Bahía Blanca | Domingo, 27 de julio

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El cambio en la maternidad: ¿por qué nacen menos bebés en Bahía?

Son varios los factores que inciden en la caída de nacimientos en el país y en nuestra ciudad. Van desde motivos culturales en las nuevas generaciones hasta razones económicas.

Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

Aunque con porcentajes bastante más reducidos de lo que ocurre en la provincia y en el país, Bahía Blanca también sufre la tendencia global en la baja de la tasa de natalidad.

Mientras en el país se estimó una caída el 40% en la década 2014-2024 y en la provincia fue casi el 30% en los últimos 5 años, en nuestra ciudad no llegó ni al 10% en el mismo período.

De acuerdo a cifras oficiales del Registro de las Personas bonaerense, en el año de inicio de la pandemia, en nuestra localidad se registraron 3.647 nacimientos. En 2021, esa cifra se redujo a 3.481, pero en 2022 curiosamente se incrementó a 3.919.

La tendencia a la baja retornó en 2023, con 3.404 inscripciones y se pronunció el año pasado, al registrarse 3.299 nuevas personas (1664 varones y 1635 mujeres), por lo que la diferencia desde 2020 fue del 9,54%.

Y hasta el último día de mayo de este año, en el Registro Civil de nuestra ciudad se llevaban anotados 566 varones y 518 mujeres (1084), por lo que se presume que 2025 se mantendrá la disminución.

En la provincia, la baja es mucho más pronunciada. En 2020 fueron 186.563; en 2021, 166.094; en 2022, 154.039; en 2023, 141.770 y en 2024, 131.073, por lo que alcanza el 29,75%.

 ¿A qué se debe?

Como en la gran mayoría de las ciudades del país, Bahía Blanca no escapa a esta realidad: nacen cada vez menos bebés. Y no es algo puntual del último año: es una tendencia sostenida desde 2014.

“Desde la psicología, este tema no se reduce a estadísticas: habla de cambios culturales, nuevas búsquedas personales, temores, y también deseos”, explicó la licenciada bahiense Marcela Menna (MP 758), especializada en sexología clínica (recibida en 2012 en la Universidad Favaloro).

Y añadió: “Y la verdad es que no me sorprenden esas estadísticas. Lo que sí llama la atención es la velocidad con la que está cambiando la forma de pensar la maternidad y la paternidad. Hoy ya no se da por hecho que “hay que tener hijos”. Muchas personas se lo preguntan realmente: ¿quiero ser madre? ¿quiero ser padre? ¿para qué? ¿con quién? Esas preguntas, que hace unas décadas eran impensables por los mandatos sostenidos tanto parentales como de la sociedad, hoy son cada vez más frecuentes, y tienen respuestas muy diversas”.

Para Menna, desde hace más de una década, la sociedad asiste a un vuelco en la subjetividad contemporánea: el mandato de tener hijos ya no tiene la fuerza que solía tener, y en su lugar emergen otros proyectos vitales, sentidos  con la misma importancia y vividos como autorrealización personal.

“Lo que ocurre con la natalidad es un reflejo de un cambio profundo en la forma en que las personas se vinculan, proyectan su futuro y definen el sentido de sus vidas, no debe leerse solo como un dato demográfico, sino como el resultado de un entramado emocional, cultural y estructural”, explicó.

--¿Hay motivos por los cuales las parejas deciden planificar sus vidas con menor cantidad de hijos?

--Sí, y son múltiples. Antes, se esperaba que las parejas “siguieran el proyecto” de casarse, tener hijos y formar una familia. Hoy mucha gente quiere vivir otras cosas: viajar, estudiar, disfrutar la pareja, desarrollarse profesionalmente o, simplemente, tener tiempo para uno mismo. Tener un hijo implica desde ya una enorme inversión económica y sobre todo emocional. Muchas personas sienten que no están en condiciones de ofrecer esa disponibilidad afectiva, sosteniendo el compromiso para toda la vida.

De acuerdo a la opinión de la especialista, las parejas actuales no solo planifican en función de la economía, sino también desde el deseo consciente y de no querer repetir modelos de maternidad/paternidad que vivieron como sobrecargados, ausentes o frustrantes.

Además, hay mayor conciencia de lo que implica emocionalmente criar.

“En la consulta clínica escucho: “Si voy a tener un hijo, quiero poder estar presente, no sólo sobrevivir ni que me lo críe otro”.

