Bahía Blanca | Domingo, 24 de agosto

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Faggiano: la sorpresa de Boca, la bajada de línea de la GD, el recuerdo de "Bebe" y su vuelta a Estudiantes

Maduro y reflexivo, el base de 36 años habló de diferentes temas, además de su llegada al último campeón de la Liga Nacional.

Lucas, en uno de sus lugares en el mundo: el Casanova. Fotos: Emmanuel Briane y archivo-La Nueva.

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

Lucas Faggiano transita por el túnel de acceso hacia un Casanova despoblado. Se ve oscuro, como la nublada tarde en la ciudad.

A medida que avanza, de fondo se escucha el sonido de una pelota. Está Lucio Espósito, un U17 del club, entrenando solo, algo que identifica a Lucas, quien vivía pegado a Santa Fe 51, su segunda casa.

Está de regreso en el país , donde jugará la Liga Nacional por Boca y, en consecuencia, podrá estar más cerca de todo lo que tanto lo marcó en su vida.

Hoy casi todo es igual, aunque claro, ya nada es lo mismo.

-¿Qué ves cuando mirás para atrás?

-Muchos años que, increíblemente, pasaron muy rápido. Y mucho más de lo que podía esperar. Muchas cosas en mi carrera no llegaron al mismo tiempo que le llegan a otros...

-¿Cómo qué Lucas?

-Y... Debuté en la Selección Mayor con 29 años; en la ACB, con 30... No es normal.

-¿Por qué entendés que sucedió así?

-A la edad que otros llegan a la Selección o ACB, yo no estaba preparado, tal vez sí desde lo físico, pero no había madurado mi juego. Entonces, a los 29 o 30 se combinó todo: físico, cabeza, juego... También hay que aprovechar oportunidades y tener algo de suerte. Creo que fue eso, estar preparado en ese momento.

-¿Lo aceptás como se dio?

-A veces pienso, si hubiese llegado con un par de años menos a la ACB podría haberme mantenido, pero bueno, lo miro y digo “¡llegué!”. Si me preguntabas cuatro años antes o se lo consultabas a otro “¿che, Faggiano va a llegar?”, por ahí era un “no”. Pude seguir creciendo y mejorando a una edad que no es habitual. Siempre está la ilusión, pero a medida que vas creciendo los sueños se van haciendo más realistas. Y jugando la Liga, en un buen nivel y todo, no me veía llegando a la ACB. Así y todo se dio.

-Y ahora no te veías jugando la Liga, je. Y acá estás.

-Je, no estaba en los planes. También aprendí con los años que es muy difícil planificar en esta profesión. Salvo contados y privilegiados jugadores que tienen la posibilidad de elegir dónde jugar. Antes me volvía más ansioso, porque vivís con la incertidumbre diaria, no es fácil. Ya aprendí que si se tiene que dar se da. Y ahora, cuando menos lo pensaba, estoy acá, de vuelta en Argentina.

-¿Fue una sorpresa?

-Un poco sí. No estaba planificado. Había pensado la temporada de otra forma: repetir en México la tercera temporada; y no me quería adelantar, pero la idea era terminar ahí y volver por tercer año seguido a España. Pero en México no se estaban dando las cosas como había pensado y ya no me sentía bien a nivel personal. Eso por un lado. Hablé con mi agente y me dio un par de semanas más para no tomar una decisión apresurada. Pero ya la tenía tomada. Después surgió lo de Boca, una vez que (José) Vildoza decidió irse a Europa. Fue todo rápido, en dos etapas separadas.

Los primeros piques en La Bombonerita. Foto: @BasquetBocaJrs

La charla fluye en las plateas del Casanova. Lucas ya no es Luquitas. Es todo un hombre. Demuestra madurez, convicción y aceptación a la vez. Es la devolución de la vida misma, dentro y fuera de la cancha.

-¿Tu carrera se está presentando mejor de lo que podías proyectar hace unos años?

