La Rotonda: el lugar de encuentro que caracterizó toda una época de la ciudad
Ubicado en las Galerías Plaza, el café fue un clásico en el movimiento social de la ciudad
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Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Bahía tuvo a lo largo de su historia varios lugares donde concurría la gente y se medía el pulso de la ciudad, poniéndose al tanto de los chismes e historias, hablando de básquet, discutiendo de política y arreglando el mundo al ritmo de un café o un aperitivo.
En algún momento fue el Café Nº 1, en calle Chiclana frente a la plaza Rivadavia, cuya vereda se poblaba de personas a media mañana, sacando provecho de una ubicación que le valió el mote de “la veredita del sol”.
El Llao Llao, en calle Drago, a pocos metros de la avenida Colón fue otro refugio de estudiantes y deportistas, y más allá en el tiempo, cuando despuntaba el siglo XX, el bar Londres de O’Higgins y Chiclana, donde tenían sus mesas los artistas, los políticos y los pilotos de la Aeroposta Argentina.
En ese contexto, acaso uno de los últimos reductos que existieron como centro medular de la ciudad fue el Café La Rotonda, en las Galerías Plaza, un espacio que todavía funciona y que supo ser un mundo vibrante de las décadas del 70 y 80.
Locales y lechería
Cuando en 1961 se inauguró el complejo de las Galerías Plaza, la rotonda estaba diseñada para alojar seis locales, a los que se les asignó la numeración del 33 al 38. Ese conjunto formaba parte del llamado “Gran Hall”, un lugar “de lujosa proyección” al que convergían los accesos de calle San Martín y Alsina, nervio de la modernísima galería”.
De hecho los primeros años funcionaron distintas propuestas, entre ellas un Bar Lácteo de La Vascongada, que ofrecía “una línea propicia para la merienda nutritiva”, que incluía yogur, vascolet, dulce de leche, quesos y los helados Amorosi.
En la publicación promocionando la venta de los locales se mencionó que en el lugar se ubicaba “la espléndida rotonda de escaparates”, cuya concepción arquitectónica “daba realce al paseo”. Finalmente se indica que serán 20 los locales que rodearán a ese sitio al que se calificó como “punto brillante”.
Llega el café
La situación de ese espacio se modificó finalmente en 1965, cuando este conjunto de locales dejaron de ser tales para abrirse por completo. Se retiró el vidrio que los rodeaba, se montó un mostrador y nació el Café La Rotonda.
El lugar se convirtió en un clásico de los mediodías, sobre todo los sábados, con cientos de asistentes que se distribuían a lo largo del perímetro. La mecánica era sacar un ticket en la caja y luego hacer el pedido en la barra, con lo cual a veces se hacían hasta tres círculos de personas esperando ser atendidos.
Pero además, después de acceder a la bebida todos se quedaban en el lugar, de pie, compartiendo una charla informal, comentando el último Olimpo-Estudiantes, hablando del clima y de las aguas vivas de Monte Hermoso. Había quienes se daban una vuelta por la librería Kosmos, atendida por la querida Rita, o entraban al local de A. y V. Discos a escuchar los últimos long play en alguna de las cabinas, con auriculares y todo.
Hubo una época en que el basquetbolista Alberto Pedro Cabrera puso su local de deportes muy cerquita del café, con lo cual su presencia en el café se hizo habitual y se convirtió en un imán para jugadores, técnicos y árbitros, que le daban al lugar un toque de magia adicional.
La Rotonda, el lugar, sigue existiendo y funcionando. Los tiempos han cambiado, claro, hay nuevas generaciones y costumbres, usos y modos. Pero hubo una época, un tiempo, en que supo ser el corazón del centro, el momento de la pausa, la amistad y la distracción. Eso la hace inolvidable.