A eso se suma la búsqueda constante de equilibrio entre el desarrollo personal, la pareja, el trabajo y la salud mental.

“Todo eso lleva a la decisión de tener menos hijos, o directamente, de no tenerlos”.

Pocos, y a mayor edad

Otra tendencia que crece es la edad de la maternidad. Actualmente hay mujeres que empiezan a buscar su primer hijo a los 35-40 años.

“La maternidad se ha desplazado a edades más avanzadas, porque las mujeres hoy priorizan otros aspectos de la vida: el estudio, la carrera, la exploración de sí mismas, o incluso la recuperación de heridas emocionales antes del compromiso irreversible de decidir cuidar de otro”.

Por otro lado se dan muchas relaciones casuales y virtuales donde disfrutan de la exploración y del juego del placer.

“Y a pesar de la conectividad de redes cuesta encontrar vínculos estables o deseables para proyectar una crianza compartida. Hoy existe más información sobre sexualidad y acceso a los métodos anticonceptivos, que permiten más libertad y menos presión social, tranquilidad, lo que hace posible que esta decisión se tome de forma más informada y autónoma”.

--¿Existe un nuevo paradigma sobre el concepto de familia en las actuales generaciones?

--Totalmente. El modelo tradicional tanto de familia como de pareja, se ha transformado. Ya no es la más frecuente, ni la única, la pareja heterosexual con hijos biológicos. Hoy hablamos de diversidad de formas de relación, familias ensambladas, monoparentales, elegidas, diversificadas por género y orientación, co-parentales o sin hijos.

“La familia ya no es una estructura rígida, sino una constelación afectiva que se elige y se sostiene desde los vínculos, no desde el deber. Lo importante ya no es la forma, sino el cuidado, el afecto, la decisión compartida”.

Por ello, Menna señaló que la familia dejó de ser una estructura cerrada para transformarse en un espacio que se arma, se elige y se sostiene con presencia y amor.

“Esto es liberador para esta nueva generación pero sin duda trae nuevos desafíos a tener en cuenta y revisar”.

--¿Son factores culturales o también inciden los económicos?

--Considero que ambos inciden en este contexto. Hay un cambio cultural profundo, y una realidad material que pesa mucho. Desde lo cultural, se da una transformación del imaginario social respecto a lo que se espera de una vida adulta plena. Ya no se asume que tener hijos es un paso obligatorio.

Pero, sin duda, lo económico tiene un peso decisivo.

“Alquilar, sostener un hogar, acceder a salud, educación, alimentación o simplemente garantizar una vida digna para un hijo se vuelve cada vez más difícil. La precariedad laboral, la inflación y la falta de políticas integrales de cuidado hacen que muchas personas directamente no se sientan en condiciones de criar. Y eso angustia. No es que no se quiera tener hijos, muchas veces es que no se puede. O no se quiere traer un hijo a un mundo que se percibe hostil, incierto o injusto. Esta última es una de las razones más frecuentes que condiciona el deseo”.

Influencia del contexto

Criar un hijo requiere una cierta confianza en el futuro y desde hace varios años en Argentina implica una continua incertidumbre. Esa situación también es una causa de la pronunciada caída de los nacimientos.

“Cada vez cuesta más llegar a fin de mes, conseguir trabajo estable, cumplir con los gastos fijos, acceder a una buena atención médica”.

Cuando el presente es incierto, inestable o amenazante, el deseo de maternidad o paternidad se puede inhibir.

“En ese contexto, tener un hijo puede vivirse más como una carga que como una alegría. Y muchas personas prefieren esperar, o directamente decir “no es para mí tener hijos, quiero vivir la vida". Hoy muchas personas sienten que no pueden proyectarse más allá del mes siguiente”.

Esa angustia, ese “modo supervivencia”, no es terreno fértil para un proyecto de crianza.

“A esto se suma el cansancio emocional colectivo, la fatiga pandémica aún no resuelta y desde ya un sistema de salud colapsado e inaccesible”.

El rol de la virtualidad

En el mundo actual, el uso de la tecnología y redes sociales lleva a que las relaciones tiendan a ser virtuales, en detrimento de lo presencial.

“La virtualidad atraviesa todo: desde cómo se forman o disuelven vínculos, hasta cómo se idealiza la maternidad/paternidad en redes sociales. Muchas personas experimentan vínculos  casuales, superficiales o interrumpidos, lo cual dificulta el armado de una pareja o una red sólida”, explicó Menna.

