Bahía Blanca | Domingo, 28 de abril

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Más de medio siglo de saqueos y planfletos electorales con distintos colores políticos

El desguace de los ferrocarriles comenzó en los 60, pero en los últimos 25 años se terminó el trabajo.

Fotos: Rocío Zabalza y Archivo La Nueva.

Adrián Luciani / aluciani@lanueva.com

   Apenas 25 años bastaron para resumir a cenizas lo que fue el mayor motor de desarrollo local y regional.
   Si bien el desguace de los ferrocarriles comenzó en la década del ’60, cuando la motorización del país hizo poner el acento en los camiones, los ómnibus y los automóviles, el saqueo se acentuó en las últimas décadas, con una extraña paradoja: mientras en público los gobernantes decían una cosa en la realidad terminaban haciendo otra.
   Luego del menemismo, que con un mensaje directo y descarnado privatizó y desmanteló todo lo que pudo, vinieron otras administraciones que utilizaron al tren como un panfleto electoral, apelando a la nostalgia de varias generaciones que aún siguen amándolo.

   Y la lista de demagógicos anuncios involucra a todo el arco político, desde aquel candidato a presidente por el radicalismo que en 1995 llegó a Bahía en un tren que jamás regreso hasta el relato kirchnerista, iniciado en 2005 cuando Néstor anunció a los cuatro vientos la derogación del decreto firmado por Carlos Menem, en 1992, que había sellado la desaparición de los trenes de pasajeros de larga distancia en la Argentina.
   Poco después su secretario de Transporte, Ricardo Jaime fue quien anticipó un acuerdo con España por 1.100 millones de dólares para la compra de trenes usados que iban a estar destinados a reforzar los servicios urbanos y suburbanos del área metropolitana, pero también a sostener la rehabilitación de los trenes de pasajeros al interior, por caso el Buenos Aires–Bariloche, pasando por Bahía.
   El resultado es conocido por todos. Luego fue Cristina Fernández la que continuó la estrategia de llenar con anuncios los días previos a los actos electorales.
Incluso se llegó al punto de perfeccionar esos métodos propagandísticos. Por ejemplo, a mediados de 2009 la jefa de Estado se comunicó por teleconferencia con la ciudad bonaerense de Lincoln para reinaugurar el servicio con la pampeana Realicó, que había sido desafectado muchos años antes.
   Sin embargo, pese al acto desarrollado con bombos y platillos donde todos los presentes aplaudieron ilusionados el paso de un coche motor de la empresa TBA, esa formación regresó a Buenos Aires y jamás volvió.

En 20 años Ferrobaires perdió 1.099 Kilómetros de vías y muchísimos servicios. También redujo por arte de magia el 88% de las locomotoras y el 77% de los vagones que tenía dos décadas atrás. demás aumentó 2,5 veces más empleados que hace 10 años y multiplicó por 13 su presupuesto desde 2003.

   Luego vino la tragedia de Once y la irrupción de Florencio Randazzo como ministro de Transporte, pero más allá de las grandes inversiones hechas, la gran mayoría puede resumirse a operaciones de cosmética y sin una estrategia que fuese más allá de lo electoral y de su pelea con Scioli.
   Nuestra zona es ejemplo de ello, donde los trenes cero kilómetro adquiridos a China reemplazaron a las desechas formaciones de Ferrobaires. Sin embargo, la falta de inversiones concretas en infraestructura siguen haciendo que estos modernos trenes tarden 20 minutos más en llegar de Bahía a Constitución de lo que tardaba una locomotora a vapor en 1913. Tan increíble como vergonzoso.
   La historia se completa con el actual gobierno, donde la única virtud que se le puede reconocer a la administración de Cambiemos es la de haber abandonado al tren como caballito de batalla electoral.
   En el medio queda la cuestionable decisión de haber centrado todos los esfuerzos en el área metropolitana y el Belgrano Cargas, desterrando (¿para siempre?) la posibilidad de volver a contar con trenes de pasajeros de larga distancia en el sur del país.

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   Sabido es que, a regañadientes, el ministerio de Transporte encabezado por Guillermo Dietrich aceptó poner tres servicios semanales con trenes chinos entre Bahía Blanca y Constitución. Apenas fue una migaja frente a lo que la ciudad y la región merecen. Incluso en esta zona el mejoramiento de los servicios de cargas quedó para bastante más adelante, probablemente para 2024, poniendo el acento en el futuro ramal a Vaca Muerta.
   La desaparición de Ferrobaires seguramente golpeará duro en el alma de quienes siguen amando al ferrocarril, pero no hace más que poner en evidencia una muerte que ya se había dado mucho antes. Apenas 25 años bastaron para demoler un capital que era parte de todos los argentinos y al que muy poco cuidaron. 
Cientos de inmuebles usurpados o saqueados, vías robadas, talleres demolidos, locomotoras y vagones rematados a precio vil, son el resultado de una tragedia colectiva donde muchas veces gobernantes y oposición terminaron siendo lo mismo. Pero aún quedan cosas por hacer, por ejemplo, velar por el patrimonio que ahora quedará inactivo. Una tarea que no es menor y que jamás se hizo.