Bahía Blanca | Sabado, 08 de noviembre

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El Paso Urbano, metáfora del país

La obra está llamada a convertirse en una rémora por siempre. Adecuar el proyecto e interesar a privados parece ser un camino a seguir.

Lo ocurrido con el ambicioso proyecto de construir un paso urbano en la RN 33 no dejan de ser una metáfora del país. Una obra faraónica, sin fondos asegurados, sujeta a los vaivenes políticos y económicos y finalmente abandonada.

Una nota publicada por este diario el domingo último pintó un claro panorama de situación: once kilómetros de obra librados a su suerte, en el cual se van sumando lagunas, basurales y zanjas.

El lugar es de por sí una ciudadela de hormigón, un intrincado diseño que necesita de 11 puentes,  ubicada en un sitio estratégico de conexión vial.

Ocupa el primer tramo de la ruta nacional 33, atraviesa el inicio de la ruta nacional 35 (hacia la provincia de La Pampa) y concluye en la zona del barrio privado Bosque Alto.

En el trayecto se pasa por el acceso a la Sociedad Rural, el hotel y la estación de servicio del Automóvil Club Argentino, la Verificación Técnica Vehicular, las intersecciones con las calles Castelli y Zelarrayán y la avenida Alem y el acceso al complejo de la FISA, entre otros sitios.

Un lugar de intenso tráfico, especialmente de camiones cargados con destino al sur del país y a lugares turísticos patagónicos durante todo el año.

Durante dos años y con una inversión que en 2023 era de 17.000 millones de pesos (50 millones de dólares en abril de aquel año), se llevó adelante la obra más importante que la Dirección Nacional de Vialidad desarrollaba en la Argentina.

La obra nunca pudo encontrar su ritmo. Inicio, paradas, suspensiones, misterio. La llegada de Javier Milei a la presidencia puso punto final a su ejecución, restando un 60% de ejecución, aunque cada día que pasa hay sectores que se empiezan a dañar.

Se asegura ahora que el proyecto original ha sido dejado de lado y que se analizan alternativas viables, sostenibles, con un adecuado margen de factibilidad.

Un camino es interesar a privados por su concesión y que aporten el dinero necesario para dar forma a los trabajos.

Lo cierto, lo único verdadero, es que hoy el sector es intransitable, peligroso, un peligro y una clara muestra de cómo planificar mal las cosas.