Calle Zapiola: las escuelas de Salamandekov, una casa chorizo de Teddi y un edificio que era un Mundo
Multifacética, histórica y moderna, para mirar hacia arriba y también hacia adentro. Una calle que vive y respira.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
"La ciudad también se escribe con pasos, con voces, con ventanas encendidas." Mario Benedetti
Zapiola, a secas, es una calle que rinde homenaje a José María Zapiola (1780-1874), soldado de las guerras por la independencia, protagonista de hechos clave de nuestra historia.
Hombre de José de San Martín, a quien acompañó en el cruce de los Andes, fue jefe de los granaderos a caballo en las batalla de Chacabuco y Maipú. Falleció a los 94 años de edad. Sus restos descansan en el convento de Santo Domingo, junto a los de Manuel Belgrano.
Unas pocas cuadras de recorrido por esa calle alcanzan para disfrutar de una vistosa variedad de tipologías y estilos de arquitectura.
Las geometría de Salamandekov
El arquitecto Gregorio Salamandekov desarrolló una variada labor en la ciudad, desde el pedestal del monumento a San Martín, en el parque de Mayo, hasta un puñado de viviendas resueltas en un particular estilo de aires geométricos y austera decoración.
En Zapiola 261 y 247 se ubican dos de esas propuestas, realizadas en 1910, una manteniendo su frente símil piedra, sede de la Escuela de la ciudad, la otra intervenida con pintura, donde funciona la Escuela de artes visuales.
El pliego técnico de la obra detalla la mezcla utilizada para el símil piedra: “dos partes de cemento portland, dos de tierra romana amarilla y ocho de arena fina de grano uniforme”.
También resulta interesante la descripción de los pisos en las piezas habitación, “listones de pino tea machihembrados y cepillados, debajo de los cuales se dejó un vacío de 50 centímetros para la ventilación, comunicado con caños de ventilación y rejillas de aspiración al patio”.
En la primera vivienda se puede admirar el particular tratamiento de las aberturas, contenidas en grandes arcadas, y los dos patios laterales de frente, íntimos y acogedores.
Un balcón del cielo
"Toda ciudad tiene su propio lenguaje, su música, su ritmo... y sus esquinas donde el tiempo se detiene." Charles Dickens.
La casona tiene grabado en su frente, sobre la puerta, el año de su construcción, 1910, que no es cualquier año, es el año del Centenario de la revolución de mayo, cuando el país todo se nutrió de grandes celebraciones.
Es una casa centenaria con un gran voladizo recorriendo su frente, exagerado para ser una simple cornisa. Es en realidad parte de un piso imaginario, de una casa preparada para un segundo piso en el cual la cornisa pasará a ser parte del balcón.
“Es el balcón de una sala superior que aún no existe, es parte de un proyecto que quizá fue más allá de las fuerzas del propietario y ese trozo de segundo piso, ese balcón del cielo, oprime con su peso inexistente la casa”, describió de manera magnífica Ezequiel Martínez Estrada.
La casa de los gringos
“Era una de esas casas deliciosamente irregulares, donde se encuentran más habitaciones cuando se cree que se han visto todas y donde hay pequeños vestíbulos, pasillos, ventanas de celosía y vegetación presionando a través de ellas.” Charles Dickens
Otra gran tipología presente en la calle, es la casa chorizo, "adaptación criolla del modelo mediterráneo, importado por los inmigrantes italianos, ocupando un lote estrecho y profundo con una repetición de habitaciones recostadas sobre una medianera y volcadas a una galería.", señala el arquitecto Francisco Liernur.
Es de destacar además su clásico paredón sobre la línea municipal y el cuidado diseño de sus rejas. Con un detalle no menor: la vivienda lleva la firma de Santiago Teddi, destacado constructor local que construyó la sede del banco Hipotecario Nacional (avenida Colón y Vicente López) y el monumental edificio de la Escuela Nº 2 de Vieytes 51.
Mucho más
"Las calles de una ciudad enseñan más que cualquier libro”. Albert Camus
El infaltable art decó, el estilo de los años 20 y 30 que buscó manifestar la modernidad, el glamour y la confianza en un mundo en paz. Líneas geométricas, guardas escalonadas, pequeños cuadros bajorrelieve son parte de la propuesta.
Vivienda en esquina con ochava curva para comercio. Hasta hace poco funcionó una agencia de lotería. El inmueble fue habilitado en 1949 por la tradicional sastrería Serodino.
Los edificios en altura, infaltables en todo el microcentro, en lotes de poco ancho se elevan generando grandes medianeras que poco favor le hacen al paisaje urbano. A las viviendas vecinas no le queda más que la resignación.
Una fachada que dibuja un chalet. Piedra, teja y chimenea para una estética propias de ciudades serranas o marítimas.
Un cerco que anuncia una nueva obra. La pregunta es que se despidió. En este caso un inmueble que funcionaba como local comercial. Cualquier proyecto a futuro deberá atender la ubicación de esos dos postes de cemento, quietos y macizos.
Casas de estilo Tudor, habituales en la ciudad. Arcos ojivales, propios de la edad media, el uso del ladrillo visto –en uno de los ejemplos tapado con pintura--, piedra y la simulación de techos de gran pendiente.
Estar a la altura
Angosto y altísimo, con impactantes balcones que vuelan sobre la vereda. Ese diseño es en parte una respuesta a la pandemia del covid, la idea de generar espacios amplios que eventualmente funcionen como pequeños patios. El edificio ocupa el terreno donde funcionó El Mundo de la Pizza, un clásico de la ciudad.
Una propuesta distinta. El edificio de la estratégica esquina de avenida Alem y Dorrego. Se comenzó a construir en 1972, con una “moderna concepción” por la firma Biocca-Germani. Se trata de una torre, alejada de toda medianera, con atractivos balcones, buena iluminación y pequeños patios.
La obra puso punto final al funcionamiento de una estación de servicio de la petrolera La Isaura y a un bonito kiosco art decó en la esquina de la avenida Alem.
Convivencia de estilos. El edificio de la izquierda, de líneas propias de la arquitectura moderna, desprovisto de toda moldura y ornamento, de líneas puras y paredes blancas. Vecino, una propuesta neocolonial, un remate de frontis curvo y una modesta cubierta de tejas. Los balcones con balaustres contrastan con la ligereza de las barandas vecinas con caños horizontales.
Se vende. Una vivienda que abre una inquietud. ¿Mantendrá esa condición? ¿O el valor del terreno clama por un edificio en altura? ¿Perderá su añosa cubierta vegetal?
Final
La arquitectura es la historia escrita en piedra. Excede su condición artística y espacial. Por eso caminar la ciudad implica también la posibilidad leer esas capas de distintas épocas conviviendo. A veces en armonía, otras en contraposición.
Pero es además, la arquitectura, un arte público, expuesto, que da a la calle, sin pudores ni ocultamientos. Es el telón de fondo del espacio público que forman calles y veredas. Sólo se trata de mirar, esa es la historia (con un amor sin un amor, con la inocencia que florece a veces). Por eso también, siempre hay algo más.