Veinte días de fiesta por la filmación de "Martín Fierro"
En marzo de 1968, la región de Bahía Blanca fue durante 20 días escenario del rodaje de secuencias de Martín Fierro, dirigida por Leopoldo Torre Nilsson e interpretada por Alfredo Alcón (Martín Fierro), Lautaro Murúa (sargento Cruz), Graciela Borges (la cautiva), Fernando Vegal (el Viejo Vizcacha), Walter Vidarte (Picardía), María Aurelia Bisutti (la mujer de Fierro), Leonardo Favio (el hijo mayor de Fierro), Julia Von Grolman, Sergio Renán y extras aportados por el V Cuerpo de Ejército y la Base Naval Puerto Belgrano.
Los lugares elegidos por Torre Nilsson fueron la estancia "Santa Rosa", de Zulema Harriet e hijos, el sitio conocido como Cueva de los Leones en La Vitícola, Fortín Mercedes y corrales de la estancia "La Salada", en proximidades de Cabildo.
El guión fue escrito por el propio Torre Nilsson junto a Ulises Petit de Murat, Beatriz Guido, Edmundo Eichelbaum, Luis Pico Estrada y Héctor Grossi, en base al poema de José Hernández.
Para los bahienses, el rodaje fue una "fiesta". Ni el calor ni las ocasionales lluvias fueron obstáculos para la presencia de curiosos, que en ocasión de la pelea entre Fierro y el indio, filmada en la Cueva de los Leones, congregó alrededor de 400 testigos.
Concluidos los trabajos diarios, Torre Nilsson y sus colaboradores controlaban en el cine Plaza el material procesado en Buenos Aires, para verificar su calidad y decidir eventuales retomas.
Impetu popular.
Al finalizar el rodaje, el 22 de marzo, Torre Nilsson manifestó que "no había dado al poema de José Hernández ninguna interpretación en particular, ni psicológica, ni política. Pero a través de esa fidelidad, espero que la película despierte las mismas polémicas. He logrado aquí, en Bahía Blanca, más de lo que me había propuesto".
Previamente, en una conferencia de prensa ofrecida en el marco del Festival de Cine de Mar del Plata, el director expresó que "se había creado un verdadero ímpetu popular en favor del filme. Constantemente nos ofrecen campos, caballos, ganado y otros elementos de valor para el rodaje. Pero no me engaño en cuanto al riesgo a que me expongo: sé que estoy abordando una obra intocable de nuestra literatura y que hay 22 millones de argentinos dispuestos a no perdonarme si fracaso".
La mayor dificultad de Torre Nilsson fue quebrar la estructura dramática del poema (que se abre largamente con la voz de Fierro y luego injerta otras voces, otras historias) y hallar una continuidad que le permitiese ensamblar el destino de Picardía, el de Vizcacha y el de sus hijos con esas dos líneas de fuerza que son Fierro y Cruz.
Resultado digno.
El otro conflicto fue el lenguaje, porque el cine suele ofrecer una resistencia al verso. Torre Nilsson soslayó el fracaso eligiendo los caminos intermedios: en vez de transitar una sola de las líneas narrativas (el enfremtamiento hombre-paisaje, el desmoronamiento de la familia), se ciñó a todas; en lugar de sucesivos monólogos en verso, introdujo algunos diálogos convencionales, que le sirvieron para reforzar más el realismo de las situaciones que para desatar sus entretelas dramáticas. El resultado fue de una sostenida dignidad.
Por otra parte, la voluntad de atrapar el pasado hasta el último detalle resultó uno de los desvelos del director. Por ese camino incurrió a veces en el puntillismo de no escatimar ni uno solo de los lugares comunes que suelen aquejar a los epígonos del gauchismo. Pero también logró trazar un valioso inventario de los usos y costumbres de la región pampeana de la época evocada.
El valioso aporte de Neyra.
Para ello, Torre Nilsson contó con el asesoramiento de Juan Carlos Neyra, estanciero de la zona de Puan y Sierra de la Ventana, que se transformó en la sombra y en la conciencia del director, que lo consultaba antes de cada toma sobre la forma de empuñar un facón, de tusar una crin o de montar un caballo.
Neyra también fue el mentor de la utilería utilizada en el rodaje: lazos, botas de potro, cinchas, cojinillos y bozales, fabricados por los peones de sus estancias. Su pasión por la minucia fue la causa de los roces con el escenógrafo Oscar Lagomarsino, que se retiró de la filmación luego de las primeras tomas, siendo reemplazado por Ponchi Morpurgo, esposa de Manuel Antín.
Para enseñarles a Murúa y a Alcón cómo se manejan las lanzas y las boleadoras, Neyra trajo a la filmación a sus peones Zacarías Silveira y Ramón y Hugo Gardiner, quienes doblaron a los actores en las peleas a cuchillo y en las escenas de doma, yerra y piala de animales.
Agustín Neifert