La asueroterapia
Hace 79 años, en septiembre de 1930, llegó a nuestra ciudad el médico Eduardo Gómez Llueca, especialista en asueroterapia, un "milagroso" método de curación desarrollado en nuestro país por el médico Carlos Asuero.
Nativo de San Sebastián, España, Asuero llegó a la Argentina en abril de aquel año, para desarrollar un sistema capaz de curar sorderas, parálisis, reumas y otros males. Para ello, actuaba sobre el trigémino, el quinto par de nervios que emerge del cráneo a través de un orificio propio.
A pesar de ser acusado por el pensador Ortega y Gasset de ser "un charlatán irresponsable", Asuero causó sensación en nuestro país; sobre todo, entre el ambiente político, artístico y de clase alta. Habilitó rápidamente una clínica, donde sus discípulos atendían también a gente del común, la mayoría proveniente del interior. Fue en ese contexto que muchos médicos comenzaron a viajar por el país, ofreciendo el servicio.
Bahía Blanca, por caso, recibió, en junio de 1930, a Rafael Busico, quien atendió, con publicitado éxito, en el hotel Atlántico (Brown y avenida Colón). Para entonces, Asuero comenzó a tener problemas legales, acusado de "ejercicio ilegal de la medicina". Cuando advirtió que su situación era comprometida, regresó a España. Aseguran que, con el dinero que hizo en esta tierra, en los escasos seis meses de residencia, vivió holgadamente los doce años de vida que le quedaron.
A tres meses de su partida, aún llegaban a nuestra ciudad "médicos asueroterapistas", como Fernando Vital ("discípulo de Asuero en San Sebastián"), quien atendió en el hotel Central Muñiz, y Gómez Llueca (de la Clínica Nacional Asueroterápica), quien se alojó en el hotel D'Italia. En 1931, la asueroterapia fue definitivamente prohibida en el país.