Una tradición que no se olvida: las noticias en la vidriera
Hubo una época en que, en nuestra ciudad, las noticias más destacadas se daban a conocer a través de una vidriera: la de La Nueva Provincia.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Antes de que existiera internet, WhatsApp, Facebook, tiktok y cualquiera de todas las herramientas por las cuales hoy todo el mundo accede con una inmediatez increíble a las noticias de actualidad, hubo una época en que, en nuestra ciudad, las noticias más destacadas se daban a conocer a través de una vidriera.
El lugar exacto para saber las novedades de manera inmediata era frente a las carteleras que La Nueva Provincia disponía en sus grandes ventanales del edificio de Sarmiento 64, actual sede del Colegio de Abogados.
Desde su inauguración en 1929, este inmueble diseñado por el ingeniero Adalberto Pagano se convirtió en un lugar de encuentro para quienes querían seguir “on line” los distintos acontecimientos sociales, políticos, económicos y deportivos locales, del país y del mundo.
Teniendo en cuenta que en el mismo edificio funcionaba LU2 radio Bahía Blanca, muchos encuentros de fútbol y peleas de boxeo se trasmitían a través de altavoces colocados en la parte superior de la fachada, trasmisiones que se reproducían de radios porteñas o que llegaban telefónicamente.
El diario acompañaba esa emisión con su tradicional sirena, estableciendo distintos pitidos de acuerdo a los hechos relevantes que iban ocurriendo en el evento.
Una multitud se reunió en la plaza Rivadavia, por caso, para seguir las alternativas del primer mundial de fútbol, disputado en julio de 1930, y desbordó la calle Sarmiento para seguir las incidencias de las peleas de Justo Suárez –el Torito de Mataderos—o de Luis Ángel Firpo.
La otra atracción eran los pizarrones que se colocaban al frente del diario formando una enorme cartelera de noticias. Los primeros fueron escritos con tiza y letra manuscrita, más tarde llegó la modernización de tableros con letras recambiables.
“Trabajábamos en la redacción del diario o en el informativo y a medida que se iban recibiendo noticias de importancia se actualizaban los carteles. La gente pasaba y se quedaba en la vereda, leyendo y comentando la actualidad”, recuerda Norman Fernández, destacado periodista de extensa trayectoria en el diario y la radio.
Con el tiempo se comenzaron a acompañar con grandes fotografías en blanco y negro. Las nacionales e internacionales llegaban vía teletipo, las locales eran tomadas por fotógrafos del diario.
Una situación particular se registró en 1972, cuando se jugó la final del campeonato mundial de ajedrez entre el norteamericano Bobby Fischer y el ruso Borís Spasski, en la ciudad de Reikiavik, Islandia, en el marco de la denominada guerra fría.
“Fue una idea de Enrique Nocent y Oscar Medina, periodistas de La Nueva Provincia, de colocar un tablero en la ventana para ir reproduciendo las jugadas a medida que se hacían. Fue algo distinto, que llamó mucho la atención”, recordó Fernández.
La Nueva Provincia ocupó el edificio de Sarmiento 64 hasta 1998, año de su centenario. A partir de esa fecha mudó poco a poco sus instalaciones al nuevo edificio de Rodríguez 55.
Se cerraron entonces las vidrieras, se guardaron las pizarras y las letras y se pisó el nuevo siglo con nuevas tecnologías y modalidades, con mucha más inmediatez y decenas de variantes para tener las noticias de manera rápida, global y accesible.
Lo cual no significa que los sistemas actuales sean de mejores, ni que la velocidad asegure veracidad, o que las letras sobre una pizarra sean menos precisas que digitales.
Lo esencial, la información seria, los datos verificados, la noticia veraz, completa y oportuna no distingue entre el soporte papel, una pizarra o la mejor de las pantallas.
Su verdadero valor reside en su propia esencia y contenido. Leerlas en una pantalla Led o en una vidriera es meramente circunstancial.