Bahía Blanca | Jueves, 26 de junio

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Hartos de estar hartos

Producimos alimentos para 400 millones pero se tolera con silencio no inocente, que vivamos como en la Franja de Gaza. Se despierta -apenas- para abrir comedores escolares

   Estamos viviendo un clima de asfixia que impregna los pulmones de la Nación. Una especie de iniquidad sin cauce. Pero nada nuevo hay bajo el sol. 

   360 años antes de Cristo, en Grecia el filósofo Pirrón fundó una escuela cuya piedra angular era la duda: el pirronismo o escuela del escepticismo. 

   En el argentino de hoy, el nuevo nombre del pirronismo es la suspicacia, que consiste en mirar la vida desde una ventana cuyos vidrios están empañados. Una niebla apoyada en la creencia de que todo puede hacerse trizas en un minuto.

   Estamos hartos de estar hartos. La chabacanería en todos los niveles usa a todo trapo lenguas carcomidas por vocablos hipócritas. Una sublimación del cerdo que goza en el barro. 

   ¿Cómo se sale de esto? Se sale por arriba, con la poesía que nos permite iluminar -con una plenitud jocunda- la insuficiencia del entorno. 

   Al confidenciarse conmigo el maestro Horacio Ferrer -Balada para un loco, Adiós Nonino, El hombre de la bicicleta blanca, etc.- cuando se inauguró la Academia Nacional del Tango en el Café Tortoni, me dijo que el secreto para lograrlo, era “vivir en estado de poesía”, y se explayó: el estado de poesía “es el estado de pureza del corazón”. 

   Bien lo decía Salomón en Proverbios 14: “La sublimación sabia levanta la casa, mas la necedad la destruye con sus propias manos”. 

   Este entorno asfixiante nos lo advierte también Shakespeare en Macbeth: ”¿Cuál fue la ultima desgracia?/La que data de una hora es tan antigua / que olvida la que anuncia / pues cada minuto trae una nueva”. Basta con dejarse inundar con los noticiosos, que estupidizan a la población, que entretenida con ellos no presta atención a lo que nos está destruyendo, el topo dentro del Estado Nación. Después vendrá la feudalización del poder “a lo Siria”. Después la balcanización. 

   Después, “a quién le importa el después”, cuando toda una población aguanta escéptica despidos por doquier  y que los de arriba solo quieren viejos muertos, un país con solo 10 millones de seres desorientados, o con  esos millones de chicos con hambre. 

   Producimos alimentos para 400 millones pero se tolera con silencio no inocente, que vivamos como en la Franja de Gaza. Se despierta -apenas- para abrir comedores escolares. Como las iglesias andan “a peces”, ¿cómo quieren que anden los feligreses?

   El topo da de baja a casi treinta oficiales superiores del Ejército, la mayoría de ellos héroes en Malvinas. Los generales de escritorio que solo conocen batallas en la mesa de arena se hacen los distraídos.