Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Taller de Cocina Biomédica para personas con problemas de salud

Se dictará este sábado en la sede de La Bancaria, Mitre 177, de 9 a 12. Está destinado a personas que quieran cambiar hábitos de comidas, padres de niños con autismo, personas con enfermedades autoinmunes, celíacos, asma, diabéticos, alergias alimentarias, intolerancias alimentarias, APLV (alergia a la proteína de la leche de vaca), entre otras. 

Fotos: PH Santiago Ciuffo

   A partir del diagnóstico de una de sus hijas, Macarena "Make" Oyarzo Salazar creó la Cocina Biomédica, que propone una transformación en la alimentación para mejorar nuestra calidad de vida cotidiana. Este desarrollo gastronómico no propone curas, recuperaciones milagrosas, ni soluciones mágicas, se trata una herramienta complementaria, basada en la eliminación de gluten, azúcar, caseína (lácteos), soja, levaduras, aditivos, conservantes y colorantes artificiales. Con este cambio de hábitos, que requiere tiempo y paciencia, a veces se obtienen buenos resultados y otras mínimos pero nunca negativos.

   El seminario está destinado a padres de niños con autismo, a personas con enfermedades autoinmunes, celíacos, asma, diabéticos, alergias alimentarias, intolerancias alimentarias, APLV (alergia a la proteína de la leche de vaca), intestino permeable, alzheimer, epilepsia, déficit de atención, hiperactividad, candidiasis, fibromialgia,  artritis reumatoide, obesidad, etc. o para aquel que quiera sentirse mejor.

   “Cocina Biomédica no es una dieta, es un cambio de alimentación de por vida para el que me propuse recrear de manera saludable todas las comidas deliciosas que tiene nuestra cultura gastronómica. Esta es una oportunidad única de repensar la manera en que nos relacionamos con el entorno, con las demás personas y con nuestro cuerpo”, dijo Make.

   El taller se realizará el sábado 17, en la Asociación Bancaria La Bancaria de Mitre 177, desde las 9. Tendrá una duración de 3 horas y un costo de 1450 $. Link para pagos: http://www.cocinabiomedica.com/440567143?

   Se enseñará a cocinar pan tipo lactal, Ghee (manteca apta), empanadas, mijo, comida sin TACC, sin lácteos, sin azúcar, levaduras ni soja. También se elaborará masa quebrada (galletitas), dulce de leche (sin leches vegetales). También enseñará a elaborar comidas sanas sin conservantes, aditivos ni colorantes artificiales.

   Además de la chef, brindará una charla la Licenciada en Nutrición (UBA) Maria Luz Sanz, con apoyo visual teórico y práctico. Los asistentes se llevarán material digital con las recetas a realizarse en el seminario, material digital con información fundamental para llevar a cabo el proceso de limpieza no solo de la alimentación sino también como reemplazar los artículos de higiene en nuestras casas. Informacion clara sobre reemplazos de harinas permitidas, azucares permitidos,leches permitidas y levaduras aptas.

Su historia

   Make nació en 1984 en Santiago de Chile, y creció en la Argentina. En 2005, recibió su título de profesional gastronómica por el Instituto Gastronómico del Sur. Cocinera, profesora y conferencista, ha dictado cursos y talleres en la Argentina, Perú, Uruguay y Chile sobre Cocina Biomédica, un concepto que creó en 2012 para promover la alimentación saludable. Mamá de Maia y Malena, desde 2017 es también la embajadora argentina de Food Revolution. Autora de los libros “Cocina Biomédica-guía práctica” (2015) y “Cocina Biomédica” recientemente lanzado por Editorial Planeta.

   Maia nació un 11 de marzo de 2008 en Alicante, España. Su desarrollo fue normal, comenzó a crecer, ganar peso y el pediatra me decía que estaba muy estimulada, cuando comenzamos a darle la leche fórmula y los “potitos” (comida envasada supuestamente buenísima) cambió su forma de ir de cuerpo. Cada vez que consultaba me decían que no era nada. Seguí consultando porque notaba “ausencias”, como que se tildaba y se quedaba mirando un punto fijo. Esto no alarmó a ningún pediatra. Vomitaba, tenía fiebre, placas, etc. y todos los problemas se solucionaban con una ingesta indiscriminada de antibióticos. Pero a su vez, Maia sonreía, me miraba, aprendía palabras en inglés y en español y su desarrollo era normal. Crisis del 2009 y otro bebé en camino fueron las causas por las que decidí volver a Argentina. Maia tenía quince meses. Mudarse de país es una experiencia que afecta a cualquiera y Maia no fue la excepción. Ya instalados en Buenos Aires, notaba que algunas cosas no estaban bien, comencé a darle un famoso yogurt -que ayuda a ir de cuerpo- porque no podía ir al baño. Cuando recurrí al pediatra, no vió nada raro, pero su lenguaje se iba perdiendo y su único interés era la TV. Todos me decían que era por los cambios vividos, mudanza, hermanita,y ver mucha gente en casa, entre otras cosas. El consejo común era “QUE LE DIERA TIEMPO, QUE YA IBA A HABLAR”.

