Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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La estrategia de la “guerra” de Alberto: poder y reelección

La columna dominical del corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

   No hay espacio para atender burlas o memes en los despachos que rodean al de Alberto Fernández en el primer piso de la Casa Rosada: todos sus ocupantes están convencidos, al igual que su jefe y no disimulan el entusiasmo, que el lanzamiento de la tan polémica (¿y tardía?) “guerra” contra la inflación que pondrá en marcha el Gobierno sirve a dos propósitos centrales.

   Por un lado, reafirmar el poder de toma de decisiones del Presidente, que entiende que zanjado a su provecho el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, en estadios más o menos controlados la baja de casos de coronavirus, y con la apertura propuesta a los sectores de la producción y el trabajo que pondrá en marcha esta semana, alcanza para cubrir ese faltante.

   El segundo gran ítem de esa estrategia está directamente ligado a su decisión de zanjar definitivamente aunque todavía con la idea de que no es bueno romper la unidad del Frente de Todos, pese a los evidentes empujones a los que lo someten Cristina Fernández y el cristicamporismo esa pelea a su favor. Y desde allí partir hacia el primer objetivo del que aseguran a su lado que no se bajará, que es presentarse como candidato presidencial a las PASO del año que viene.

   “Contra quien sea”, apuran en uno de aquellos despachos, donde habitan los albertistas más duros, convencidos a estas alturas de que la vice también ha hecho de estas profundas diferencias una causa sin retorno y de que si bien es muy prematuro decirlo, a pocos de ellos le caben dudas de que si Cristina quiere repetir la fórmula del “presidente delegado” para intentar retener la Casa Rosada, no será precisamente Alberto.

   Ahí están pues los dos grandes escenarios que animaron al Presidente a anunciar el inicio de la guerra contra la inflación que, como se verá en ese primer repaso, es mucho más global, atraviesa la economía pero también la política. El Gobierno propone alcanzar las primeras colinas de esa batalla contra el aumento de precios que corroe los bolsillos con una especie de reflotamiento de la mesa del salario.

   Con ese objetivo ya ha hecho una convocatoria informal para esta semana a dirigentes empresarios, de la Confederación General del Trabajo (CGT), que es considerada “propia tropa” por el albertismo, como también a la cristinista Central de Trabajadores Argentinos (CTA), donde talla el diputado ultra K Hugo Yasky. Como si se buscara no dejar dudas sobre la amplitud del llamado y de la estrategia que se esconde detrás.

   La batería de cinco o seis medidas con las que el Presidente propone este relanzamiento de su gestión se parecen en muchos casos a las que ya fracasaron en el pasado, como el control de precios o hasta la amenaza de la aplicación de la Ley de Abastecimiento para quienes no cooperen con esta cruzada.

   Para colmo saben a muy poco, y de allí algunas estridencias que provocó en la oposición pero también hacia el interior del Gobierno aquel lanzamiento, cuando Fernández hizo el anuncio en medio de la cifra más alta de la inflación en alimentos y bebidas sin alcohol de los últimos 25 años, que acaba de poner a la Argentina en el lamentable tope del ranking de los países con mayor inflación de toda América Latina, por encima de Venezuela.

   Y con pronósticos de que marzo vendrá peor que febrero porque cuando se hicieron aquellas mediciones aún no se había computado el impacto del aumento de los precios internacionales de los commodities por la invasión de Rusia a Ucrania. Ricardo López Murphy es menos que optimista: acaba de pronosticar una inflación para todo 2022 de entre el 60 y 70 %, con el arranque del 50,9 anualizado que partió el bimestre enero-febrero.

   En los principales despachos de la Casa Rosada insisten en que no hay marcha atrás con esta decisión de darle batalla a la inflación, en especial porque consideran que tanto los sectores de la producción como del trabajo se mostraron proclives en los diálogos previos tanto con el presidente Fernández como con Juan Manzur y el ministro Matías Kulfas, que oficiaron de principales interlocutores antes de la rueda oficial de contactos que se espera lanzar esta semana.

   La decisión de ejercitar poder, en todo caso de empezar a ejercer lapicera en mano el que en verdad detentaba pero nunca estuvo autorizado a utilizarlo, va de la mano de una mirada que se hace carne tanto en el mandatario como en su círculo más cerrado: no habrá ruptura con el cristinismo, pero tampoco “sumisión”.

   De máxima, con el acuerdo de precios y salarios que propondrá esta semana a la UIA, la CGT y la CTA, las medidas de acción directa que impulsará el Gobierno a través de la secretaría de Comercio -Fernández hace caso omiso a los que le piden la cabeza de Feletti- y con la esperanza de que los precios internacionales se reacomoden, podrá llegar a las puertas de las PASO en mejores condiciones que en las que se encuentra hoy.