Montecchia sintió vergüenza, elogió a Richotti y dijo: "Beto, Lito y Polo son los ídolos máximos de Bahía"
El campeón olímpico recordó cómo vivió los inicios de la Liga Nacional y disfrutó desde afuera de "El Partido de las glorias".
Ingresó en La Nueva Provincia en 1995. Trabaja en la sección Deportes y fue colaborador en Regionales y Locales de este mismo medio. Se especializa en básquetbol. Formó parte del staff de la revista Encestando y Zona de Básquet durante 10 años. Tuvo experiencia en el programa Radial Contrabásquet, en Radio La Red.
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En la previa al “Partido de las glorias” el Chino Zulberti le dijo que había elegido la número 6 él; Fefo Ruiz y Willie Scott, los principales protagonistas de la noche, lo abrazaron y reconocieron; Richotti lo distinguió, Espil y Montenegro, como el resto del Casanova, inmediatamente se pusieron de pie para ovacionarlo.
“¿A mí...? Me da vergüenza”, tiró por lo bajo, mientras se levantaba a buscar la distinción que se hacía extensiva a Manu y Pepe.
“¿Para qué te creés que te invitaron?”, le preguntó Javier, su amigo, sentado a su lado.
Fue sobre el final de la noche, especial por cierto, diferente para todos, incluido él, que si bien no paró de sacarse fotos y firmar autógrafos, por momentos se le mezcló el Alejandro Montecchia de Bahiense del Norte con el campeón olímpico y subcampeón del Mundo.
Detrás de la actual figura reconocida, estuvo el pibe que creció mirando a los que volvió a ver después de mucho tiempo. Fue un permanente ida y vuelta en el tiempo.
—Ale, ¿por momentos te sentiste como cuando eras chico?
—Y, en parte sí. Generalmente iba a la cancha con mi viejo. En la época que jugaron Willie y Fefo tenía 14/15 años.
—¿Tenías preferencia por alguno de los tres equipos de Bahía?
—Y... Sí, por Pacífico.
—¿Era Pacífico o era Marcelo el que te movilizaba?
—Era Pacífico y también Marcelo, porque me sentía identificado, era el base que me gustaba ver. Me encantaba cómo jugaba, el carácter y todo lo que imprimía en la cancha.
—En esa época integrabas selecciones de Bahía y Provincia, ya después llegó Argentina. ¿Querías ser cómo Richotti?
—Me encantaba todo: ver el partido, el ambiente, la cancha llena, escuchar los relatos de Coleffi y Santiago; una cosa increíble... Y uno soñaba con poder llegar a estar ahí en algún momento.
—Todo eso lo trasladabas a lo terrenal, te creías Richotti o Willie Scott corriendo, Fefo Ruiz tirando...
—Sí, je, tal cual... Era sorprenderse, ver a Fefo como una máquina de anotar y la manera en que sacaba foules; era ir a putear a (Luis) Oroño cuando quería defenderlo... ¡Era contagioso, je! Ibamos a la cancha por más que uno no fuera hincha de Estudiantes o Pacífico y hasta cantaba las canciones... Era algo espectacular. Además, no había otra manera de verlo que no fuera en la propia cancha. Y al otro día era ir al club y contar lo que uno había visto. Se trataba del evento de la semana.
—También, en ese descubrimiento de la competencia, era enfrentarse contra potencias del momento y en cada noche medir qué nivel de oposición tendría el equipo de la ciudad.
—Claro, como dijiste, era medio un descubrimiento, porque lo que conocíamos de los que venían de afuera era apenas lo que leíamos en Encestando respecto de algunos jugadores. Los veíamos en la foto de la revista y después queríamos verlos en vivo, saber realmente cómo jugaban. Era todo nuevo. Y con el correr de la Liga lo descubrimos, fuimos soñando con querer ser alguno de los que jugaban. Me acuerdo la final Olimpo-Ferro, que fui a ver el entrenamiento...
—¡Claro! Eso también, ir a ver la práctica previa.
—¡Sí! Cuando entró Ferro al Norberto Tomás me chocó la mano (Miguel) Cortijo y estuve una semana que no quería lavármela, je. Y cuatro años después lo estaba enfrentando. ¡Imaginate lo que uno experimentó!
—Viviste la Liga como espectador y cargado de sueños y en poquitos años empezaste a concretarlos. ¿Cómo fue?
—Sí, fue jugar contra todos los que admiraba. Mi primer año en la Liga con Sport fue...
—Un cumple, je.