   "Así llegamos al primer día de jardín y Maia grito todo el tiempo, no toleraba que la señorita cantara, que los niños gritaran, la música, nada. Mientras el tiempo pasaba, la conducta de Maia empeoraba, no toleraba los sonidos fuertes, gritaba y todo el tiempo repetía el siguiente sonido: “tikitititikikikii”, esa era su forma de comunicarse, yo debía traducir e interpretar qué era lo que deseaba. Si la peinaba o le caiga una gota de agua en el cuerpo era un griterío, la TV era su vida, pasaba horas balanceándose mirando fijo, casi pegada a la pantalla, de la cual era imposible despegarla. Llamarla para que viniera, o simplemente me mirara, me llevaba hasta seis veces decir su nombre y luego golpear mis manos para conseguir su atención. No toleraba ni un grano de arroz en su comida, debía procesar todo, lo único que quería era su leche y yogurt. Dibujar era un proceso imposible, su trazo era tan fuerte que llegaba a romper las hojas, no había juego simbólico, solo apilaba y construía grandes filas con sus juguetes y no registraba nada que estuviera pasando a su alrededor. Un día me llamaron del gabinete pedagógico del jardín para que solicitara turno con un neurólogo, efectivamente algo no estaba bien. Recuerdo este día, porque cuando ingresé al jardín, pasé por su salita, la señorita estaba leyendo un cuento y todos los niños sentados alrededor; Maia estaba en una esquina mirando la pared con su campera y mochila puesta. Siempre voy a recordar esa imagen, es el día de hoy que pienso en ese momento y me llena de pena".

   "Consulté finalmente al neurólogo y llegó el diagnóstico: “Autismo... No, mejor TGD, con discapacidad mental”. Luego de esto no escuche más, no puedo recordar el después, en ese momento se me apagó el cerebro, esta sentencia llegó a los tres años y nueve meses. Durante un año busqué terapias, médicos, y la forma de poder ayudarla, hasta que un día recibí un mail de mi gran amiga Lucia Toncovich, con la una noticia de un niño con autismo que había podido ir a la facultad y salir del espectro. Cuando comencé a leer, vi que sus padres habían hecho miles de terapias, con perros, caballos, etc., y que también habían modificado la alimentación. Cuando llegué a ese punto, no pude continuar leyendo, mi profesión era la gastronomía, y si bien la había abandonado luego de tener a mis hijas, no pude dejar de pensar que la comida cura. Comencé a buscar información, esa noche me quedé leyendo todo lo que podía encontrar en la web y al otro día lo implementé. Saqué lácteos, harinas, azúcares, soja, químicos, aditivos, conservantes, colorantes, shampoo, jabón, perfumes y artículos de limpieza del hogar".

   "Fueron tres días de furia, pero las que convivimos con chicos especiales lo sufrimos a diario; así que pensé “¿Qué cuesta soportar así un par de días más…, quizá un mes, dos?”. Tres días bastaron para que mi hija me mirara esa mañana y me sonriera, me acerqué a saludarla con un “Buenos días” y cuando besé su carita, comenzó a sonreír. De a poco, Maia se fue recuperando, al año de dieta continuamos con las terapias básicas, psicología, psicopedagogía, fonoaudiología y comenzó a reconocerse ella como persona, a decirme mamá, aprendió a jugar con su hermana y así, de a poquito, fuimos día a día ganando y recuperando todo el tiempo perdido. Hoy Maia es una nena feliz, tiene diez años, se destaca en pintura y dibujo, escribe y lee, su coeficiente intelectual es de 106, a pesar que en un principio me dijeron "discapacidad mental". Le gusta andar en bicicleta, ir a la pileta, andar a caballo, correr, jugar con los animales, disfrazarse, en fin, lo que hace cualquier niño de su edad".

   "Mi deber como mamá es contar mi historia personal, lo he superado sola. Las madres debemos mantenernos fuertes, por más que nos digan que estamos locas. El instinto materno es más fuerte que cualquier cosa, por eso insisto, no se rindan. La recuperación es posible", concluyó.