Bahía Blanca | Sabado, 28 de junio

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A la altura de la historia: una mirada actual a Fruet-Cabrera y De Lizaso, el trío más mentado

Fueron tres jugadores que marcaron toda una época del básquet nacional, uniendo talento, fuerza y entrega. ¿Podrían hoy ser también protagonistas?

Bahía Blanca tuvo una primera generación dorada en básquet, cuando la Liga Nacional era todavía un sueño y las competencias locales eran el centro de la actividad.

La formaron jugadores amateurs –entrenaban a la tardecita, cuando salían de sus trabajos— y su supremacía quedaba en claro año a año porque ganaban, una y otra vez, el torneo provincial, primero, y el Argentino después, las dos competencias más relevantes de la época.

Por otra parte, varios de estos basquetbolistas eran la base del seleccionado nacional, donde generalmente descollaban. Esa generación se dio por el milagro de coincidir en tiempo y en espacio una camada de compañeros ideales para sostener un equipo en el más alto nivel.

De Lizaso, Cabrera, Ugozolli (1,97), Monachesi, Cortondo

La referencia es al grupo que unía fuerzas en el seleccionado local de las décadas del 60 y 70, resultando poco menos que invencible para pares de otras provincias, equipos de la Capital Federal y poderosas selecciones nacionales. A veces este combinado bahiense se disfrazaba de “Olimpo reforzado” o “Estudiantes reforzado”, obteniendo resultados memorables.

Si bien la mayoría de aquellos partidos tenía carácter amistoso, era una medida precisa de la calidad y el nivel de juego que tenía Bahía Blanca y cada encuentro se jugaba como si se tratara de una verdadera final.

Se podría resumir todo en el triunfo obtenido en 1971 frente al seleccionado de Yugoslavia, que venía de ser campeón mundial, al que derrotó en el partido inaugural del estadio Norberto Tomás del club Olimpo.

Fruet y su habilidad rebotera

También se le ganó al Gulf Oil de Estados Unidos –que llevaba 70 partidos invicto en su gira por el mundo—, a la Unión Atlética Universitaria de ese país, que reclutaba jugadores para los juegos olímpicos y a los seleccionados de Uruguay, Brasil y México, entre tantos.

Enfrentando al Gulf Oil, en 1968, se logró una de las fotos icónicas de la época. A poco de terminar el partido, con el triunfo asegurado, se abrazaron en el medio de la cancha Atilio Fruet, Alberto P. Cabrera y José Ignacio De Lizaso. Omar Morán, fotógrafo, captó la emblemática escena. El periodista Quique Nocent comenzó el epígrafe de la foto publicada al día siguiente en La Nueva Provincia con el título: “El trío más mentado…”

El abrazo de los tres grandes

Escala humana

Lo llamativo o curioso para quienes hoy se deleitan viendo el juego de equipos de élite, es que la famosa trilogía Fruet-Cabrera-De Lizaso, siempre mencionados en ese orden, medían menos de 1,90 m, lo cual para este juego es una altura por demás modesta. Fruet (1,87 m), era el más alto y jugaba abajo del aro, un reboteador que ganaba por fuerza y viveza. Cabrera (1.85 m) era base y De Lizaso (1,85), pilar.

Hoy posiblemente tendrían severas dificultades para desempeñarse con esa altura. Santiago Cortondo y Adrián Monachesi, por nombrar dos de las alternativas que completaban el quinteto, tenían alturas similares. Sólo un juvenil Adolfo “Chiche” Scheines marcó una diferencia con sus 2,02 metros.

De Lizaso, Scottie Pippen, Fruet, Michael Jordan y Cabrera. Los bajos de Bahía, los altos de Chicago. (Foto gentileza Pedro Minervino)

Es decir que aquella reflexión de Cabrera acerca de que el básquet es era para los lungos “desde el momento que el aro está a 3,05 del suelo”, parece que no aplicó para estos jugadores.

Eran bajos pero jugaban como ninguno. Es imposible aseverar si hoy podrían integrar equipos de primer nivel. Si eran tan talentosos que hoy brillarían de igual manera en un deporte que ha evolucionado hacia el aire, lo físico y la velocidad.