—Fue así. No podía creerlo. En todos los partidos era encontrarme con jugadores que hasta hacía poco miraba desde la tribuna.
—Y alguno al que también habías insultado, como Oroño, je, je. ¿Supo una vez que fueron compañeros que eras uno de los que le decía algo?
—Con el tiempo le conté, je, je... ¡De movida no!
—Bueno, tampoco iba a sorprenderse.
—Nooo... Estaba acostumbrado. Es más, creo que El Ñato se alimentaba con eso.
—¿Cuándo llegó la chance de ser parte de la Liga, cómo fue el proceso de transformación de ese pibe que iba a la tribuna, jugaba muy bien en divisiones formativas y empezaba a picar en Primera?
—En cierta manera me sorprendió. Me hizo un click después de la convocatoria a la Selección argentina de cadetes. Me mostré. Fue el despegue, porque jugaba en Bahiense del Norte y no me conocía nadie. Ganamos el Sudamericano, jugué bien y cuando llegué a Bahía hubo llamados de San Andrés, Sport... Ahí se me estaba empezando a cumplir el sueño de poder ser jugador de Liga Nacional. Lo de la Selección fue en agosto y yo en diciembre estaba viajando a Cañada porque la Liga empezaba en enero. Rapidísimo. Hubo charlas con mis viejos...
—Contáme eso. ¿Te apoyaron inmediatamente o priorizaban el estudio?
—Ellos siempre me acompañaron. Y cuando empezaron a llamarme tuvimos una charla.
—Esos llamados al teléfono fijo que cuando sonaba se paralizaba la casa.
—Je, je, je... Sí, sí. Así, ¡tal cual!. No lo podía creer. Mi vieja que me decía “te llaman, no sé de dónde...”. Me invitaron a un campus de dos días a Sport y ahí mismo Julio (Lamas) me dijo que me quería en el equipo. Cuando llegamos a Bahía le dije a mi viejo: “Estoy convencido de que puedo jugar y quiero destacarme en la Liga”. Y él me respondió: “Bueno, dale, si vos querés... A mi me hubiese gustado que estudies, pero si es tu voluntad, andá”.
—Justo habías completado el secundario.
—Terminé el colegio y a los dos días vino (Eduardo) Bazzi (dirigente de Sport) a buscarme en auto y nos fuimos. Era buen alumno (en el colegio Don Bosco), pero como había estado un mes sin ir por la Selección, tuve que recuperar algunos temas.
—Y todavía no eras conocido como para que te dieran demasiadas concesiones en el colegio, ¿no?
—¡No! Para nada. El único, Cacho Forgia, de matemática.
—Porque le gustaría el básquet.
—En esa época te evaluaban por objetivos, no por promedios, tenías que aprobar todas las pruebas y cuando volví de la Selección, le dije de rendir y me respondió: “Rajá de acá”, je.
—¿Tuviste algún llamado de Olimpo o Estudiantes?
—No. En realidad hubo un acercamiento de Olimpo cuando yo ya tenía todo arreglado con Sport. Me acuerdo que Marcelo Allende vino a verme y estuvimos charlando enfrente de la puerta de Bahiense.
—¿Habrá sido por inquietud de él o porque lo mandaron los dirigentes?
—La verdad que no sé.
—Marcelo Allende era uno de los que veías desde afuera.
—Sí, obvio. Es más, ¡me asusté cuando lo vi! Je, je...
—Bueno, era un indicio de que ya te estaban mirando...
—Creo que después abrieron los ojos, porque fue un poco raro teniendo dos equipos en Bahía y que ninguno prestara atención a lo que había en la ciudad. Creo que a partir de ahí empezaron a mirar lo que había en los demás clubes.
—¿Es un lunar no haber jugado para un equipo de Bahía?
—A veces lo pienso, hubiese estado bueno. Quedó pendiente...
—Si bien cuando pudiste insertarte en la Liga ya Pacífico no participaba, ¿hubiera sido el equipo ideal para vos?
—Y, hubiese estado bueno jugar en Pacífico.
—¿Ibas a pelearle el puesto a Richotti?
—Ya se había ido...
—Bueno, el sucesor. Qué carga, je.
—Hubiese sido difícil...
—¿Qué significaba para vos jugar de visitante en Bahía?
—Estaba bueno. Yo no tenía ningún sentimiento ni con Estudiantes ni con Olimpo, entonces, quería venir y ganar. Entrar y jugar a cancha llena era increíble vivirlo desde adentro.
—¿Era más complicado el Casanova o el Tomás?
—Y... La cancha de Estudiantes llena... Mierda (sic). Era impresionante. Se hacía notar la gente.
