Qué hay detrás de esa foto del Casanova con la que Bahía se siente tan identificada
La final del tramo inicial, correspondiente al torneo de Primera entre Napostá y Olimpo, se vivió en medio de una tremenda expectativa. ¿Casualidad o causalidad?
Ingresó en La Nueva Provincia en 1995. Trabaja en la sección Deportes y fue colaborador en Regionales y Locales de este mismo medio. Se especializa en básquetbol. Formó parte del staff de la revista Encestando y Zona de Básquet durante 10 años. Tuvo experiencia en el programa Radial Contrabásquet, en Radio La Red.
Twitter: @rodriguezefe
Instagram: ferodriguez_
Pasaron algunos días de la finalización del tramo inicial del torneo de Primera y la ciudad no sale del asombro, después de lo que generó la serie entre Napostá y Olimpo, que terminó obteniendo el aurinegro.
Fueron días cargados de nostalgia por todo lo que se generó en torno a esta final.
Un extraño fenómeno considerando que no estaba el título en juego, sino una parte. Nada de eso importó. Acaso, los menos consumidores del básquetbol ni siquiera lo sabían. En definitiva, pasó a ser algo anecdótico en medio de semejante expectativa.
A medida que transcurrieron los partidos el interés se multiplicó, incluyéndose entre los principales temas de los que hablaba la ciudad. Como en otras épocas.
Al punto que cada partido marcó la agenda de muchos, tanto para organizarse al momento de conseguir una entrada o priorizar las dos horitas y seguirlo por streaming.
En un punto parecía exagerado el interés, inclusive, superando todo lo externo a la devolución que podía encontrarse desde el propio juego. No importaba. Había algo que la hacía especial a la definición.
Entradas agotadas un día antes del quinto juego, apertura del Casanova una hora y media antes del partido, largas filas –con entrada en mano- desde muy temprano para lograr una mejor ubicación. ¡Increíble!
Este fenómeno fue motivo de análisis, sin respuesta absoluta, de algunos aspectos que pudieron influir, por encima del valor que de por sí se le da al básquetbol.
En tal sentido: 1) la necesidad de distracción en una ciudad que anímicamente poco a poco se recupera de las secuelas de un temporal y una inundación; 2) el ambiente familiar que se genera, algo no tan sencillo de cautivar en estos tiempos; 3)la falta de una competencia deportiva de elite; 4) el fenómeno social que, con diferentes ejemplos, suele movilizar a la ciudad...
Estos son algunos puntos que uno entiende influyeron. Y seguramente hay otros.
Lo cierto es que esta respuesta masiva, sin dudas, tomó por sorpresa a todos los estamentos: dirigentes, entrenadores, jugadores y árbitros.
Cada uno tuvo que ir asimilando lo que estaba sucediendo, eso que parecía algo “del pasado” en Bahía. Esa historia que los propios protagonistas habían escuchado en tantas oportunidades, esta vez les tocaba vivirlas en carne propia, experimentando qué se siente.
Todo esto nos llevó a rememorar esas épocas de gloria que marcaron a la ciudad. Y también, a comprobar que la llama jamás se apagó. Porque el fuego sagrado siempre se mantuvo, con momentos de mayor o menor intensidad.
Lo cierto es que el Casanova volvió a vestirse de fiesta y tuvo su foto tradicional, la que inmortaliza esos momentos únicos, los que sintetizan con ese impactante anillo cubierto, el sentir por el básquetbol en la ciudad.
Claro que detrás de esa foto, con un porcentaje de público fiel seguidor de la actividad y otro que lo cautivó este contexto, hay mucha gente que se encargó y se encarga de mantener vivo ese fuego.
Son todos aquellos “invisibles”, los que día a día traccionan desde su club.
Esos dirigentes/colaboradores con vocación de servicio que, acaso ni ellos mismos llegan a dimensionar el valor que tienen, y que alguna vez tomaron el legado de seguir construyendo lo que otros iniciaron, con toda la responsabilidad que eso significa para la historia basquetbolística de la ciudad.
Ellos, directa o indirectamente lo inculcan, lo transmiten, son parte esencial invirtiendo horas y tiempo de sus vidas, sabiendo aún que se reciben más golpes que caricias.
Y más en este año tan particular, para varios, teniendo que sanar las heridas provocadas por los fenómenos meteorológicos.
Los dirigentes son, sin dudas, la base de esta pirámide que sostiene una actividad emblemática de Bahía Blanca, el deporte por excelencia. Ese que por encima de los nombres propios, las épocas y los resultados, se mantuvo a través del tiempo.
Por eso, en este momento de mayor exposición y visualización, de haber podido demostrar a más de uno que desconoce o tenía un poco olvidado lo que significaba el básquetbol en Bahía Blanca, debe aprovecharse para continuar reavivando el fuego sagrado.
Se dejaron pasar algunas oportunidades. Ya está. De todo se aprende. Es momento de mirar hacia adelante, unir esas fuerzas individuales que nacen desde cada club y que, en definitiva, todas tienen un fin común: el bien del básquetbol bahiense.