Bahía Blanca | Domingo, 28 de abril

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Calle Juan Siches: entre luces y sombras, un paseo para el deleite, el asombro y la nostalgia

La arquitectura es una manera de contar la historia de un lugar. Caminar por Ingeniero White es adivinar un pasado distinto, es maravillarse de una obra singular y asombrarse con gestos y testimonios de otras épocas.

“De lo más original que se ve en el país es esta población de Ingeniero White. Un pueblo de ribera, pero de ribera inglesa. Veo los letreros en las paredes, aquí y allá, shipchandler, bootshop, smokeroom. Sobre estacas que las levantan del suelo se alinean las casas todas iguales, de madera y de zinc, coloradas, verdes y azules, verdes, azules y coloradas. Y todas son cervecerías, billares, botellerías, casas de comida. Un poco Boca y un poco Paseo de Julio, pero más limpio, más quieto, más extranjero”. Enrique Banchs, 1910

 

Es una sensación extraña caminar las calles de Ingeniero White. Entre las modestas (y maravillosas) viviendas de chapa y madera, propias y únicas de un ámbito portuario, conviven edificios de rica arquitectura, con aires italianos, muchas de ellas abandonadas, dando testimonio de un pasado que se ha extinguido y que necesita y puede reinventarse.

Juan Siches es una de esas calles. Unas pocas cuadras para un collage de obras, de negocios, de inmuebles abandonados, de lugares cargados de historia que siguen operativos. Y en el paisaje circundante el perfil industrial, los silos de hormigón, la chimenea que es la torre Eiffel del lugar, las usinas, el aire marítimo, el clima distintivo.

Siches, fines del siglo XIX

Este recorrido lee esa historia a través de la arquitectura, “la historia escrita en piedra”. En este caso también con chapa y madera.

Viviendas que definen un carácter

"Las piedras y ladrillos de una ciudad no solo forman sus edificios, sino que también conservan las memorias de su gente y las huellas del tiempo."  Italo Calvino

Un paseo único

Al ojo de cualquier entendido, las viviendas prefabricadas de chapa y madera que pueden verse en las calle whitenses son parte de un tesoro único. Testimonian un sistema constructivo propio de los primeros inmigrantes, recurriendo a los materiales que usaban los ingleses en sus obras industriales. Obras de rápido montaje, de extrema simpleza, pintorescas. En esa simpleza, en esos materiales, en ese estilo su riqueza patrimonial única.

La vigencia de estas viviendas le otorga a pocas ciudades portuarias del país una fuerte identidad. En general se trata de construcciones con deterioros, producto del paso del tiempo y la falta de mantenimiento, o abandonadas por ser inadecuadas a la vida moderna. Pero sin dudas tienen un valor enorme, que justifica considerarlas y planificar un merecido destino colectivo.

Muchas de estas casas tienen sus aleros terminados con madera calada. La sierra de calar permitió a los carpinteros generar, en forma rápida y económica, figuras geométricas sencillas en tablas superpuestas, logrando motivos que adquieren significado cuando esas piezas se clavan unas junto a otras. Además de decorativo también cumplen la función de reducir la sección de los extremos, dándoles forma de goterones y así evitar la penetración del agua en las fibras comprometidas por el corte transversal.

Típica terminación con madera calada.

El dolor de ya no ser

Entre estas viviendas de arquitectura utilitaria, prefabricadas, levantadas a fines del siglo XIX conviven, como en muchas otras calles,  atractivos edificios de mampostería y revoque, resueltos con estilos italizanizantes, con marquesinas de hierro, con rostros decorando sus frentes.

Fueron durante décadas los grandes y activos comercios de la localidad. De un White diferente en su movimiento, el cual algunos vecinos refieren que comenzó a quebrarse al quedar fuera de servicio la estación de trenes y, sobre todo, con la modernización del sistema de carga de los buques. Esa circunstancia la manfiestan varias construcciones hoy abandonadas, de pasados ilustres.