—Y rendías examen ante tu gente, ¿no?
—Venir a Bahía era ir a comer las pizzas de mi vieja, que las extrañaba un montón, y después volver a dormir al hotel con el equipo. Y sí, uno cuando venía siempre quería jugar bien.
—En el “Partido de las glorias” aplaudiste y disfrutaste desde la platea. ¿Te movilizó a pesar de haber sido protagonista de la Liga?
—Por supuesto, porque la época de ellos la viví desde la tribuna. Fue, de alguna manera, volver a esos tiempos.
—A ser el pibe que aplaudía.
—Claro. Aunque me hubiese gustado que la gente se contagiara un poco más cantando como lo hacía en esa época. Recordar, aplaudir como cuando iba a la cancha. Admirarlos por las cosas que hacían, que para mí eran espectaculares, y que me alimentaron el sueño de querer ser como ellos. Fue un poco lo que vivíamos de chicos: primero como Fruet, Cabrera y De Lizaso, y después con la Liga disfrutándola en casa.
—¿Cuánto te alimentaron esas épocas que mencionás, para tener el ADN del básquet?
—El cien por ciento. Todo lo que fui absorbiendo de chico, por lo que me transmitía mi viejo, por ir a la cancha, por leer la Encestando... Todo eso me alimentó a ser jugador de básquet, resultando, como consecuencia, lo que fui.
—Se conjugaba el deporte con la pasión, eso de ponerse una camiseta de la Selección de Bahía, el intentar ganarle a Olimpo o Estudiantes...
—Tal cual. El objetivo de todos los años era estar en la Selección de Bahía y jugar el Provincial. Después tener la chance de jugar en Provincia... Mirá, el otro día encontré una valija y tenía una chaquetilla Topper de Provincia, blanca y celeste. ¡Increíble! Está espectacular. Se la voy a llevar al Museo del Deporte.
—¿Hubo algo que te conmovió en el partido del viernes?
—Me llevé una imagen general, porque a cada uno que estuvo ahí lo recordé en su época de Liga y fue espectacular. Sí es impresionante la vigencia de Raúl López.
—Un ejemplo.
—Sí. Es más, se lo dije: “Nosotros un poco somos consecuencia de lo que fueron ustedes”. Ejemplo de lo que nosotros queríamos ser. Te cuento, (Jorge) Cortondo, que estaba en la cancha, era vecino de mi abuela en Angel Brunel al 700 y yo iba a la casa, lo veía y era algo impresionante. Son leyendas del básquet bahiense y quienes abrieron el camino para que Bahía se convierta en lo que es.
—Entre los homenajes, cuando te mencionaron dijiste por lo bajo: “Me da vergüenza”, lo cual es una frase fiel a tu personalidad. ¿Sos consciente de que la distinción, tanto para vos, Manu y Pepe la dejaron como cierre, por encima de todos? ¿Qué te generó?
—Antes que nada, mantengo que me dio un poco de vergüenza que me pongan último, después del homenaje a Beto, Lito y Polo. Porque para mí son los ídolos máximos de Bahía. Yo nunca voy a ponerme delante de ellos, porque para mí fueron los más grandes. Y el estar ahí fue gracias a ellos. Es lo que yo pienso. Quizá los próximos nos señalen a nosotros y capaz que ahí me caiga la ficha.
Una noche, El Puma volvió a disfrutar como cuando era chico. Así de simple, sin vueltas. Como es él, un verdadero grande.
Fue más que un partido
* Las lágrimas de Hernán Montenegro y el partido que ganó Marcelo Allende
* Todo lo que pasó, desde el robot que trajo a las glorias, al final "cantado" en el Casanova
* Fefo Ruiz: "¡Te juro que lo vi a Beto!", aseguró; Willie Scott: "No hay palabras", dijo
* Varios reconocimientos en el Casanova, con un broche de oro
* En el "Partido de las glorias", el triunfo fue para el básquetbol de la ciudad
* El pasado se hace presente esta noche en el Casanova; ¿Qué recordás de los que van a estar?
* Esteban Pérez y una charla cargada de anécdotas, recuerdos y nostalgia
* Willie Scott está en la ciudad: "Mi sueño es venir a dirigir a Bahía"
* ¡Qué reencuentro!: "Con Willie no nos vimos nunca más", contó Fefo Ruiz
* Jorge Faggiano: "El partido de las glorias", los Estudiantes-Olimpo y la vez que enfrenó a Jordan
* Marcelo Richotti vendrá a Bahía y se meterá en la máquina del tiempo