"Me hubiera gustado poder disfrutar más de todo este camino", dijo Ramiro Aguirre
Con 41 años volvió a jugar y celebró el ascenso con Barracas. Movilizado, decidió continuar, ahora en Argentino, y hasta se dio el gusto de compartir cancha con su hijo.
Ingresó en La Nueva Provincia en 1995. Trabaja en la sección Deportes y fue colaborador en Regionales y Locales de este mismo medio. Se especializa en básquetbol. Formó parte del staff de la revista Encestando y Zona de Básquet durante 10 años. Tuvo experiencia en el programa Radial Contrabásquet, en Radio La Red.
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Ramiro mantenía la rutina diaria laboral y familiar, con el básquetbol como una simple distracción. Se mezclaba en algún picón o cuando lo inscribían en un equipo de Maxi Liga.
Era, de todos modos, el deporte que lo había marcado, con un recorrido que lo llevó hasta Italia, durante siete años. Parte de su historia escrita, en la que no aparecía ninguna página en blanco por llenar. Eso consideraba él. Hasta que recibió un llamado.
“Cuando me propusieron sumarme a Barracas sobre todo me gustó la idea del grupo. Había tenido alguna otra propuesta, pero nada me tentaba, si no era Napostá o un caso particular así con amigos, nada me movilizaba”, reconoce.
Lo cierto es que aceptó el desafío de Matías Martínez, por entonces jugador de Barracas, y del entrenador Emiliano Menéndez, dos conocidos de Napostá, para sumarse en el inicio de 2024 al equipo que venía jugando en Segunda.
“Era probar, auto evaluarme para ver si estaba a la altura, y si respondía, aprovecharlo. Y así fue, por un período corto”, recuerda.
Claro que todo esto sucedió sin imaginar lo que vendría después.
“Salió mejor de lo esperado”, confiesa Ramiro.
Desde el día que dio el ok a la fecha vivió casi todos momentos lindos y hasta inesperados: ascendió con Barracas en una inolvidable final, demostró su capacidad de juego con 41 años y el miércoles compartió cancha con Rómulo, uno de sus hijos -de 14 años-, que sigue los pasos de él, al igual que Brunela, de 9.
Con toda esta inyección anímica, el martes debutará oficialmente con la camiseta de Argentino en el torneo de Segunda.
“Surgió lo de Argentino, donde tengo la cercanía como en su momento con Napostá, en la diaria de ir a los partidos de los chicos y demás. Era una oportunidad que no quería dejar pasar. Y esto de poder jugar junto a un hijo –recuerda- lo viví con Maurito Campaña, cuando jugó con Tomy. En ese momento me parecía algo totalmente lejano. Yo tenía 30 años. Así que ahora lo disfruté al máximo”.
-¿Estás disfrutando de otra manera?
-Sí, lo tomo como con fecha de vencimiento. Cada entrenamiento es uno menos, ya no es pensar “no sé dónde voy jugar el próximo año”. Por más que un día uno está más cansado, cuando se toma el compromiso de entrenar todos los días, lo tiene que hacer como el resto de los chicos.
-¿En qué notás más el paso del tiempo?
-Una vez que llegás, paveas un poco con los chicos y entrás en calor, ya está. Sí te pesan las patas (sic) y si antes corría 40 minutos a 180, ahora puedo hacerlo durante 25 y a 90. Pero uno trata de compensarlo con las canas, je.
-¿Fue un revivir el volver a jugar y ahora, encima, darle continuidad?
-Fue impensado completamente, nunca me había replanteado haber dejado de jugar, porque fue en pandemia, me había operado la rodilla...
-Te facilitó el retiro.
-Exacto, era fácil decir chau. El básquet me encanta, siempre me mantuve cerca del deporte y me gusta entrenar, pero lo de Barracas nació impensadamente. Después, seguramente, el hecho de haberme sentido cómodo, el haber hecho bien las cosas, el resultado positivo y la sorpresa ganando la final con El Nacional, me dieron la continuidad para jugar estos cuatros meses, de lo contrario, le hubiera puesto un moño y chau. Ganar nos gusta a todos.
-¿Volviste a disfrutar de algo que ya te habías olvidado?
-El competir a mí me gusta. Yo no me divierto jugando un rato, puedo ganar o perder y no pasa nada, pero ir y jugar a tirar a la carga barraca a mí no me divierte, prefiero jugar por un asado al ping pong. Estaba necesitando esto, me gusta y es un desafío.
-¿Este desafío es diferente a lo que afrontaste?
-No sé si diferente, sí que lo afronto de manera diferente. Sé que podemos ganar, también perder, pero lo hago disfrutando mucho el día a día. Me gusta ir un rato antes al club, charlar con uno, con otro, entrenar, hacer movilidad con César (Massa)... Sé que estoy siendo parte de lo que será un recuerdo dentro de cuatro meses.
-¿A través del tiempo se le da más valor a eso?
-Sin dudas. Cuando uno es chico quiere ganar o si pierde pretende tener revancha.
