Diario de viaje, día 2: el "tren de la alegría", el timbre que no está y un viaje estremecedor
Sensaciones, experiencias, comentarios y mucho más de lo que implica cubrir los Juegos Panamericanos Junior en Paraguay.
Periodista. En La Nueva desde 2013. Especializado en el movimiento olímpico. Asistió a los Juegos Olímpicos de Río 2016, a los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018, a los Juegos Suramericanos de la Juventud Rosario 2022, a los Juegos Suramericanos Asunción 2022, a los Juegos Panamericanos Santiago 2023 y a los Juegos Olímpicos París 2024, entre otros eventos internacionales.
Es común observar en ciudades grandes, más aún en capitales tan antiguas como esta, una mixtura de alta tecnología de avanzada y museos vivientes.
Entonces, así como en Asunción me encontré con un auge de los vehículos eléctricos, también es posible viajar en el transporte público en colectivos que se parecen en mucho a una carreta.
El caos de tránsito y las pocas alternativas para dirigirse de un punto de la ciudad a otra, hacen todo mucho más denso. Ese, sumado a la baja operatividad del aeropuerto, le juega en contra mirando a su candidatura para organizar en 2031 los Panamericanos adultos, donde rivaliza con Río de Janeiro.
Como en Bahía Blanca, acá también hay (muchos) pozos, baches, desniveles y lomos de burro, pero el tránsito es infernal: varios minutos para hacer dos cuadras, en algunos casos. Además, no todos los semáforos se respetan y, para cuando toca ser peatón, en algunos lugares cruzar la calle genera un riesgo que no debería ser tal.
Entonces, esperando la línea 30 azul (porque hay verde, amarilla y roja también, pero hacen otros recorridos que quizá nunca termine de descubrir), observamos que lo que se acercaba hacia nosotros no era tope de gama.
La entrada fue dubitativa, pues no encontraba la máquina para apoyar mi tarjeta y a la vez, pregunté hacia dónde se dirigía para asegurarme llegar a destino.
Segundos más tardes, me di cuenta que prácticamente todo el bus era de chapa, incluidos los asientos. El olor a plástico quemado y a nostalgia, más las 21 butacas naranjas, le dieron un toque inolvidable al recorrido de 20 minutos entre el shopping La Galería y mi alojamiento.
Acto seguido, ya con la risa más o menos contenida, empecé a descifrar cómo tenía que hacer para avisarle al chofer que me quería bajar, ya que no había ningún tipo de timbre.
Ni lerdo ni perezoso, pensé en esperar que alguien baje antes que yo, para copiar sus movimientos. Así, me percaté de un hilo (cable seguramente...) que va por sobre los asientos, desde la primera fila hasta la puerta de atrás y que jalando apenas, emite un sonido simil timbre.
El resto de los viajes los hice en colectivos bastante más modernos, aunque de vez en cuando suele aparecer un ejemplar de estos.
Dos aclaraciones: la primera, es que la organización de los Juegos Panamericanos Junior cuenta con una flota de buses modernos para transportar a la prensa acreditada. Aunque los horarios no están aún del todo aceitados y muchas veces conviene prescindir de tal servicio.
Y la segunda: el pasaje regular del transporta público (hay otros "regionales") cuesta 2.300 guaraníes, lo que se traduce más o menos en unos 400 pesos argentinos.
Valió la pena. Y llegué sano y salvo.