Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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La Casona de los Luro, un antiguo tesoro que sobrevive en Villarino

Ubicada a pocos kilómetros de Hilario Ascasubi, en el campo piloto de Corfo Río Colorado, era usada como residencia de fin de semana y en vacaciones. Muchos de los materiales fueron traídos desde Europa.

Una vista del sector este de la casa de los Luro. / Fotos: Rodrigo García-La Nueva.

Hernán Guercio
hguercio@lanueva.com.ar

   Fue el símbolo de una época de vacas gordas, de tertulias y fiestas interminables con apellidos de muchísimo peso a nivel zonal y nacional. Grandes ventanales, galerías, tres niveles de construcción, aberturas, pisos, arañas y maderas traídos desde Europa, criados disponibles a toda hora y miles de historias entre las conocidas y las que nunca llegarán a contarse.

   La Casona de los Luro fue construida a principios del siglo pasado, allá por el 1912, cuando la familia Luro era dueña de gran parte de lo que hoy es Villarino, en un área que iba desde la traza de la ruta 3 hasta el mar, y del río Colorado hasta Cabeza de Buey. En medio de toda esa zona se encontraba (se encuentra) la estancia San Adolfo, a unos 1.000 metros de la ruta, frente hacia donde hoy está Hilario Ascasubi.

   El edificio, de estilo colonial-neoclásico, fue terminado en 1924. Los trabajos habían sido conducidos y supervisados por un arquitecto italiano de apellido Buzzi, quien también construyó otras casas de la familia que se levantaron por aquellos tiempos.

La llegada del primer auto a Villarino, hace un siglo.

   La edificación contaba (cuenta) con 850 metros cuadrados de superficie, 26 habitaciones entre planta baja y primer piso, un sótano de unos 60 metros cuadrados con dos troneras para ingresar mercadería, y el frente de la vivienda de cara al norte. Las alas este y oeste fueron coronadas por la figura de un ramo de cardos grabados en el revoque; por esta razón, el lugar también es denominado como haras Los Cardos. En el centro de la construcción, en la planta baja, estaba el gran salón, con un inmenso fogón con detalles de mármol y la única escalera hacia el primer piso que, incluso hoy en día se encuentra en excelente estado.

   Nunca fue una vivienda estable para la familia; era más bien una casa de campo, de vacaciones o de fin de semana. Contaba con su propia escuela, un galpón con vivienda y una suerte de bodega donde se almacenaba el vino que se hacía con las vides que había en la estancia.

   Las tierras se fueron repartiendo entre los 14 hijos de Pedro Luro, y San Adolfo le correspondió a Carlos, el último en nacer. El funcionamiento de los campos tenía estrecha relación: El Chara, por ejemplo, tenía un muelle que hoy todavía se mantiene en pie, unos kilómetros al norte de La Chiquita, por donde entraba y salía mercancía; también había un tren de trocha angosta para el transporte de materiales desde y hacia La Planchada, y en El Consumo se producían los vegetales y frutas para el resto de los establecimientos. Además de vides, San Adolfo tenía carnicería y panadería, y los habitantes de Hilario Ascasubi compraban el pan en ella. Incluso, hay una foto que muestra al primer auto que hubo en Villarino fuera del casco de la estancia, cuando la galería norte aún no estaba cerrada.

La escalera, imponente, hecha en su totalidad de madera.

   Pero la bonanza no fue eterna. El Banco de la Provincia de Buenos Aires se quedó con la estancia a principios de los 40, y en 1951 el gobierno de Juan Domingo Perón se lo cedió al ministerio de Asuntos Agrarios. No hay registros oficiales, pero la versión más difundida y aceptada asegura que Carlos Luro perdió todas sus tierras en un casino en Montecarlo y debió entregarlas para pagar la deuda. La casona dejó de pertenecer a los Luro, aunque mucha de la gente que trabajaba en ella se quedó viviendo en el lugar.