-Respecto de cuando me fui de Argentina en 2019 o un poco antes, te digo que sí, no me esperaba a esta edad competir en los equipos que estuve, tanto afuera como acá. Pero en el día a día te digo que no, porque me siento bien. Estuve en México dos temporadas en el equipo más ganador de la Liga (Fuerza Regia), siendo el año pasado el capitán. Las dos temporadas que fui a España estuve en Obradoiro, uno de los más importantes... Me siento vigente, competitivo, por eso cuando perdés ese gen estás complicado. Siempre quiero más, asumiendo la edad y lo que uno es. Es una competencia personal.

-¿Pasa un poco por ahí la vigencia, por el competir con uno mismo?

-Un poco el día a día, que para mí es muy importante, siempre lo tomé así, en enfocarme, en mejorar... También siento desde hace un par de años que me llena estar en un lugar donde disfruto el día a día, pasándola bien en el vestuario y con el grupo. Escuchaba cuando lo decían los más grandes, aunque siendo chico no lo necesitás, porque tenés el ímpetu y energía. En Betis fue el primer lugar donde lo entendí y lo pasé bárbaro. Y ahora, cuando tomé la decisión de no seguir en Cancún fue porque no estaba disfrutando.

-Algo que va directamente relacionado con lo que después uno puede transmitir en la cancha, ¿no?

-Claro, por eso, en su momento hablé con el entrenador, no sentía estar aportándole al equipo lo que necesitaba. A esta edad hay algo más que se suma a la balanza, más allá de lo deportivo y económico.

-¿Cuánto fuiste modificando el día a día y cómo manejás las cargas de entrenamiento respecto de los más jóvenes?

-Mi entrenamiento es con las mismas cargas de un chico de 18 años. Sí hace tiempo que empecé a incorporar rutinas pre entrenamiento y pre y post partido. Me gusta llegar mucho tiempo antes del entrenamiento y del partido. Tengo mi rutina establecida. Y hago mucho más gimnasio ahora, porque entendí qué necesita mi cuerpo.

-Y también, por la evolución del deporte en sí. Porque hace 15 años un jugador a los 36 años podía jugar sin tantos cuidados.

-Sí, porque el juego no te demandaba tanto. Son otros tiempos. Hace unos años, si lo hacías tenías una ventaja extra. Hoy si no lo hacés, no podés competir. Siempre me cuidé, pero hace unos siete años implementé este ritmo, lo cual me permitió mantenerme vigente.

-¿Fue por convencimiento, por consejos o un combo?

-Un combo. Ver, escuchar... Hace unos años hubo una fuerte bajada de línea por parte de la Generación Dorada. En ese momento estuve en la Selección y jugando en Argentina empecé a compartir con los chicos que estaban en Europa. Preguntaba, me interiorizaba, y cuando me tocó ir a Europa, si bien venía cuidándome, lo hice de manera mucho más profesional. En 2020 entendí que para estar en el máximo nivel tenía que esforzarme al límite.

-¿A esa altura esto iba acompañado de la ilusión o simplemente porque eras consciente de la importancia que tenía para no empezar a dar ventajas?

-Un poco de todo. Cuando estaba rodeado de los mejores, era querer estar a la altura. Y después, un poco en joda o en serio, hablando con mi novia (Bernardita Grippo, hija de Claudio), le dije: “quiero jugar hasta los 40. Y si dejo, que sea por mi cabeza, no por el físico”. Lo dije medio en joda, pero sabía que dentro de eso había una cuota de realidad. Ahora tengo 36 y vamos bien, je. Igual, creo que voy a cumplir el objetivo.

Lucas disfrutando con sobrinos: Olivia y Adolfina Pizzorno, y Silvestre Tomassini.

-Hace un tiempo hablamos de algunos emprendimientos personales que tenías en Bahía. ¿Los años te fueron dando la tranquilidad extra deportiva y que influye indirectamente en lo deportivo, respecto de la estabilidad y la respuesta al “después del jugador, qué...”?