Y amplió: “Además, las redes imponen un modelo ideal de crianza, cuerpo, pareja y vida que muchas veces paraliza más que inspira. En ese contexto, criar aparece como una exigencia y no como una elección amorosa”.

Conclusión

“La baja natalidad no es una moda, ni una patología, ni una crisis moral. Es un síntoma complejo de nuestra época. No tener hijos no es sólo una elección individual. Es una decisión que se toma en un contexto social, emocional y económico”, resumió Menna.

Por ello, es fundamental habilitar espacios donde las personas puedan preguntarse si quieren o no tener hijos, sin presiones, sin culpa y con honestidad emocional. 

“No se trata de volver a imponer un deber, sino de construir condiciones sociales, económicas y vinculares que hagan posible desear, y si así lo sienten, maternar o paternar desde un lugar más libre, saludable y amoroso”.

Desde la psicología se acompañan esas decisiones desde el respeto, pero también ayuda a preguntarse: ¿es mi deseo no tener hijos, o es miedo? ¿Es una elección, o una respuesta a la angustia del presente?

“En definitiva  se trata de que cada quien pueda construir la vida que realmente quiere vivir, no de imponer modelos”, cerró la especialista bahiense.

¿Por qué las personas no están teniendo hijos? 

La licenciada Marcela Menna resumió la decisión de no tener hijos en 4 causas:

1) Inseguridad emocional y económica. “La inestabilidad económica en Argentina genera un estado de ansiedad colectiva: inflación, alquileres altos, empleo informal o precario. En Bahía Blanca, que tradicionalmente fue una ciudad “ordenada” y de clase media estable, muchos jóvenes hoy no pueden acceder a vivienda propia ni sostener un proyecto de familia”.

“Tener un hijo, psicológicamente, implica un acto de confianza en el futuro. Si el futuro se percibe oscuro o incierto, el deseo se bloquea”.

2) Proyectos individuales y redefinición del sentido de vida. “Muchas personas están priorizando la autorrealización individual, carreras académicas, desarrollo personal, viajes o creatividad antes que la maternidad/paternidad.

La idea de “tener hijos por mandato” perdió fuerza. Hoy se preguntan: ¿realmente quiero? ¿para qué? Desde la psicología postmoderna, esto representa una búsqueda más auténtica, aunque también con más dilemas existenciales”.

3) Sobrecarga emocional y ausencia de red. “Se percibe que criar es emocionalmente agotador, y muchas personas dicen: “No me siento fuerte emocionalmente para sostener a otro ser humano”. En Bahía Blanca (como en otras ciudades intermedias), las redes de contención tradicionales (familia ampliada, vecindario) están debilitadas. Muchos crían en soledad o sin recursos”.

“Esto genera una percepción anticipada de sobrecarga emocional: “No quiero criar estresado/a. Se desafían los mandatos ahora prefieren la libertad, la autorrealización. Se separan y van dejando hijos con familia que mantener y la posibilidad de contraer enlaces ensamblados complica en lo económico”.

4) Mayor acceso a anticoncepción e información. “A nivel cognitivo, hay más capacidad de planificación: se elige más cuándo, cómo y si tener hijos. La educación sexual integral (aunque todavía desigual) permite mayor conciencia del deseo, el consentimiento, la salud reproductiva y el derecho a no maternar/paternar”.

Curiosidades

Un hecho llamativo que ocurre en nuestra ciudad es que en los últimos 5 años, hubo un 7,13% más de nacimientos de varones. Entre 2020 y 2024 se inscribieron 9.203 hombres y 8.547 mujeres.

Este porcentaje se está ampliando en lo que va de este año, donde –hasta el 30 de mayo- nacieron 566 masculinos y 518 femeninos (8,50%).

En 2024, la distribución de nacimientos en nuestra ciudad fue la siguiente: enero, 285; febrero, 294; marzo, 289; abril, 273; mayo, 283; junio, 247; julio, 292; agosto, 245; septiembre, 287; octubre, 283; noviembre, 224 y diciembre, 297.

Los nombres mas elegidos en 2024 fueron son Olivia, Enzo, Mateo, Bautista y Noah, en ese orden. En 2023 fueron fueron Enzo, Emma, Mateo, Olivia y Liam.