Bahía Blanca | Martes, 12 de agosto

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Sentires de un siglo atrás

Mañana se celebrará el centenario de una de las instituciones educativas más trascendentes de nuestra ciudad, ya que jugó y juega un rol fundamental en el desarrollo cultural local. En estas líneas, el recuerdo de la gestación y los primeros pasos de un sueño de pioneros, a quienes hoy vale la pena homenajear.
Sentires de un siglo atrás. La región. La Nueva. Bahía Blanca

Mañana se celebrará el centenario de una de las instituciones educativas más trascendentes de nuestra ciudad, ya que jugó y juega un rol fundamental en el desarrollo cultural local. En estas líneas, el recuerdo de la gestación y los primeros pasos de un sueño de pioneros, a quienes hoy vale la pena homenajear.




"El objetivo primero del Colegio Nacional consistirá en despertar al hombre íntegro, completo, que yace en el fondo de cada estudiante".

Arquitecto Julio Molina y Vedia, primer rector, 1906















 Bahía Blanca era una ciudad de 30 mil habitantes, en pleno desarrollo, cuando a fines de 1905 su población recibió la noticia de la inminente creación de un Colegio Nacional. La iniciativa formal corría por cuenta del senador Manuel Láinez, reconocido por haber sido autor, ese mismo año, de la llamada Ley Láinez, la cual autorizaba al Consejo Nacional de Educación a establecer escuelas primarias mixtas y rurales en todo el país. La creación de colegios denominados "Nacionales" fue también producto de su accionar y atendía la necesidad de dar una formación secundaria en varias ciudades del interior.


 La sociedad bahiense recibió con entusiasmo esta novedad sobre la creación de un establecimiento que permitiría a sus hijos avanzar en sus estudios sin necesidad de viajar a Buenos Aires.


 "El Colegio Nacional está llamado a verificar en nuestra juventud un cambio total en sus rumbos, ideas y aficiones", señaló en enero de 1906 el diario "El Comercio", férreo defensor, junto al resto de la prensa bahiense, de este emprendimiento.


 El establecimiento local fue creado junto con los de las ciudades de Dolores, Mercedes y San Nicolás.


 En marzo de 1906, desde el ministerio de Instrucción Pública se designaron a las autoridades y profesores de cada nuevo colegio. El arquitecto Julio Molina y Vedia, residente en la Capital Federal, fue nombrado rector. El abogado Rodolfo Dillon, vecino de nuestra ciudad, asumió como vicerrector. Fue él quien el 19 de febrero de 1906 abrió, en su estudio de calle Alsina 130, la inscripción de alumnos. Los requisitos para ingresar al Nacional eran simples: tener 12 años cumplidos y rendir examen de ingreso en caso de no tener completo el nivel primario.


 El primer anotado fue un muchacho de 28 años, español naturalizado, que buscaba ganarle horas a su trabajo para avanzar en su instrucción personal.


 Pese al entusiasmo generado por la habilitación del Nacional, Bahía Blanca fue, a despecho de su rango de gran ciudad, la que menos inscriptos tuvo en aquel primer año. Mientras Dolores tuvo 45 inscriptos, San Nicolás 35 y Mercedes 33, aquí se registraron apenas 20.


 "No deja esto de prestarse a tristes reflexiones, porque parece que en la juventud local no existiera amor al estudio", señaló por entonces un diario local.

Un lugar, los exámenes, el comienzo






 Uno de los primeros pasos fue buscar una propiedad en alquiler para alojar al colegio. La campaña no fue simple, dada la escasa cantidad de inmuebles disponibles que pudiesen servir para este uso. Finalmente se alquiló una vivienda en calle Rodríguez 48.


 "Es lo mejor que existe entre lo muy poco para elegir que ofrece nuestra ciudad", señaló "La Nueva Provincia". En rigor, tres ambientes eran más que suficientes para el funcionamiento del colegio, esto es un aula, un local para la dirección y un espacio administrativo.


 En ese lugar, el 11 de abril de 1906, la mesa examinadora, integrada por Julio Molina y Vedia, Rodolfo Dillon y Rodolfo Marcerano, comenzó a evaluar a los aspirantes a ingresar al primer año. El examen consistía en la lectura de un texto y su explicación, tener nociones generales de historia, geografía y filosofía y conocer la aplicación de las cuatro operaciones básicas de matemáticas.


 A los integrantes de esa mesa se sumó Valentín Berrondo, inspector de escuelas llegado desde Buenos Aires. El resultado de la evaluación fue por demás positivo, quedando sólo un aspirante fuera del ingreso.


 "Con satisfacción constato en la mayoría de los alumnos condiciones intelectuales que hacen esperar que la labor durante el año escolar sea eficiente", destacó Berrondo.


 El martes 17 de abril de 1906, los primeros 19 alumnos llegaron a las instalaciones de Rodríguez 48, donde una ceremonia sencilla enmarcó el inicio de las clases. En ese acto, Molina y Vedia brindó un discurso que tuvo repercusión en todo el país.


 "Pienso que el objeto de la educación es aumentar la salud, el poder y la alegría del hombre, enseñarle a conocerse y conocer el mundo que lo rodea", señaló, para luego agregar: "El objetivo primero del Colegio Nacional consistirá en despertar al hombre íntegro, completo, que yace en el fondo de cada estudiante".


 Por último, el rector realizó una singular propuesta a los padres de los alumnos: "Tengo el agrado de participar a ustedes que he resuelto mantener abiertas las puertas de las aulas para que, en cualquier momento, puedan presenciar la enseñanza que en ellas se darán".


 Terminadas sus palabras, se dictó una clase simbólica de Historia Natural y luego todos participaron de un "ligero lunch".