-En mi caso hace un par de años me empezó a tirar más la parte familiar y social. Es normal porque pasan los años, ahora pasó lo de mi abuelo (“Bebe” Storti) y así como fallece gente, en mi familia ya tengo muchos sobrinos y te vas perdiendo cosas. Y todo eso es una carga que con los años va pesando. Te diría que hace unos meses empecé a pensar que estaría bueno volver si se daba la situación.

-¿Este regreso se puede tomar como para establecerte definitivamente en el país?

-Nunca sabés. Se supone que la tendencia sería hacia ahí. Ya en marzo cumplo 37 años y como decís vos, voy armando cosas fuera de la cancha, mi pareja lo mismo, ella es odontóloga y me sigue a todos lados, pero ya las decisiones las pensamos juntos. Por eso, es más difícil cada movimiento a esta edad. Antes arrancaba y no importaba dónde. Ahora se piensa más.

La última charla extendida con Lucas había sido en el mismo lugar, acompañado de su abuelo, Aldo “Bebe” Storti.

Todo amor. Lucas, "Bebe" y la pelota, en Estudiantes.

-¿Te invade la nostalgia estando acá, con todo lo que encierra este lugar para vos desde lo sentimental y más por estos días, después del fallecimiento de tu abuelo, todo un símbolo?

-Sí, mucho. Aparte, por lo que pasó Bahía este último tiempo y el club también, no es fácil... Ya había estado en el club, pero no deja de chocarme cada vez que paso por Angel Brunel o entro... Me fui de Bahía en 2013 y en doce años pasaron muchas cosas. Te va invadiendo la nostalgia.

Esas charlas inolvidables...

-¿El recuerdo que te queda de “Bebe”, por encima del dolor, es la felicidad de haberlo disfrutado a pleno como abuelo, o aún estás en proceso de aceptación?

-Es difícil. Máxime porque me tocó estando afuera. No tuve la posibilidad de verlo y es más difícil el duelo. Estamos ahí... Pero bueno, también es la vida, una persona de 93 años que los vivió prácticamente sin problemas de salud, entonces, uno intenta entender que es lo natural de la vida. Pero no deja de ser un golpe. También por distintas situaciones familiares que atravesamos... Ahí vamos, con toda la familia, en esa transición.

-¿Estos golpes, sobre todo con la pérdida en su momento de tu mamá, con el paso del tiempo entendés que fortalecieron al Lucas jugador?

-Ehhh... no. Y a veces me sorprendo. Ahora que pasó lo de mi abuelo, era la figura más cercana que me quedaba por parte de mi mamá, porque mi abuela también falleció. Y eso es lo que más golpea. A veces me pongo a pensar que cuando pasó lo de mi mamá, yo tenía 24 años y me preguntó, “¿cómo hice?”; ¿viste...? ¿Cómo no me pegó tan fuerte en ese momento? Pero bueno, cuando sos joven afrontás las cosas con otra perspectiva. Igual, obviamente en ese momento fue durísimo, estuve muy mal mucho tiempo, pero a la distancia, veo a ese Lucas que se la bancó mejor que si le hubiese pasado ahora.

-Tal vez el mismo deporte te lo permitió.

-Sí, seguí jugando... Me acuerdo que a las dos semanas jugamos acá playoffs contra Argentino de Junín, de hecho fue mi último partido acá. Recuerdo porque fue mi cumpleaños y habían pasado 20 días. Encima jugué bien ese partido. Y me sigo preguntando, “cómo mierda hice, ¿no?”. No sé, todos pasamos por situaciones difíciles, sacás fuerzas y tirás para adelante, porque al final, no te queda otra.

Dedicatoria especial: el beso a mamá, guardado en el alma.

-Con todo esto que hablamos, el paso de los años, los cambios de hábitos, el recorrido, los momentos duros, ¿hoy qué jugador es Lucas Faggiano?

