Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Nueve años de prisión por un violento asalto

Una pena de nueve años de prisión le impuso la justicia local a un sujeto, con antecedentes penales, que fue hallado culpable de ser uno de los autores de un violento robo con armas consumado en un establecimiento rural de Coronel Pringles. El fallo, dictado por el Tribunal en lo Criminal Nº 1, recayó sobre César Ezequiel Pereyra, de 28 años, alias "Kuki", quien también fue sentenciado por un hecho de lesiones.

 Una pena de nueve años de prisión le impuso la justicia local a un sujeto, con antecedentes penales, que fue hallado culpable de ser uno de los autores de un violento robo con armas consumado en un establecimiento rural de Coronel Pringles.


 El fallo, dictado por el Tribunal en lo Criminal Nº 1, recayó sobre César Ezequiel Pereyra, de 28 años, alias "Kuki", quien también fue sentenciado por un hecho de lesiones.


 La fiscal Olga Cristina Herro había solicitado diez años de cárcel para el imputado, mientras que el defensor particular, Alejo López Lecube, planteó su absolución.


 Los jueces Enrique José Montironi, Miguel Alberto Adrover y Susana Amelia González La Riva Aristegui, coincidieron con la fiscalía, al considerar indudable la intervención del individuo en los hechos.


 El delito principal que se probó en su contra se perpetró el 27 de noviembre de 2005, a las 22.30, en el campo La Pequeña, ubicado en el cuartel décimoprimero de Coronel Pringles.


 Allí, mediante la utilización de armas de fuego, dos delincuentes redujeron al matrimonio integrado por Rolando Villar y Elba Susana Kozzoff, ambos de más de 70 años de edad, y al casero Rodolfo Balbuena.


 Luego de golpear, maniatar y agredir verbalmente a las víctimas, los sujetos huyeron con un automóvil Toyota Corolla, dominio EVB 276, de la pareja denunciante, así como un teléfono celular, dos revólveres calibres 38 y 22, una pistola 22, 2.000 pesos en efectivo y diez mil dólares.


 Un día más tarde, en la finca de Pereyra, ubicada en la calle 41 número 187, de aquella ciudad, se encontró una de las armas utilizadas --un revólver calibre 38 con cinco proyectiles y un cartucho 28--, además de una capucha.

Testimonio contundente




 Entre los elementos de cargo, el tribunal puso especial énfasis en la declaración de Balbuena, quien reconoció a Pereyra como uno de los autores del delito.


 En principio lo individualizó por "sus movimientos, en la forma de hablar, gestos y forma de caminar", teniendo en cuenta que lo conocía desde hacía más de cinco años, de distintos lugares de esparcimiento nocturno.


 Incluso aclaró que en un momento se le corrió el pasamontañas y pudo ver sus ojos, nariz y pómulos redondeados, que lo llevaron a confirmar sus sospechas.


 Por otro lado, reconoció el revólver secuestrado como el que portaba el apodado "Kuki", porque "le apuntó de cerca".


 A su vez, declaró en el juicio que recibió presión por parte de hermanos de Pereyra, quienes dialogaron con una vecina suya y le dijeron que "debía cambiar" su declaración, aunque recalcó que estaba seguro de su acusación.


 De todas maneras, reconoció que tuvo temor a represalias y por ese motivo, apenas dos días después de la sustracción, se alejó de Pringles, en dirección al sur del país, ignorando hasta su propia madre su destino.


 Villar, por su lado, también brindó detalles del atraco y dijo que uno de los momentos más dramáticos fue cuando escuchó gritar a su mujer y alcanzó a tomar un arma de su propiedad, con la cual efectuó disparos al aire, pero finalmente fue reducido por uno de los ladrones, quien lo golpeó duramente, hasta que se hizo el desmayado.


 Relató que los ataron y los trasladaron al baño, donde quedaron encerrados y debieron romper la puerta para poder salir.


 El productor fue quien reconoció la capucha secuestrada en la casa de Pereyra como la que portaba uno de los ladrones.


 Finalmente, Kozzoff manifestó no olvidarse de aquel día porque era su cumpleaños y que había estado previamente junto a su marido en Monte Hermoso.


 Señaló que, para intimidarla, uno de los malviviente le desgarró la ropa y prácticamente la desnudó, para cubrirle la cabeza con un trapo.


 Tanto Villar como su mujer tuvieron presente que Balbuena reconoció inmediatamente a Pereyra como uno de los asaltantes.

Aporte policial




 También obraron en contra del procesado los dichos de los policías Ricardo Moraga y Germán Streitemberger, quienes trabajaron en el caso y admitieron que el sujeto cuenta con numerosos antecedentes.


 Moraga tomó parte del allanamiento en la casa del sospechoso y secuestró la capucha y el arma, que estaba escondida debajo del colchón de una cama.


 El otro uniformado dijo que conocía la imputación de Balbuena contra Pereyra.


 "Surge sin hesitación alguna demostrada la autoría y penal responsabilidad del encartado en los hechos que se le enrostran", se indicó en el fallo.


 "El testimonio de Héctor Rodolfo Balbuena sirve como base del plexo probatorio que compromete al encartado, y ello es así, pues dicho testimonio se encuentra avalado, corroborado y complementado por el resto de las pruebas", sostuvieron los jueces.


 Un ejemplo de esa afirmación fueron los reconocimientos, por parte de Villar y Kozzoff, de la capucha y el revólver incautados en la casa de Pereyra.


 Antes de dictar sentencia, los magistrados mencionaron como agravantes de la conducta del detenido, la nocturnidad, los antecedentes penales que registra, la modalidad del hecho y la violencia física y moral ejercida sobre las víctimas.


 Pereyra fue culpado de robo agravado por el uso de armas y tenencia de arma de guerra sin la debida autorización, en concurso real de delitos, fijándose la pena en 9 años de prisión.

Por lesiones. En el mismo juicio, César Pereyra fue condenado por golpear a Hugo Héctor Olhaberry, dentro del boliche Coyote, de Coronel Pringles, la madrugada del 14 de agosto de 2004. En ese caso se probó su intervención por los dichos de la víctima y de al menos tres testigos presenciales.