 El colegio funcionó aquel año inaugural con doble turno, es decir que los alumnos asistían a la mañana y a la tarde, por caso, los lunes de 8.30 a 11.20, clases de Aritmética, Historia y Geografía, y de 14 a 15.50, de Dibujo y Trabajo Manual. Esto generó las quejas de algunos padres cuyos hijos vivían en Ingeniero White y este horario los comprometía, pese a lo cual se mantuvo ese funcionamiento.


 Con la habilitación del Colegio Nacional, Bahía Blanca fortalecía sus aspiraciones culturales. Ya contaba, desde 1903, con la Escuela de Comercio y pocos meses después, en junio de 1906, comenzaban las clases en la Escuela Normal Mixta.


Hombres de los primeros días

Julio Molina y Vedia
Una personalidad singular










 Julio Molina y Vedia fue designado primer rector por el ministro de Educación Joaquín V. González y ejerció ese cargo por apenas un año, ya que en 1907, una fuerte diferencia mantenida con el cuerpo docente motivó su desplazamiento.


 Molina y Vedia era arquitecto, el número 20 recibido en el país, hijo de Octavio Molina y de Manuela de Vedia. Fue íntimo amigo de Leonor Acevedo de Borges, de su hijo Jorge Luis, de Miguel de Unamuno y de Leopoldo Lugones, con quienes compartió gran parte de su tiempo y sus sueños, en una vida que pasaba preferentemente por la política, la lectura y la bohemia.


 Miembro de una familia patricia y adinerada, su padre era dueño de la compañía de seguros "La Previsora" y propietario de extensos yerbatales en el Paraguay, Julio jamás se interesó por la empresa familiar. Fue tal la indiferencia por la fortuna paterna que pocos años después de la muerte de su padre, ésta desapareció, dejando poco menos que en la miseria a la familia.


 En 1911, Molina y Vedia regresó a nuestra ciudad para dirigir la construcción de la sede de la compañía de seguros de su padre, en la esquina de Alsina y San Martín. Un edificio de líneas art noveau que engalanó el centro bahiense. En 1920, decidió abandonar el ejercicio de su profesión para dedicarse a organizar la Sociedad de las Almas Naturales o Sociedad de los Amigos.


 Julio Molina y Vedia falleció en 1973, a los 100 años de edad, en una habitación que ocupaba en la parte trasera de una propiedad de sus hijas. Por ser familiar de los Mitre --su tía abuela, Delfina de Vedia, fue la esposa del ex presidente Bartolomé Mitre-- su deceso fue comentado en el diario "La Nación". Sus restos fueron colocados en la bóveda familiar de la Recoleta.




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Vicente Almandos Almonacid
De secretario a héroe de Francia














 El primer secretario que tuvo el Colegio Nacional era riojano y se llamaba Vicente Almandos Almonacid.


 De aire distraído, aficionado a los inventos y con amplia experiencia en agrimensura, Almonacid cubrió ese cargo hasta mediados de 1907. Ingresó entonces a la oficina técnica del municipio, desde donde desarrolló un rica tarea en favor del crecimiento de la ciudad. Fue el primer profesional en proponer reabrir el arroyo Maldonado e ideó un sistema para expropiar propiedades y poder extender algunas calles.


 Almonacid abandonó la ciudad en 1910, para dedicarse a la aviación, su nueva pasión. Por su capacidad inventiva logró una beca para trabajar en Francia, país al que marchó en 1913. Un año después se alistó en la fuerza aérea de ese país para ser parte de la Primera Guerra Mundial. Cuando en 1919 regresó a la Argentina era un héroe del país galo, habiendo recibido la Cruz de Guerra, la Legión de Honor y la Insignia de Caballería.


 En 1929, Almonacid se convirtió en "iniciador, fundador y director" de la Aeroposta Argentina, llegando a nuestra ciudad ese año en compañía de Antoine de Saint Exupéry, el célebre autor de El Principito.


  Almonacid, primer secretario del Colegio Nacional y héroe de la Primera Guerra Mundial, falleció el 16 de noviembre de 1953, a los 70 años.



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Joaquín Saurí
El catalán que enseñó y diseñó












 Con la salida de Molina y Vedia, el arquitecto Joaquín Saurí fue designado vicerrector del colegio y profesor de Matemáticas. Nacido en Barcelona, Saurí se afincó en nuestra ciudad, desarrollando una vasta tarea dentro de su profesión. Autor, entre otras, de la Casa del Angel (Brown y Anchorena) y del palacete Bañuelos (actual sede de la Sociedad Sportiva), en 1910 diseñó la fachada del Colegio Nacional que aún se conserva.


 Saurí murió en 1913, víctima de un derrame cerebral. Sus 37 años de edad y su enorme capacidad justificaron la gran conmoción que produjo su fallecimiento, con un cortejo fúnebre como jamás se había visto en nuestra ciudad.



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Valentín Vergara
Un docente de jerarquía











 Llegado desde Corrientes, en 1905, el abogado Valentín Vergara se incorporó al cuerpo docente del Colegio Nacional en 1907. Su carrera política lo llevó luego a tener que dejar las aulas. Intendente de Bahía Blanca en dos oportunidades y diputado nacional, en 1926 fue elegido gobernador de la provincia de Buenos Aires, realizando una gestión que aún en nuestros días es considerada como una de las mejores de toda la historia.


 A su gestión se deben la construcción del palacio de Tribunales, la sede del Banco Hipotecario Nacional, los nuevos edificios de la escuelas Nº 2, 3 y 5 y el edificio de Correos, entre otros.


 Terminado su período de gobernador, en mayo de 1930, Vergara preparaba su regreso a nuestra ciudad cuando una afección pulmonar acabó con su vida cuatro meses después. Tenía 53 años.