Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Pasaron las PASO: una vez más, ganó la democracia

Las recientes elecciones demuestran una vez más que, con sus luces y sombras, el sistema ha llegado a nuestro país para quedarse.  

"La democracia es el caos provisto de urnas", escribió el ensayista Thomas Carlyle. Jorge Luis Borges dijo que era "un abuso de a estadística", mientras que el politólgo norteamericano Robert

Dahl señaló que la democracia "no puede garantizar ciudadanos felices, prósperos, saludables, pacíficos o justos, pero es una apuesta mejor a cualquier otra alternativa”.

Con sus luces y sombras, la democracia ha llegado para quedarse en nuestro país. Desde hace 36 años de manera ininterrumpida la ciudadanía define cuáles son sus gobernantes. La mayoría decide quién gobierna. Lo hace con su voto, con su convencimiento, con su carga de sensaciones de quienes desde el llano viven día a día la realidad del país.

Han pasado las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, la discutidas PASO, una megaencuesta previa a las elecciones generales que exige un gasto de 85 millones de dólares, un monto poco menos que inapropiado para el momento que atraviesa la economía nacional.

La gente ha respondido -el 78% de asistencia a las urnas es muestra del interés en hacer pública la opinión de cada ciudadano-, ha votado, se ha manifestado y, sobre todo, ha dejado en claro que no hay encuesta ni analista político ni opinólogo que termine de interpretar el fondo real que rige a la sociedad.

En un resultado inesperado en su dimensión, el oficialismo ha perdido con números calamitosos, con diferencia de porcentajes impensados y en muchos casos difíciles de revertir de cara a las elecciones generales de octubre.

La ciudadanía decidió cerrar las puertas a la actual gestión, disconforme con la manera en que ha manejado el gobierno, la delicada situación económica y laboral, las promesas incumplidas, las señales confusas.

Ha resuelto con su voto regresar a la anterior administración, la misma a la que le quitó su confianza cuando creyó que no estaba haciendo las cosas de la mejor manera y cuando castigó algunas posturas y desmanejos que consideró inadecuados.

En definitiva los políticos debieran terminar de aprender la lección. Que no son ellos, que es la gente la que juzga y decide. Que no es la heladera vacía ni el futuro prometedor, ni los eslóganes o los miedos. 

Hay una sociedad que piensa y crece. Que cada vez es más consciente de su propia realidad.