Bahía Blanca | Martes, 24 de junio

Bahía Blanca | Martes, 24 de junio

Bahía Blanca | Martes, 24 de junio

Bahía Blanca, fin de año

Termina un ciclo y comienza otro. Pasa en las personas, en las familias, en las ciudades. Un círculo interminable que nunca mantiene iguales sus formas.

Foto: Emmanuel Briane - La Nueva.

El calor se hunde, pesado, sobre el asfalto. Es diciembre y todavía no llegaron los días más sofocantes, que están a punto de amontonarse hasta su repentino cambio allá por abril o mayo, cuando vuelvan a enrollarse las bufandas con aroma a cajón.

Los chicos despiden el año en los clubes. Fútbol, básquet, hóckey, rugby, patín. Vida. En las tribunas, el recuerdo panzón de las hazañas pasadas.

En parques y plazas, mate y cubanito, tratando de ignorar al viento. Pronto, en el Maldo, algún jugo para cambiar el sabor de la sal en los labios. En la esquina del barrio, humo y cerveza. En Alem, pizza, pinta y esas raras papas nuevas.

Es temporada alta de ciclovías y caminatas reductoras, ahí donde haya algo de verde. Outfits cuidados, al cuerpo, con menos inhibición que en otras épocas para mostrar las imperfecciones de la piel.

Una banda ensaya en un garage en la frontera entre el macrocentro y Pedro Pico. Los años no todo lo trastocan, a pesar de la musiquita zumbona de los celulares adolescentes yendo del examen recuperatorio al kiosco.

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Se vienen las primeras salidas al boliche en la ciudad balnearia cercana, las primeras previas interminables que no tienen después.

¿Hasta qué hora es necesario ponerme protector si voy a la pileta?

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Cenas con los amigos, los compañeros. Silencio atento para escuchar las anécdotas del temporal. "Yo por suerte zafé bastante, pero a mi vecino el árbol... a mi primo lo agarró en el auto con los nenes... mi cuñada, pobre, estaba en Bahiense y...".

Llega Nochebuena. Abundancia, regalos, choque de cristales. De Universitario para el norte, perfumes con clase, ropa clara, sandalias, bebés con moños y velas de citronella en la entrada del patio. De las vías para el sur, bermudas de jean (nacidas pantalón largo de laburo), musculosas, ojotas, un par de tiros al aire y mucho parlante a toda cumbia, sobre todo cuanto más alejados son los rincones, esos donde la Ley no reprime con sus decibelímetros.

Recuerdos de los que ya no están. El arrepentimiento por no haber hecho este año eso que está pendiente. La convicción de que el año que viene, por fin, lo voy a hacer.

Las fiestas este 2024 caen a mitad de semana. Hay dos lunes, jueves y viernes que son un estorbo.

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Cuando yo era adolescente, después de las fiestas, en Bahía no quedaba nadie. Literal. Si andabas deambulando alguna noche con tus amigos por el centro en busca de esos bares abiertos que prácticamente no había, la policía te paraba para pedir documentos. Me pasó varias veces, incluso con amigos venidos de Buenos Aires, que no entendían bien por qué.

"Cortá", le dijo uno a Gonzalo, indicándole que se fuera de inmediato de la plaza del Sol, donde hacíamos nada, excepto fumar un poco. El porteño no entendió el bahiensismo y se quedó inmóvil. Le tuve que explicar.

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Las calles de tierra, miles, nunca son tan toscas como en enero. Las canillas exangües, las algas del dique, el olor a gamexane. Las promesas.

Eso sí, una flamante luz led en la plaza incipiente contrasta con el farol de la otra cuadra. La sociedad de fomento saborea la sensación de pasito adelante.

Es linda Bahía cuando recupera su ritmo de pueblo, un pueblo que no es, pero que tampoco termina de despegar para convertirse en otra cosa. Puerta y puerto, capital del sur, faro de progreso. Nos gusta creer que sí, que va a suceder, que es inevitable. Pero probablemente no. O, mejor dicho, no tanto. Tampoco estamos tan mal, si miramos al resto. Consuelo de zonzo.

Febrero es otra cosa. El tránsito se mueve más, los restaurantes que cerraron la segunda quincena, reabren. Hay algo más de venta en los comercios de barrio, algo más de propina para el artista callejero, para la chica de Alsina y 12 de Octubre que todos conocemos pero nadie sabe el nombre. Marisol. Se llama Marisol.

Bahía tiene muchos personajes que casi todo el mundo conoce, pese a no ser "técnicamente" famosos como Manu o Lautaro. El Chuni de la casita de fiestas, el vendedor de la casa de ropa de Alsina y San Martín, Ángel Jesús con su andador en el centro. "¿Me podría ayudar?", pide con su voz castigada. Dibuja y vende sus dibujos. También señaladores. Es hincha de Huracán. "Que Dios te bendiga a vos y a tu familia", agradece.

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Navidad. Natividad. Suerte es haber nacido en el lugar indicado, con la familia indicada. Es la llama que alumbra todos los condicionamientos.

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A fines de febrero, los últimos días, ya se palpita marzo. En el trabajo se completa la dotación de compañeros, se reacomoda la demanda de bienes y servicios, se discute de fútbol con el campeonato empezado. Siempre a último momento, se compran útiles y uniformes. "Lo que pasa que los chicos crecen, entonces es mejor esperar a la fecha".

Replanificación de horarios, recuperación de las rutinas. Hijos ansiosos por los reencuentros en la escuela, hijos malhumorados por los reencuentros en la escuela. La normalidad.

De todas maneras, para eso falta. Todavía tenemos por delante muchos brindis decembrinos. Les deseo que sean tan felices como soy yo. No fue un año fácil, estuvo lleno de discusiones y no creo que eso se modifique en el futuro inmediato. No es para asustarse, pero es lo que es. 

Piensen qué es lo que consideran realmente importante. Si lo tienen ahí, a mano, disfrútenlo.