Lo lograron: Andrea Villar y su marido Kevin salvaron a sus 36 animales
La proteccionista relató su experiencia durante la inundación que dejó su casa y un vehículo bajo el agua. Su esposo logró poner a salvo a los 17 perros y 19 gatos que viven con ellos. Andrea, que tiene movilidad reducida, pasó una semana incomunicada y sin poder transitar la ciudad.

Licenciada en Comunicación Social egresada de la Universidad de La Plata. Docente en nivel superior. Redactora de La Nueva desde 2010. En LU2 Radio Bahía Blanca tiene la columna "Buenas buenas" y se desempeña como redactora creativa. Es especialista en cubrir historias humanas de superación. Además, es profesora de yoga.
Audionota: Marina López
Desolador, angustiante, inesperado. Así describió Andrea Villar, referente en el proteccionismo animal de Bahía Blanca, la experiencia que le tocó vivir durante la trágica inundación del 7 de marzo.
No solo resultó afectada porque su casa quedó anegada, sino porque allí convive con 36 animales y, debido a una artritis reumatoidea que la mantiene en silla de ruedas, en esta oportunidad, no pudo colaborar con las tareas necesarias para ponerlos a salvo ni participar de rescates, como es siempre su prioridad.
Aquella mañana, alrededor de las 7, el agua empezó a ingresar a su vivienda del barrio Universitario, a dos cuadras de la UNS de Alem. En pocos minutos, alcanzó los 40 centímetros de altura en los sectores más altos.
“Las seis perras que duermen en el garage fueron las que nos alertaron. Mi marido las sacó al patio como todos los días y empezaron a desesperarse y a llorar. Luego tuvo que meterlas en sus cuchas y subirlas sobre pallets, mientras los perros más pequeños se vinieron conmigo a la habitación y los gatos se subieron a los muebles”, relató Andrea desde su hogar.
“Como siempre estuve acostada, no tenía dimensión de lo que estaba pasando, aunque mi marido me iba contando. Lo primero que hizo fue poner mi silla de ruedas en alto y luego subió a los sillones a los perros que estaban adentro”, agregó.
Su compañero, Kevin Canales, también improvisó barreras para frenar el avance del agua y protegerla. A los 20 minutos ya no tenían electricidad y la casa quedó sumergida en barro.
“Si bien los daños materiales se pudieron sobrellevar, fue muy traumático lo que atravesamos. Hay un sinfín de calificativos para esta situación. Fue una experiencia para nada agradable”, remarcó.
Durante los días siguientes, Andrea no pudo participar en los rescates de zonas más críticas como Ingeniero White o General Cerri. Las calles intransitables y cubiertas de barro le impedían trasladarse.
Apenas recuperó conexión a internet se dedicó a monitorear la situación de los perros comunitarios que cuida hace años en plazas y parques, y de los que tiene en tránsito.
“Me ocupé de avisar a la gente que los conoce para que me diera información, y de ir publicando que cada animal estaba bien”, explicó.
“Cada uno tiene su anécdota. A Valiente, que vive en Plaza Rivadavia, lo subieron a un banco los taxistas. A los viejitos del Parque de Mayo los rescató un chico que vive en una residencia de Alem”, mencionó.
“Los animales son muy sabios, la naturaleza les da los indicios suficientes para resguardarse a tiempo. Algunos no sabemos dónde se refugiaron, como Manchi y Marrón, pero al otro día ya estaban de vuelta”, agregó.
Una vez confirmado el estado de los comunitarios, comenzó a recibir pedidos para asistir a animales decaídos, publicar perros perdidos y atender consultas sobre dónde conseguir alimento o ayuda veterinaria.
Además de su labor como proteccionista, Andrea trabaja en la Municipalidad, desde donde ayudó difundiendo tareas del área de Salud y Bienestar Animal.
Reconocida en la ciudad por su trabajo, la ayuda no tardó en llegar de la mano de amigas rescatistas, veterinarios, forrajes, ONG’s y tiendas de mascotas que aportaron alimento y contención.
