De techos grises a techos verdes: la alternativa que ya se prueba en Bahía
Ensayos de la UNS-CONICET demostraron que estos sistemas reducen hasta 15°C la temperatura de las losas, retienen casi la mitad del agua de lluvia y ayudan a mitigar inundaciones y olas de calor.
Un techo verde es una superficie vegetal continua que cubre una edificación, proporcionando múltiples beneficios tanto para el edificio como para el medio ambiente.
La implementación de este tipo de tejados verdes no solo contribuye a la sostenibilidad urbana, sino que también mejora el comportamiento térmico de los edificios, reduce el uso de energía y promueve la biodiversidad en áreas urbanas densamente pobladas.
La historia de los techos verdes se remonta a la antigüedad, donde civilizaciones como los babilonios ya utilizaban jardines colgantes. Sin embargo, el concepto moderno comenzó a desarrollarse en la década de 1960 en Alemania.
Desde entonces, su popularidad ha crecido exponencialmente en todo el mundo, convirtiéndose en una parte integral de la arquitectura sostenible.
De hecho, ya se está probando con éxito en nuestra ciudad. La inundación de 2025 y el temporal de 2023 demostraron la urgencia de incorporar soluciones urbanas capaces de responder a los desafíos climáticos.
En este contexto, la implementación de techos verdes en Bahía Blanca aparece como una alternativa sustentable que también implicaría un cambio profundo en la manera de concebir y proyectar la ciudad.
Diversos ensayos realizados en la UNS confirmaron la eficacia de la tecnología de esta opción constructiva como solución urbana sustentable a la problemática ambiental, según indicaron investigadores del Centro de Recursos Naturales Renovables de la Zona Semiárida (UNS-CONICET).
Un sistema instalado en el octavo piso del edificio de 12 de Octubre y San Juan resistió sin inconvenientes tanto el temporal de diciembre de 2023 como las fuertes lluvias del 7 de marzo de 2025, demostrando su capacidad de mitigar los efectos de efectos climáticos extremos.
“Los resultados muestran beneficios ambientales significativos: reducción de la temperatura de la losa del edificio hasta 15°C en verano, disminución de las fluctuaciones térmicas día/noche, reducción del flujo de calor entrante que genera un efecto de enfriamiento que incrementa el confort interior en verano, mientras que en invierno contribuye a conservar la temperatura al evitar la pérdida de calor de la calefacción”, indicó la doctora Agustina Gutiérrez.
Estos techos utilizan siete especies nativas cuidadosamente seleccionadas por su adaptación al clima local y un sustrato liviano compuesto principalmente por materiales inorgánicos como puzolana y perlita, que garantizan buen drenaje y reducen la carga estructural.
Dicha tecnología, ampliamente difundida en ciudades como Buenos Aires y Córdoba capital, se adapta ahora a las condiciones de nuestra región por un proyecto de investigación iniciado en 2021 por el Laboratorio de Fitotecnología del CERZOS, dirigido por la citada Gutiérrez y el doctor Pablo Marinangeli.
La instalación cuenta con riego automático que se ajusta de manera estacional para optimizar el consumo de agua y está continuamente monitoreado con sensores térmicos y una estación meteorológica.
“El sistema retiene hasta un 45% del agua de lluvia, reduciendo la escorrentía y el riesgo de inundaciones. Las especies nativas elegidas no solo toleran mejor las condiciones semiáridas de la ciudad, sino que también capturan más CO2 que las especies exóticas que comúnmente se emplean, potenciando la capacidad de los techos verdes para contribuir a la regulación térmica. Además mejoran la calidad del aire reteniendo partículas en suspensión y aumentan la biodiversidad local. Estos resultados consolidan a los techos verdes como una alternativa innovadora y eficaz para avanzar hacia una ciudad más tolerante y sostenible”, señaló Gutiérrez.
“Al integrarse en diferentes tipos de edificaciones, esta tecnología transformaría la infraestructura urbana en un sistema más armónico con el entorno y con capacidad de resiliencia frente a eventos extremos, generando un impacto ambiental positivo y tangible en la vida cotidiana de sus habitantes. Si se sumaran más, los techos verdes dejarían de ser una experiencia aislada para consolidarse como una estrategia colectiva de sostenibilidad que beneficiaría a toda la comunidad”, sostuvo la investigadora.
El ensayo del edificio de 12 de Octubre y San Juan cuenta con una estación meteorológica que registra en tiempo real los parámetros climáticos locales, y con sensores térmicos ubicados en la losa del edificio, lo que permite comparar su eficacia térmica.
Se monitorean diversos indicadores, incluyendo la capacidad de captación de CO2 y la retención hídrica (con colaboración de especialistas del Instituto Argentino de Oceanografía, la eficacia térmica (con colaboración del Departamento de Ingeniería) y otros parámetros de desempeño ambiental (con colaboración del Departamento de Geografía y Turismo).
Las especies son nativas son siete: Senecio cerathopylloides, Phyla nodiflora, Sphaeralcea mendocina, Margyricarpus pinnatus,Grindelia brachystephana, Nassella tenuissima y Poa lanuginosa. La especie restante es una exótica comúnmente utilizada en techos verdes del mundo: Sedum reflexum.
“Esto es una tecnología, no es que es un cantero. Tiene siete capas de impermeabilización y es imposible que se pase la humedad. Lo que hace es ayudar a que en estos casos no se nos deterioren los componentes de un techo común con una loza desnuda”, detalló Gutiérrez.