   Con el correr de los años, el edificio pasó a ser utilizado por Corfo, la UNS, el ministerio de Asuntos Agrarios y la delegación de la recientemente formada Aldea San Adolfo. En la década del '70 también funcionó la Escuela Mono-Técnica, en la que se enseñaban conocimientos sobre mecánica y tareas rurales y, a mediados de los '80, quedaría en manos de Corfo.

   “Desde esa época está a la buena de Dios —cuenta a La Nueva. la docente Noelia Sensini, de Hilario Ascasubi, administradora del grupo de Facebook Amigos de la Casona de San Adolfo—. Las oficinas de Corfo se hicieron en la parte de atrás y la casona quedó sin uso y desde entonces se viene utilizando como depósito”.

Noelia Sensini, junto al hogar con detalles de mármol.

   El distrito de Villarino protegió, en su momento, la fachada del edificio al declararlo patrimonio histórico, pero nunca se habló de su interior. Con el correr de los años fueron desapareciendo muebles, pedazos de pisos, se guardaron herramientas, bolsas de cereal o fertilizantes, y el lugar se fue poblando de ratas, lechuzas y demás.

   Solo permanecen —casi— inmaculados la escalera y el hogar del salón. De lo que una vez fue un símbolo de riqueza hoy quedan ventanas con vidrios rotos, viejas puertas que apenas abren, pisos inundados por excremento de palomas y persianas que, a duras penas, soportan el viento. La bodega, que otrora almacenara el vino de los Luro, fue demolida hace unas semanas.
Ahí es donde aparece Amigos de la Casona, un grupo que se formó como una suerte de museo virtual hace unos años, que hoy cuenta con casi un millar de miembros y pide que el edificio tenga un mejor uso: que se convierta en museo, centro cultural, hotel rural, instituto de formación o sede de una entidad oficial. Lo importante es no permitir que se siga perdiendo un lugar fundamental de la historia de Villarino. 

El salón principal, con la escalera que va a la planta alta.

   Según arquitectos e ingenieros que la han visitado recientemente, la construcción se encuentra en buen estado estructural de conservación, “haciéndose evidente el desgaste y deterioro de muros y revestimientos”. La causa principal, concluyen, es la falta de mantenimiento.

   Por ello, hace algunas semanas se presentó en el Concejo Deliberante de Villarino un proyecto de resolución para que tanto el gobierno de Villarino, el CD y Corfo discutan y determinen “un tratamiento adecuado y eficiente” para la casona.

   Hasta el momento, el proyecto se encuentra en comisión. “Como docente, me preocupa que los chicos del pueblo no tengan idea de qué es ese lugar, que está a 2 mil metros del pueblo. Hay que dárselo a una institución o entidad que lo pueda poner en valor (con el apoyo de la comunidad); si Corfo no lo puede arreglar, que lo dé en comodato o lo concesione para que sea explotado”, señala Sensini.

Peligro de derrumbe

   El administrador de la Corporación de Fomento del río Colorado, León Somenson, señaló a La Nueva. que no tendría inconveniente con que la casona de los Luro sea cedida a otra institución o al propio municipio de Villarino, siempre y cuando sea reparada y puesta en valor.

   “La fachada de la casa fue declarada como patrimonio histórico en 2013, pero decidimos mantenerla cerrada por cuestiones de seguridad, porque tiene peligro de derrumbe”, señaló.
Al respecto, remarcó que es necesario poner mucho dinero en ella para habilitarla nuevamente y que sea útil para alguna institución.

   “Todo corre por el tema del financiamiento. Mientras Corfo pueda colaborar lo hará, pero no contamos con presupuesto para hacer las reparaciones; solo para la red de riego y las obras necesarias en ella”, advirtió.

   Además, recordó que más allá de algunos encuentros o visitas que se han llevado a cabo, la casona se encuentra dentro del campo experimental de Corfo y no se puede ingresar.
“Hay gente que entra sin pedir permiso, y eso no es posible. Algunos lo han hecho, pero nadie puede hacerlo sin autorización, porque es un espacio privado”, comentó.