Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Nunca más

Cierta tarde, todavía niño, le pregunté a mi padre si alguna vez había matado a alguien. Yo jugaba a los soldaditos y en la tele encendida se hablaba mucho del Ejército, la Marina y eso. Los comandantes en jefe, en la muy incipiente democracia, seguían siendo nombres de peso. Hoy, confieso con algo de vergüenza periodística, ni siquiera recuerdo quién reemplazó a César Milani.

Me miró con una cara de sorpresa como nunca le había visto y me preguntó por qué le preguntaba. La memoria me traiciona, yo no tendría más de 6 o 7 años. Supongo que estaría fascinado con las primeras biografías de próceres que empezaba a chapucear. Los próceres iban a las guerras y, para mí, mi viejo era un prohombre de la Patria, con todo y sable que nunca tuvo. El no hacía demasiado para negarlo.

Formo parte de la generación que nació durante la última dictadura pero se crió y desarrolló en democracia. Tardé varios años en entender, en empezar a tratar de entender, qué había pasado el 24 de marzo de 1976. Todo lo que sabemos los nacidos en el Proceso se basa en relatos, lecturas, documentales, películas. Informaciones amplias, sesgadas, abiertas, dirigidas. Siempre intencionadas.

Sé que es difícil comprender plenamente qué pasó hace 40 años y que uno de los ejercicios más delicados es intentar alguna imparcialidad. Entre las pocas cosas que me quedan claras, entiendo que es casi imposible captar la atmósfera de violencia para quienes no la vivimos. También me queda clarísimo que cualquier intento de acallar ideas es inútil, ahora y siempre.

Otra cosa que me acuerdo de esa época es la campaña presidencial del 83. Con mi hermana salíamos al patio y cantábamos a los gritos las consignas de todos los partidos políticos. No entendíamos quién era nadie, pero sí percibíamos el ambiente de euforia. Hoy recuerdo solo uno de los eslóganes, que no sabría decir si era real o inventado por ella, más grande e imaginativa que yo. Gritábamos "¡Alende, Alende, Partido Intransigente!". De la Marcha Peronista, quizás solo el estribillo.

Como todos, tengo opinión sobre lo ocurrido entre 1976 y 1983. También sobre lo que pasó antes y después.

Las memorias individuales tienen más de benevolencia que de autocrítica. Salvo las víctimas directas, todos los que vivieron esos años mienten, se mienten, aunque sea un poco.