Villa Pajarito cumplió 10 años: la fiesta que afianzó la memoria de Nicolás Levalle
El proyecto nació como un ejercicio escolar en los años 60 y renació una década atrás de la mano de la Asociación Amigos de la Estación Nicolás Levalle. Hoy es una fiesta emblemática que junto al Museo mantiene viva la historia del paraje.
Licenciada en Comunicación Social egresada de la Universidad de La Plata. Docente en nivel superior. Redactora de La Nueva desde 2010. En LU2 Radio Bahía Blanca tiene la columna "Buenas buenas" y se desempeña como redactora creativa. Es especialista en cubrir historias humanas de superación. Además, es profesora de yoga.
La Asociación Amigos de la Estación Nicolás Levalle nació hace once años impulsada por un puñado de ex residentes decididos a rescatar del olvido un paraje que había quedado reducido a una estación ferroviaria abandonada, un hotel demolido, un viejo almacén desaparecido y una escuela con un solo alumno.
A pesar de ese panorama desolador, una chispa se encendió en 2014: hacer algo entre todos para salvar el paraje antes de que lo que quedaba se convirtiera en ruina.
Algo que, según recordó Beatriz Carella, una de las vecinas de aquellos primeros encuentros, muchos calificaron como “una quijotada”.
“Fuimos un grupo de aventureros, porque realmente era una quijotada, más de uno nos tildó de locos ¿Un Museo en el medio del campo? ¿Quién va a venir a Levalle?”, nos decían.
Sin embargo, lejos de detenerse pese a todo lo que había por hacer, el grupo avanzó.
“Allá por 2014 Juan Luis Sabattini viendo que este lugar con tanta historia, tantas vivencias para todos aquellos que alguna vez vivimos en él, iba desapareciendo se propuso hacer un museo”, rememoró.
“Lo único que quedaba en funcionamiento en ese momento era la Escuela N°7 Bernardo Graciarena, y con un solo alumno”, contó.
Quienes había pasado la infancia, la adolescencia o había trabajado en ese paraje comenzaron a apostar a esa loca idea pero no imposible.
“Comenzó con una página de Facebook donde se iban publicando fotos que hacían referencia a la historia de Nicolás Levalle, y a la vida de nuestros antepasados y la nuestra misma”, señaló Beatriz.
“El interés que fue generando nos fue dando fuerza para avanzar un paso más”, explicó.
Así, el 22 de septiembre de 2014 realizaron su primer encuentro, casualmente en la misma fecha en que la estación había recibido su nombre en 1908.
Desde ese momento, no pararon más. El primer evento, “Matungos en el andén”, marcó el nacimiento de un proyecto comunitario que creció año tras año, sumando gente, salas, actividades y reconocimiento.
“Cuando nos toca hacer alguna presentación o como en este caso una nota, ahí vemos que partimos de la nada misma y hoy modestamente nos hemos ganado el reconocimiento de la gente que en cada evento que se realiza nos acompañan”, remarcó.
“¿El secreto? Suponemos que hacer las cosas con amor, con la mayor responsabilidad posible, en honor a nuestros antepasados, quienes fueron los verdaderos pioneros y por los que no podemos permitir que Nicolás Levalle deje de ser nombrado”, reflexionó.
Un museo vivo en medio del campo
El Museo del Trabajo y de la Sal comenzó casi sin recursos: gigantografías costeadas por vecinos, objetos recuperados del pasado y muchas horas de esfuerzo voluntario.
Con el tiempo se fueron armando salas temáticas: de Mujeres, del Almacén de Ramos Generales, Hotel y Escuela, de Niños, de Tecnología (radios, máquinas fotográficas, máquinas de escribir, fonógrafo, etc.) y la Sala Hombres (tomando como hilo conductor la vestimenta, el inmigrante va tomando las características del lugareño y a su vez este del recién llegado).