-El que me vio jugar acá por última vez, va a encontrar un jugador mucho más sereno, pensante, de control... En Europa me volví un jugador, como dicen ellos, más europeo, más controlado y ordenado. Allá se juega así y los entrenadores que tuve eran muy estrictos, del orden y cumplir las reglas a rajatabla. Y ahora, al contrario, estoy luchando por volver a ser un poco lo que era antes.

-¿Necesitás desestructurarte?

-Sí, porque creo que a veces lo necesito. Soy muy de adaptarme a lo que necesita el equipo. Y, por ejemplo, en México necesitaban que fuera mucho menos controlado, que me saliera un poco más del orden.

-¿Fuiste aprendiendo a ganarte tu lugar a partir de diagnosticar lo que necesita el equipo?

-Eso siempre lo hice en mi carrera. Incluso cuando era joven. Jugando acá, con Bahía Basket, estaba atrás de Pepe (Sánchez), Juan (Espil) y para ganarme los minutos no iba a pretender manejar los hilos del equipo porque estaba Pepe, entonces, evaluaba qué faltaba. Creo que es una virtud.

-¿Esa virtud nació a partir de ser consciente de tus recursos?

-Seee, totalmente. Por eso digo que es una virtud. Porque entre los defectos más grandes de los jugadores está no entender lo que hacés bien, lo que no, y lo que necesita el equipo. He visto compañeros que pasan por muchos problemas, porque no entienden lo que necesita el equipo. Y ahora, de más grande, trato de ayudarlos. Creo la virtud de entender lo que el entrenador no encontraba en el equipo y yo se lo podía dar, me permitió ganarme lugares en equipos donde de otra forma no hubiera jugado. Te hacés el hueco y entrás, después sí hay tiempo para hacer lo tuyo.

-Pasaste muchas horas acá adentro. ¿Te ves volviendo a la cancha?

-Sí, obvio, y me lo pregunta un montón la gente del club. A principios de este año, mientras esperaba equipo entrené con la Primera. Lo que pasa que no quiero prometer nada ni poner una fecha. ¿Falta poco? Sí, falta poco, no voy a decir que faltan 10 años. Pero me veo y me encantaría.

-Bueno (mirando hacia arriba) allá se ven las camisetas de Jorge Faggiano, René Giménez, Beto Cabrera, la tribuna “Bebe” Storti y, ¿por qué no alguna vez la 12 de Lucas Faggiano?

-No, no, no voy por ese lado. Me llenaría poder ayudar al club, más allá de lo deportivo. Es más, me visualizo más vinculado al club ayudando. De hecho lo intento. Y más ahora, después de lo que pasó.

-¿De alguna manera te ves reflejado en la figura de tu viejo, con todo lo que sufrió como dirigente, dentro de una de las etapas duras que afrontó el club?

-Puede ser. Lo que rescato de él es dar la cara. Y para mí es una inspiración y ejemplo saber que en el peor momento del club se hizo cargo. Obviamente le hubiera encantado estar en otra situación, donde todo ese esfuerzo, en vez de hacerlo para levantar el club, hubiera sido para que el club creciera. Siento mucho respeto por él y por el resto de los dirigentes que estaban: Paco (Fuster), Luis (Amore), Pacha (Cintioli)...

-Bueno, me dijiste que ahora tenías una reunión. Significa que estás dando vueltas por acá.

-Sí. Siempre estuve involucrado y más después de lo que pasó (la caída en el temporal de la cancha 3). Estoy intentando dar una mano. Y ahora voy a estar más cerca...

El sonido de los piques en el Casanova se había multiplicado. Las luces ya estaban encendidas.

Muchos chicos entrenaban con la misma ilusión que creció y se desarrolló Lucas, ese chico que hoy, con 36 años, será uno de los grandes que jerarquizará la Liga Nacional, nada menos que jugando para Boca, el último campeón.