el tercer verano más cálido de su historia.
Entre el 6 y el 26 de enero gran parte del centro y norte argentino registró un calor extremo, destacándose su extensión territorial, duración e intensidad, verificándose decenas de récords históricos, con temperaturas que superaron los 40°C en al menos 69 localidades.
Hojas del árbol caídas
Pero si enero se llevó las palmas con sus 43,6 grados, no menos rutilante fue la actuación del temporal de viento y lluvia del 24 de marzo último, cuando cayeron 150 mm en poco más de 24 horas, casi el doble del promedio histórico para un mes que tiene una media de cinco días con lluvias, con precipitaciones promedio de 13,8 mm. A eso se sumó un temporal de viento, con ráfagas de 90 km/h.
Un parámetro contundente para dejar en claro lo singular del evento es que la humedad del suelo y la fuerza del viento provocaron la caída de al menos 1.200 árboles.
Un estudio realizado por docentes del Departamento de Geografía y Turismo de la UNS estableció que entre 2010 y 2015, por caso de referencia, hubo un total de 71 temporales durante los cuales cayeron 827 ejemplares.
Ahora transitamos abril, mes fundacional. Es otoño, la ciudad se va pintando de amarillo y el viento, que suele estar tranquilo en esta estación, sigue diciendo presente.
Es difícil saber si habrá más jornadas climáticas inesperadas, si el invierno será crudo o tendrá la mano suave como en los últimos años. La guerra de Rusia y Ucrania ha puesto en jaque la provisión de gas en el planeta. Ya se sabe que en nuestro país va a faltar. Es una señal. Habrá que estar preparado para lo habitual y para un poco más.
Por las redes ha corrido la novedad que el invierno próximo será el más frío de los últimos 15 años. El SMN ha desmentido esa información y en principio señaló que mantendrá características similares a años anteriores.
Dos lecturas
“La caída de árboles por efecto de vientos superiores a los 100 km/h es inevitable”, señala el estudio del Departamento de Geografía de la UNS, al tiempo de explicar que ráfagas de 80 km/h ya generan caídas de ejemplares.
El temporal de marzo último en nuestra ciudad sirvió para que desde el área de espacios públicos municipal se sugiriera la plantación de plantas nativas, que se adaptan de mejor forma a las condiciones climáticas locales.
La segunda acción trascendente es la importancia de mantener en buen estado el canal derivador Maldonado –la comuna había procedido a su limpieza unas semanas antes—para que pueda transportar los 260 m3/s de agua para los cuales fue diseñado y de esa manera evitar el desborde del arroyo Napostá, cuya capacidad de transporte, luego de ser entubado, se redujo a apenas 50 m3/s.
Para este cauce es necesario, además, encontrar un equilibrio que permita su mantenimiento en los tramos que todavía se encuentran a cielo abierto, tratando de afectar lo menos posible su biodiversidad.
Normal pero distinto
“En una primera mirada podemos decir que el verano en el Sud Oeste Bonaerense tuvo un comportamiento normal, aunque signado por cierta variabilidad interna”, explicó a La Nueva el Licenciado en Ciencias de la Atmósfera, Carlos Zotelo, investigador del CERZOS CONICET.
El profesional mencionó que existe “una sensación general” de que los tres primeros meses del año fueron más cálidos que años anteriores, aunque al comparar los parámetros meteorológicos que sirven como referencia en lo académico, surgen algunos puntos interesantes.
“Enero fue un mes marcadamente más cálido de lo normal. La ola de calor de más de cuatro días que afectó a 14 provincias fue el evento térmico más importante. Sin embargo, el patrón fluctuante de la temperatura en febrero actuó como un mecanismo de compensación”, explicó.
Agregó que las temperaturas máximas presentaron una media de 28.5ºC, mayor a la del período 1981-2010, donde fue de 28.0ºC. Sin embargo, las series térmicas medias (21.9ºC) y de mínimas (14.7ºC) fueron inferiores a las históricas (22.5ºC y 17.9ºC, respectivamente).
“En otras palabras, el verano mostró un incremento en la amplitud térmica, respecto a su valores históricos, con valores mínimos más bajos y máximos en sintonía con las estadísticas”.
En el primer trimestre hubo más nubosidad, lo cual generó menos horas efectivas de sol, pasando de las 11 de referencia a 9,8, y las precipitaciones de los primeros tres meses del año suman 257,1 mm, por encima de los 191 mm de los niveles históricos, aunque con la particularidad de que el 58.3% del agua caída se registró durante el temporal de marzo.
“El número de días promedio con lluvias (cinco casos por mes) fue, durante el trimestre, similar al promedio estadístico”, agregó.
Una tormenta distinta
El 17 de febrero de 1939 la ciudad y la región fueron presa de un “fenómeno impresionante”, según tituló su primera página este diario.
“El fenómeno meteorológico de ayer no se podrá desdibujar de la memoria de la población, que se apretó en el mismo e intenso temor común”, escribió un cronista. Todo ocurrió sobre el mediodía, de manera inesperada.
“No se recuerda otra igual en cincuenta años a esta fecha”, se aseguró.
El cielo estaba “alto y limpio”, con un viento suave y un sol radiante. Pero en pocos minutos irrumpieron reflejos amarillos y rojos, los rayos del sol desaparecieron, “se presentó el cuerpo fantasmagórico de una borrasca, el dantesco horizonte comenzó a elevarse y todo se transformo en una noche fatal, de oscuridad impenetrable: la ciudad había caído en un negro pozo asfixiante”.
Hubo pánico en la gente, corridas, gritos, “escenas de intenso dramatismo”, cayeron árboles y postes, volaron chapas. El huracán alcanzó todas las localidades vecinas, e incluso se reportó uno similar en Río Colorado.
Más allá de lo singular del hecho, el mismo tuvo además un condimento especial: se encontró un culpable de lo ocurrido.
Un culpable que no era una masa de aire frío ni una baja de presión ni nada relacionado con lo climático, sino que se trataba de una persona: el ingeniero Juan Baigorri Velar, popularmente conocido como “el hombre que hacía llover”.
El profesional tenía una suerte de máquina de su invención que, aseguraba, podía generar lluvias al enviar radiaciones electromagnéticas a la atmósfera.
Baigorri había llegado unos días antes a Carhué, contratado por vecinos del lugar buscando cortar la extensa sequía que los afectaba. Instaló sus equipos, realizó ensayos y luego de varios días una modesta lluvia cayó sobre el lugar. Baigorri siguió mandando rayos al cielo y fue entonces cuando se registró el mencionado temporal-huracán en nuestra ciudad. En pocas horas su nombre y sus ondas magnéticas quedaron asociados al mismo.
Enterado Baigorri de lo ocurrido, y convencido que él tenía que ver en el asunto, guardó todos sus bártulos y regresó, apresurado, a su casa en la Capital Federal.