¿Podrían jugar y sobresalir aquellos monstruos en el básquet actual? ¿Eran tan talentosos que no hay época que no los tuviera como protagonistas? ¿Se puede plantear esa posibilidad? A esa inquietud responden cuatro protagonistas de este deporte, desde distintas miradas y funciones, habiendo sido además testigos de aquella época.

Lebron James (2,06 m), Beto Cabrera (1,85 m). Dos épocas, imposibles de comparar.

“Cabrera podría jugar en cualquier época”

Oscar “Huevo” Sánchez es un referente entre los técnicos de la Liga Nacional, fue además jugador de Alem y de Estudiantes de nuestra ciudad y un testigo de aquellas décadas.

Oscar "Huevo" Sánchez

“En esa época los métodos que había en la parte física eran precarios, tampoco había dietas o gimnasio. No había nada. Cuando uno ve ese tiempo encuentra un basquetbol lento, menos atlético, que se jugaba en el parquet y no en el aire como ahora.

De esos cinco monstruos –Fruet, Cabrera, De Lizaso, Cortondo y Monachesi--, un jugador como Monachesi podría jugar hoy tranquilamente porque tenía una velocidad para el tiro increíble. También un obrero como Jorge “Gordo” Cortondo es jugador de cualquier época, mejorando claro sus capacidades atléticas.

Cabrera podría jugar siempre y en cualquier liga. Era un jugador que iba más adelante que la luz de un auto. Era un tipo que antes de tomar el balón ya sabía lo que iba a hacer, si tenía tiro, si se posteaba o si tenía pase. Lo que no tenía era rompimiento, pero con su cuerpo lo suplantaba.

El talento traducido en magia.

A De Lizaso, con las condiciones físicas actuales, le costaría un poco más jugar, porque era de atacar el aro de manera permanente. Pero el hecho de que se retuviera en el aire, ese jump único que tenía, es un condimento especial siempre. También su penetración tiene vigencia. Pero ganaría mucho menos rebotes porque hoy los físicos son otros.

El negro De Lizaso suspendido en el aire.

En cuanto a Lito, era el más ganador y temperamental. Era un animal. Jugaba de volante, cruzando por la línea final, una posición que ya no existe. Para él, que era toda fibra y nervio, hoy los goles mediante la fuerza, con su talla, serían difíciles de lograr. Por actitud podría jugar en cualquier momento y equipo, pero sería al que más le costaría.

La foto emblema del básquet bahiense: la fuerza de Fruet y De Lizaso captada por Omar Morán.

En general los que tenían buen tiro tendrían vigencia, sumando una mejor condición atlética. Jugadores como Raúl López o Juan Carlos “Leche” Merlini no abundan hoy, no tienen época".

“Cada uno en su tiempo”

Juan Carlos Meschini es periodista y sigue el básquet hasta el hoy como comentarista de la Liga Nacional con la cadena ESPN y en LU2 radio Bahía Blanca. Fue testigo de muchos de los logros de aquellos jugadores.

Juan Carlos Meschini

“Talento tenía Beto Cabrera. Fruet y De Lizaso eran distintos, eran el fuego, con otras características. Cabrera era cerebral. Tenía, más allá de su estatura, un físico regordete, atípico para el básquetbol, lo cual le da más mérito a su velocidad mental. Siempre estaba anticipado a todo. Era un adelantado. Veía las cosas antes que el resto, era majestuoso y tenía una velocidad para pasar la pelota, para postearse, un montón de condicionamientos increíbles.

Yo tengo una filosofía que traslado a todos los deportes. Creo que la evolución física del ser humano hace que cada uno deba ser analizado en su época. Es imposible, más que nada por la velocidad con la cual se juega hoy, pensar que harían hoy deportistas de hace 50 años. En los partidos de la NBA, por ejemplo, a los jugadores la cancha ya les queda chica. Necesitan una, no digo como la de fútbol, pero más larga y más ancha porque se chocan entre ellos. Juegan a un ritmo y una velocidad inusitada y se la pasan tirando triples.