Un esqueleto nada más

A fines del siglo XIX y principios del XX las naves estaban hasta 15 días en el muelle esperando ser cargadas. Los tripulantes bajaban entonces al pueblo y desbordaban bares, almacenes, cantinas y cabarets. Hombre de múltiples nacionalidades, felices de estar en tierra luego de tantos días de navegación. Hoy la carga y descarga es cuestión de horas y el tiempo de estadía no llega a generar ese mismo movimiento.

Esos edificios dan cuenta de manera contundente testimonio de un pasado distinto, de movimiento, gente, consumo y diversión.

En el medio, su lugar

“Calles huérfanas de pavimento. En materia de edificación impera la casilla de alfajía y latón armado. Una que otra casa a base de mampostería. Las de aquel tipo, con corredor y baranda a la vía pública”. “La Boca de Bahía Blanca”, revista Fray Mocho, 1912

Siches ofrece, como todas las calles de White, una variedad de propuestas. Hay también una ciudad que vive, trabaja y sirve a la localidad con su modernidad y servicios. En esos sitios también la arquitectura maravilla.

Entre esas propuestas hay un estilo que se multiplica en todas las cuadras, que puede sorprender en este lugar pero que ha tenido un importante desarrollo. La referencia es al art decó, producto de los años 20 y 30, pura geometría, emparentado con el glamour al ser la estética adoptada por Miami para sus hoteles, casinos y lugares de diversión, por Nueva York para sus rascacielos emblemáticos –Empire State, Crhysler, Rockefeller center— y Hollywod para sus cines, teatros y vestimenta de las grandes estrellas. En White la presencia de esta forma de diseño es magnífica.

Art decó en pastel
Art decóa al detalle

Otra esquina habla de tiempos distintos, en el mismo estilo geométrico, con la firma de un enigmático Kurt Buska que dejó un vasto legado en la localidad, todo en ese mismo estilo. El edificio mostraba un escudo propio de una repartición oficial. Ya no está, tampoco el balcón, sólo el hierro.

Fuera de este agrupamiento de estilos, formas constructivas y otros componentes, la calle ofrece una variedad adicional de obras para mirar, y disfrutar. Por sus formas, su historia y hasta por su vigencia. Desde la histórica farmacia Morán, pasando por la mítica sede de La Siempre Verde. Una convivencia de vivencias.

Farmacia Británica
La Siempre Verde, un clásico.

Final (antes del bonus)

La variedad arquitectónica, de materiales, usos y estado hace del recorrido de Siches un verdadero paseo. A la admiración en parte, a la nostalgia en otra, a intuir un pasado, a entender un presente a imaginar un futuro.

Ingeniero White en sí es una localidad única en su tipo en el país. Con un potencial turístico enorme. Si ese potencial despertara, con emprendimientos y propuestas, el lugar modificaría radicalmente su fisonomía. Porque además sus habitantes tienen un arraigo y una identidad que sobradamente podría sostener, sin esfuerzo alguno, tan valiosa transformación.

Bonus track

“Los nombres de las calles, plazas, paseos y parques, plasman, no sólo la identidad del lugar donde uno vive (...) sino que además denotan una historia interna de la propia historia local  de la comunidad”. Del Museo del Puerto.

¿Pueden cinco cuadras ofrecer tanta variedad de cosas? Claro que sí. Por eso este album final, adicional. Obras contenidas en el mismo espacio, en la misma calle. Juan Siches. Que se admiran levandanto la mirada, pero también mirando en profundidad, en horizontal y en tiem po. Más allá de estas imagenes adicionales, hay todavía más que vale la pena ver. En el lugar.

Madera, típico material
La fachada y nada más
Un mural del lugar
Contenedor de noches

Siches, el marino

La designación de la calle con el nombre de Juan Siches data de 1908 y rinde homenaje a ese marino que efectuó su labor en nuestras costas a fines del siglo XIX. Con el vapor nacional Corrientes hacía el tráfico fluvial entre Buenos Aires, Bahía Blanca y Carmen de Patagones, conduciendo pasajeros y carga.

Juan Siches

Fotos: Archivo La Nueva. y gentilez Archivo de la Memoria UNS