“Con mi marido pudimos sortear la situación lo mejor que pudimos, y la gente que nos conoce, que está casi siempre, al igual que la familia y los amigos, nos dieron la mayor contención”, destacó.
Recordó también con emoción la historia de una abuela que, durante la inundación en White, se negó a abandonar su casa sin su perro.
“Me dio mucho amor y cariño que ella se haya quedado con su perrito en un momento tan dramático. Para esa abuela, aferrarse a su perrito debe haber sido su sostén y su única esperanza. Ver esas demostraciones me emociona mucho y se me llenan los ojos de lágrimas”, añadió.
Andrea reconoce que, para muchos animales, la tragedia fue una salvación porque estaban muy deteriorados y consiguieron una oportunidad. Otros, lamentablemente no resistieron.
Mencionó que actualmente, se necesitan hogares de tránsito, recursos y adopciones.
“La falta de adopción es una falencia muy grande y los lugares de tránsito son imprescindibles para asistirlos”, dijo.
Valoró también la articulación entre el Estado, ONG’s y el Colegio de Veterinarios.
“Fue gratificante verlos unificados y trabajando codo a codo, buscando recursos y ayudándose mutuamente. Eso fue admirable y hubo una gran respuesta de la ciudadanía. Ojalá se articule lo necesario para que esa unión y trabajo en equipo prevalezca”, añadió.
Andrea insiste en que hoy lo más urgente es que más personas se sumen.
“Se necesitan adopciones, especialmente de animales adultos. Son esenciales los hogares de tránsito. También donaciones de alimento, medicación, correas, camas, platos. Cualquier colaboración suma”, dijo.
Y dejó un mensaje claro para quienes quieran sumarse: deben acercarse a referentes del proteccionismo, aprender, animarse.
Que empiecen a copiar ejemplos, a hacer consultas. Quienes estamos en esto ya pasamos por equivocaciones y sabemos dónde está el acierto. Que busquen un buen referentes para que estas causa siga siendo lo significativa, honesta, sensible, real y positiva que todos anhelamos”, remarcó.
Además, instó a recordar que esta causa es solo un paliativo y un intento de recomponer aquello que algunos otros generaron.
“Sin embargo, no todo está perdido cuando uno toma cauce en esto de intentar cambiar algo. No vamos a cambiar el mundo pero, en este caso, sí podemos cambiarles el mundo a ellos, sea a uno o a diez. No importa. Cuando hay buenas energía, intenciones y uno persevera esas cosas suceden y son maravillosas”, añadió.
“El agradecimiento de un animal vale todo y mas y no tiene precio. Uno puede haberse desesperado, llorado, se puede haber sentido asfixiado, pero cuando ese animal se recuperó, te mira, te mueve la cola, te ronronea, te juega, te mimosea, ya está todo pago. Todo tuvo sentido”, expresó.
La proteccionista confió que los animales son su motivo de vida.
No imagino hacer otra cosa que no sea jugármela por ellos. Son lo más preciado que puede haber creado Dios en este universo: no tienen maldad, desagradecimiento, ni malas intenciones. Al contrario son más devolutivos de lo que muchas veces nos merecemos”, subrayó.
Por último, expresó dolor por las actitudes que vio en redes sociales: “Las miserias humanas no dejan de sorprenderme. La impaciencia, la agresividad con que se movían algunas personas, exigiendo números. El reclamo y la negación fueron demasiado” dijo.
“Me quedo con saber que las personas de mi entorno son las correctas. Que pude contar con mi marido, mi familia, mis afectos más cercanos. Y que mis animales están bien. Lo material va y viene”, concluyó.
Y cerró con un último pedido: “Si alguien rescató un animal durante la inundación y sospecha que puede tener familia, por favor, que se asesore, que lo evalúe. Para ese animal, reencontrarse con su familia puede ser volver a tener un mundo”.
En IG podés encontrarla como @andreita_proteccionista. En Facebook: andrea.villar.182