A ese crecimiento se sumó una idea que hoy cumple 10 años y se convirtió en el sello distintivo del lugar: Villa Pajarito, un recordatorio de lo que sucede cuando la infancia vuelve a anidar.
Villa Pajarito surgió así: a mediados de los años 60, la docente Marta Ayestarán desarrolló como proyecto final de la carrera de Inspectora de Escuelas Rurales una iniciativa comunitaria en la Escuela Nº 7 Bernardo Graciarena.
La propuesta consistía en que cada familia construyera pequeñas casitas para que los pájaros anidaran en los árboles del predio. Se formaba una comisión elegida por votación, se creaba un logo y todo el paraje participaba. Eso inolvidable para quienes fueron sus alumnos.
En 2015, esos niños de ayer —ya adultos— decidieron revivir aquel proyecto. No había pinos en pie y la escuela estaba por cerrarse, pero la voluntad pudo más: limpiaron el terreno donde habían estado las casas de los empleados ferroviarios y, bajo dos enormes caldenes, recrearon el proyecto con nuevas casitas.
“El lugar era prácticamente un basurero a cielo abierto, con pastos altísimos, pero la decisión era mayor y con las horas contadas llegamos. La convocatoria fue exitosísima!!! y así ha sucedido cada año”, mencionó.
“En realidad es una excusa para hablar de las especies de aves que nos visitan, cómo conservarlas, en el Sendero de Plantas Nativas que en 2023 aprovechamos para hacer avistajes”, expresó.
En 2016 se recuperó una de las casas de los empleados ferroviarios, y se inauguró la Casa de la Golondrina en un sentido figurativo, una casa habitada por pájaros, con cama y huevos gigantes, muebles intervenidos, etc. y básicamente una sala más de exposición del Museo.
Y el nombre hace mención al nido de golondrina tijereta que estaba en la casa al momento de recuperarla y que hoy aún existe.
Este año se renovó el cartel con letras corpóreas de Villa Pajarito poniendo una nota de color, un trabajo que realizó Soledad Simoni, una de las muchas colaboradoras que se acerca desinteresadamente al proyecto.
“Cada año se realiza el Festival de Villa Pajarito como nuestra fiesta emblemática. Siempre se trata de realizar actividades relacionadas con pájaros, avistajes, juegos, exposiciones”, dijo.
La tradicional ceremonia de colgado de casitas forman parte de una jornada que empieza temprano y termina cuando el sol se esconde detrás del campo.
Este año participaron el COA Villarino, un grupo de cicloturismo que unió Médanos y las Salinas La Aurora, la agencia Circuitos Viajes y Turismo con un contingente, músicos invitados y decenas de familias que se acercaron a vivir un día distinto.
La Estación Nicolás Levalle abre desde marzo a diciembre cada primer domingo del mes como Casa de Té o sede de encuentros particulares. Y cerrará su calendario 2025 el 7 de diciembre con un encuentro de teatro comunitario: “La tormenta del niño en Nicolás Levalle”, una obra inspirada en historias reales del paraje. Ese día todos se convierten en actores.
“Un aspecto que es muy importante y que sin él no sería posible, tiene que ver con la colaboración de la gente, no solo con la concurrencia a cada evento que se realiza y es el único medio con lo que nos solventamos, sino con el aporte con material para el museo, o la Municipalidad de Villarino con el mantenimiento del predio, el agua, los artistas como este año Emmanuel Benedetti, Martín Grazioli, Alberto García que pusieron la nota musical y así cada evento”, destacó.
La Asociación está conformada hoy por algunos miembros que están desde el comienzo y otros que se han ido incorporando y que nunca vivieron en Levalle pero se unieron al Proyecto y lo sienten suyo.
“Aún así por momentos las manos no alcanzan, por lo que siempre hacemos el llamado a todos los que quieran unirse”, invite.
“Fue una utopía que la fuimos haciendo realidad: ¡un Museo en el medio del campo!”, concluyó.
Villa Pajarito cumplió 10 años y Nicolás Levalle volvió a decir presente.