Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Alberto piensa en octubre, pero también en la reelección…

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

   Alberto Fernández piensa en su reelección en 2023. Casi de improviso, el Presidente y sus principales colaboradores instalaron el tema en sus conversaciones de los últimos días en la que se terminó de plasmar una estrategia que debería servir para el primer paso fundamental, que sería ganar las elecciones de octubre, antes de ir por aquel premio mayor.

   Para uno de los funcionarios que frecuenta a diario los despachos de Olivos y la Casa Rosada, no es novedad que Alberto se plantee el objetivo de buscar un segundo mandato. “El tema no estaba en los diarios porque nos concentramos en gobernador y en domar la pandemia”, se atajó el confidente frente a una clara evidencia: nadie hasta ahora se había detenido a mencionar el tema de la reelección.

   Si se profundiza la mirada, habría que coincidir que si alguna precisión se podía obtener hasta ahora tanto en el Gobierno, como en el nunca oficializado pero omnipresente “albertismo”, aunque también en el cristinismo puro que se mueve alrededor del Instituto Patria y en el mismo Congreso, era que Alberto decididamente no figuraba en los planes para una candidatura en 2023.

   Ahora se sabe, si hay que creerle a quienes trabajan a diario junto a él, que tal vez efectivamente Alberto siempre tuvo en mente ir por un segundo mandato si se alinean los planetas, como podría considerarse habitual en cualquier presidente de ésta u otras latitudes, pero que se cuidaba de hacerlo trascender. 

   El jefe de Estado cree, puede afirmarse ahora con algunos indicios a la mano, que si saca la gestión adelante, si “hace las cosas bien” en tres asignaturas claves, la chance de ir por un segundo mandato se caerá de madura. 

   Ocurre que si algo se susurraba hasta ahora sobre el tema de la candidatura presidencial del Frente de Todos para 2023 era que Cristina Fernández tenía en mente para ocupar esa vacante a su hijo Máximo, o mejor aún al gobernador de Buenos Aires y uno de sus “hijos políticos” predilectos, Axel Kicillof. Alberto, claramente, no figuraba en esos planes de la vice.

   Y que se conozca, no figura actualmente mientras en el Instituto Patria se rumorea que ella se entusiasma ahora con una candidatura presidencial de Axel y con la de su hijo para suceder al exministro al frente de la gobernación bonaerense.

   Pues bien, en la Casa Rosada se insiste en que Alberto nunca descartó ser candidato a la reelección. Y que buena parte de la escena que se ha visto en los últimos días con un presidente decididamente dispuesto al diálogo y hasta a las concesiones sectoriales, o el que se obsesiona con poder vacunar “a todo lo que se mueva” de aquí hasta antes de que finalice el próximo invierno, apuntan a ese objetivo.

   Casi como un credo, cerca del mandatario repiten que para ganar las elecciones de octubre, si es que se mantiene esa fecha y no se postergan para diciembre, hay que ganar la batalla de la vacunación masiva, sin mirar tanto el sello de procedencia del producto. También hay que domar la inflación a niveles que respeten mínimamente lo estipulado en el Presupuesto 2021, porque sencillamente las subas impactan en el bolsillo del trabajador. 

   Por la misma banda hay que conseguir acuerdos sectoriales para que los salarios al final del año le hayan ganado a la inflación. Y finalmente pero no menos importante la estrategia pasa por mostrar a un gobierno dispuesto al diálogo, a corregir rumbos donde sea necesario, y en propiciar el acercamiento y no la guerra con los sectores de la producción y el trabajo.

   Una síntesis de esa estrategia se escuchó el jueves en boca de un funcionario que asistió a los tres encuentros que mantuvo el gobierno con dirigentes del campo, empresarios y las cúpulas sindicales: “Hay que seducir a la clase media, que es la que está un poco enojada, pero en especial  al 18/20 % de ciudadanos que se sintió estafado por el macrismo”.

   Llamó la atención, sin que desde el gobierno hayan dado señales de que se tratase de un conejo sacado de la galera, como pareció, el clima que rodeó los tres encuentros claves que Alberto, Santiago Cafiero y Martín Guzmán, más la primera plana del gabinete mantuvieron con la Mesa de Enlace agropecuaria, con los principales dirigentes de la CGT y la CTA, y con más de medio centenar de empresarios de primera línea, en los dos últimos casos para avanzar en un acuerdo de precios y salarios.

   Los mismos convocados se extrañaron por la “gran cordialidad” con la que fueron tratados. Y la clara señal dada por el presidente de que el diálogo civilizado es posible. “Cuenten conmigo”, reveló un ruralista que les dijo a todos ellos, tras la marcha atrás con la amenaza de subir las retenciones o fijar cupos a las exportaciones. El jueves los empresarios aplaudieron a Guzmán, que ha tomado distancias del populismo a ultranza que se aplicó desde que la pandemia se hizo fuerte.  Un día antes, dato clave si los hay, Alberto recibió al campo junto a Felipe Solá y Gustavo Béliz, parados en la vereda opuesta a la de los Kirchner en la batalla de 2008.

   El 4 % de inflación en enero no ayuda a avanzar en parte de esa estrategia para ganar en octubre. Igual el presidente repite como un mantra delante de sus íntimos: “Vacunar a todos, doblegar la inflación y no irritar a la clase media, los indecisos y desencantados”. 

   ¿Fulbito para la tribuna? ¿Apenas herejías de la política que obliga a pegar volantazos tal vez no deseados? ¿El “destape”  de Alberto, listo para terciar en una pelea en la que no era tenido en cuenta?

   En el cristinismo duro solo dicen por ahora que están “procesando” las movidas presidenciales.