-¿Qué ves cuando mirás hacia atrás?
-¿Qué veo...? Uyyy, un montón de entrenamientos, partidos y, sobre todo, amigos. Es una frase hecha por grandes deportistas, con Manu a la cabeza, pero lo que te queda es eso, porque un trofeo más o menos no cambia. Lo aprendí de grande lamentablemente.
-¿Te quedaron cosas pendientes con el básquet?
-Uno siempre va a querer ganar un partido más o un título más, pero creo que, lamentablemente, uno aprende de grande que eso no es todo. Me pasó con Napostá de salir campeón en 2018, perder la final en 2019 y no haber disfrutado de ese año como el anterior. Creo que cada vez se va inculcando más a los chicos el aprender a disfrutar de los procesos y el crecimiento, y no solo de un logro o un título al final. Me hubiera gustado haber disfrutado más de todo este camino.
Ramiro nació en Buenos Aires, donde vivió hasta los 14 años cuando se radicó en Puerto Madryn, por motivos familiares.
Ahí comenzó a jugar en Guillermo Brown y después lo hizo en Conarpesa, hasta que surgió la posibilidad de venir a Bahía.
“Me dirigía Pocha Coleffi y me insistía que viniera a estudiar a Bahía, que había muchos clubes”, recordó.
Su primera parada fue Pueyrredón, irrumpiendo positivamente en el básquetbol local.
“Nos fue muy bien el primer torneo, el segundo tuvimos altos y bajos”, rememoró.
-¿Qué significó Pueyrredón?
-Fue el club que me abrió las puertas en Bahía. Estuve dos años y medio, y fue el inicio y mis primeros amigos. Llegué a mitad de año, estaban últimos, quedamos terceros y zafamos del descenso. Deportivamente fue muy lindo ese primer tramo. Me trataron bárbaro, después tuvimos encontronazos como en cualquier actividad que me derivaron en Napostá. Hoy tengo amigos de la época de Pueyrredón que son dirigentes del club y siempre que tenemos la posibilidad nos saludamos y nos vemos. Si tengo que poner en la balanza, 99 a 1.
-¿Y Napostá?
-Lo tengo más presente, más allá del título y la parte deportiva, porque estuve siete años. Sé que es un lugar donde tengo las puertas abiertas para ir, comer algo, ver un partido, me van a recibir con los brazos abiertos.
En medio de estos dos clubes Ramiro vivió siete años en Italia.
“Deportivamente me fue muy bien –apunta- pero siempre con el techo, desde lo reglamentario, que no te permitía crecer, algo que hoy se liberó bastante. Fue una experiencia más que pude vivir”.
-Si bien los tiempos cambiaron y antes emigrar era más aventura, ¿qué significó en tu carrera y qué le dirías a un chico que pretende hacerlo?
-Varios chicos me han preguntado y más que haberlo tomado como parte de una carrera, para mí fue una experiencia de vida. El hecho de un crecimiento personal. No había whatshapp en esa época, para entender lo grande que estoy, je. Si hubiese habido WhatsApp, me hubiera quedado un poco más. Era otro mundo. Por eso, con los que hablo les digo que lo analicen, lo disfruten, después puede salir mejor o peor, estar a la altura de las expectativas que tenías o no. Pero es un cuadradito más que tachaste para cuando tengas 40, 50 o 60, algo que otro por ahí no tuvo la posibilidad de hacerlo.
-¿Haber aceptado la propuesta de Barracas fue otro cuadradito que tachaste?
-Exacto, je. Salió lindo y más allá del resultado, que fue fantástico por el entorno, el partido cinco, porque mis hijos pudieron acompañarme, por la relación con los chicos que no conocía, creo que personalmente gané más por ahí que por la parte deportiva.
-Y qué loco lo de Barracas, porque prácticamente no tenían un lugar físico donde entrenar ni juntarse.
-Es que ningún club pasó por lo que pasamos nosotros. De tener que pedir canchas prestadas, entrenar 40 minutos donde conseguíamos y la realidad es que todos íbamos con ganas porque queríamos estar juntos. Íbamos, la pasábamos bien; el aura esa de los Martínez (Matías y Sebastián) que llevan para todos lados la alegría interna es muy contagiosa y pudimos ir superando los obstáculos que tuvimos en el camino.
Así llegó hasta acá Ramiro. Su desafío pasa por seguir disfrutando lo que le da el básquetbol, más allá de ganar o perder. Cuando sienta lo contrario, recién será el momento de despedirse. Por ahora, la edad no cuenta. Es un pibe más...
Pacífico, primero
Pacífico se quedó con el cuadrangular que organizó Argentino, al vencer en el duelo de ganadores a Villa Mitre, por 96 a 92.
Como saldo negativo, el partido estuvo demorado por un golpe que sufrió Alejo Blanco, quien debió ser trasladado a un nosocomio para su atención.
En tanto, por el tercer puesto, 9 de Julio derrotó al local, por 79 a 68.