Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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Ayer y hoy: memorias de una vejez

"Hoy todo es fugaz. Muchos viejos mueren en los geriátricos. No hay tiempo para ellos, todo es rápido. Hay que trabajar, hay que comprar". Escribe Blanca Sánchez.

Antes, cuando yo era chica, los viejos eran importantes. Yo tenía a mi abuela, a la que íbamos a visitar con mi hermana; nos contaba cuentos, nos hablaba de su vida y de su tierra natal, Salamanca, al lado del río Tormes que pasaba por su pueblo, Garcihernandez. La íbamos a buscar para que comiera con nosotros los domingos, en los que mi mamá amasaba ñoquis, ravioles o tallarines.
Su memoria sigue intacta en mí: la veo con su vestido negro y su pelo blanco, el mismo que heredé.
Pienso en su fortaleza al quedar viuda a los cuarenta años, con cinco hijos, y emigrar a Argentina en el año 1910, para trabajar y hacer trabajar a todos sus pequeños para poder subsistir.
Cuánta valentía, cuánto habrá extrañado su casa, construida por mi abuelo en el pueblo donde habían nacido todos, el que tuve la emoción de conocer hace 45 años. Su pueblo, su río, su casa, el resto de la familia, allí quedó todo.
Heredamos eso, su memoria, y la respetamos hasta su muerte, a los 91 años en compañía de su familia. Se fue con su vestido negro impecable.
Recuerdo eso. Hoy todo es fugaz. Muchos viejos mueren en los geriátricos. No hay tiempo para ellos, todo es rápido. Hay que trabajar, hay que comprar. La memoria se compra; con un click con el dedo ya sabes todo lo que pasa y pasó en el mundo. Los viejos ya no somos tan necesarios, ocupamos un lugar en el que todo se ha robotizado, donde  hay menos cabida para el recuerdo de antaño, para el abrazo. Todo es rápido y nosotros caminamos lento, pensamos profundo, oímos mal. Nos quieren, pero a veces estorbamos, no hay tiempo... Por eso están los geriátricos.

Blanca Sánchez vive en Bahía Blanca.