El básquetbol de la Euroliga puede ser más equiparado con el nuestro porque  entra en juego la fundamentación del basquetbolista. Y los nuestros la tenían. Fruet no sabía picar la pelota, por ejemplo, tiraba los tiros libres palangana y jugaba de pivot. Pero era algo extraordinario. Con la estatura que tenía fue el que mejor defendió a Ernesto “finito” Gherman (2,11 m). Finito decía siempre que Cabrera, a los pelotazos, le enseñó a jugar al básquet y Fruet, defendiéndolo, le enseñó a jugar uno contra uno contra pivots internacionales.

El primer lungo: el misionero Ernesto Gherman (2,11 m)

Creo que cada uno en su momento y cada uno en su época. Es imposible suponer si Pelé, por ejemplo, quizás el jugador más completo de la historia, pudiera jugar hoy. Porque se juega de otra forma, a una velocidad inusitada y no sé si su estilo se adaptaría.

No se trata entonces de un tema de estatura, sino de la evolución física y la mecánica del juego, la velocidad, la intensidad, la forma. Los nuestros fueron únicos, pero que se queden en su época, que no vengan a esta porque sería una incógnita saber si encajarían".

“Eran jugadores distintos”

Carlos Danussi tiene un pergamino que nadie más hoy puede exhibir: dirigió a los tres grandes en el seleccionado local y en particular a Cabrera muchos años en Estudiantes.

Carlos Danuessi, entre Cabrera y Fruet

“No tengo dudas de que hoy serían igualmente figuras. Lito era un tiempista único, saltaba con uno que medía 2,00 metros, pero una fracción de segundo después. Cuando el otro estaba llegando y cayendo, Lito subía. Esa es una de sus grandes cualidades y por la cual ganaba tantos rebotes

De Lizazo tenía una polenta tremenda, desparramaba todo. Eso también le servía para ir a los rebotes. Y Beto era pura astucia. Así, cada cual tenía lo suyo. Por eso lograron tanto. Y hay que agregarle también a los laderos. Cortondo era uno de los más oportunistas para los rebotes y estar siempre listo a un manotazo, a un bloqueo, a lo que sea. Yo lo pedía siempre como refuerzo para Estudiantes. Con Jorge le ganamos a Franca Amazona, que era la selección brasileña con un nombre comercial.

Lito Fruet, arriba

Eran jugadores distintos, con una actitud única, que no se obtiene sólo a fuerza de sacrificio. Eran fuera de serie y en cualquier lado hubieran llegado a ser lo mismo. Pasó además que a ellos tres grandes se sumó toda una camada de estrellas.

Lo que les faltaba altura, les sobraba calidad para buscar un rebote, para bloquear, para jugar, tenían un montón de pequeñas mañas que compensaban esa carencia. Por eso todavía son lo que son.

“La altura no es un impedimento”

Alejandro “Puma” Montecchia mide 1,83 m. Es bajo para el básquet, pero no para su puesto. En el primer partido de Atenas 2004, jugando contra Serbia, Argentina estaba un punto abajo, 81 a 82, a 3,8 segundos del final. Montecchia recibió la pelota en su campo, la trasladó arrastrando a su marca durante 2,7 segundos y colocó el balón en manos de Ginóbili, que en ese segundo que quedaba, palomita mediante, metió el doble ganador.

Montecchia con Pepe Sánchez y Ginóbili. Oro en Atenas 2004.

“Para mí la altura no es un impedimento para un base, creo que está demostrado que por bajo que seas, en ese puesto tenés chance para hacerlo tranquilamente. Facundo Campazzo, el jugador argentino del momento, mide 1,81 m. Hay muchos ejemplos que avalan esta teoría. Ahora, para otras posiciones, como la de pivot, la altura puede ser clave”.

La chicharra final

Es una trampa transpolar épocas e imaginar deportistas de otras décadas con las actuales. Porque todo es distinto. La preparación física, las canchas, las formas de jugar, las tácticas, la velocidad, el ritmo, el profesionalismo. Por eso pretender saber si aquellas figuras de los 60 y 70 brillarían hoy es una planteo sin respuesta.

Su mérito se reduce, nada menos, a haber sido los mejores de su tiempo, a haber elevado el nivel de juego de todos los que vinieron después, a quedar en la historia como verdaderas leyendas.