Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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De noche por el borde del Napostá, entre sauces, puentes y cantatas

La noche cambia el paisaje. Son otras las formas, las luces y las sombras, Caminar unos pocos metros por la orilla del arroyo Napostá es encontrar postales únicas, distintas, desconocidas. Una mirada distinta para un lugar de siempre.

"El camino tiene un ornato natural de las riberas del arroyo, los caprichos de su cauce y los sauces que bordean su orilla", La Nueva Provincia, 1910.

Un recorrido corto, una caminata a última hora del día por uno de los lugares de más convocatoria entre los bahienses para el ejercicio físico, compartir unos mates, para el encuentro ocasional y la charla distendida.

Desde el inicio del paseo de las esculturas hasta el último de los puentes amarillos sobre el arroyo  Napostá.

No hay mucho para ver, se puede pensar, pero sí mucho por descubrir, como si la ciudad se encargara de esconder sus partes, de hacerlas tan comunes que se vuelven invisibles. Hasta que un día, el mismo hombre, la misma mujer, encuentra nuevos detalles. “Nunca el hombre baja dos veces al agua del mismo río”, escribió Heráclito. Porque las aguas corren y cambian, porque el hombre nunca es el mismo.

El último tramo del arroyo antes de entrar al entubado

El arroyo a cielo abierto es ya un aporte distintivo, el tramo que se salvó de ser entubado en esta parte de la ciudad. Las aguas corren turbias pero a la vista, con sonido y movimiento, entre juncos y malezas. La foto muestra su paso por debajo del puente de calle Casanova, histórico paso vehicular, una belleza de diseño que lleva el nombre de su hacedor, el ingeniero Norberto Tombesi. Fue construido por primera vez en la década del 50, con un nivel de calzada que lo hacía inundable con cada crecida del arroyo.

Este carro que lo cruza en octubre de 1967 da cuenta de ese hecho. La imagen muestra, a la izquierda, en primer plano, una máquina que anticipa la inminente construcción del nuevo puente.

El ajustado entubado donde hoy se ubica el Paseo de las Escultura, 1983

Siguiendo el borde del arroyo, con rumbo al parque de Mayo, aparece la sucesión de cuatro puentes de hierro, con pisos de madera y un diseño curvo que genera un punto elevado para disfrutar  del entorno.

Ese paseo, entre Casanova y Córdoba, lleva desde 2016, el nombre de “Paseo de puentes amarillos”, en tributo al cantante Luis Alberto Spinetta, quien compuso, en 1973, la suite con ese nombre, inspirada en parte en la obra del pintor Vincent van Gohg, tan inundadas de ese color.

Uno de esos puentes tiene en su parte inferior una singular lámpara de iluminación, que cuelga de su parte inferior hasta casi tocar al agua. Una cuota de misterio para saber quien y porqué se colocó.

Fuerte Argentino

Cruzando uno de esos pasos hacia calle Fuerte Argentino, de regreso hacia Casanova, es zona de boliches, restaurantes y confiterías. Desde hace al menos dos décadas se discute la necesidad de hacer una calle de emergencia bordeando la vía que permita el rápido acceso de vehículos de bomberos en caso de un siniestro. Nunca se hizo.

Allí aparece un singular diseño para un comercio que, en afán de encontrar obras similares, recuerda al estadio bautizado “El Nido”, de los arquitectos suizos Herzog y De Meuron, sede de los juegos Olímpicos de Beijing en 2008, caracterizado su fachada rodeada de una intrincada red de acero.

A la vera del arroyo, con la posibilidad de tomar agua a gusto y llorando sobre el cauce, se impone la presencia de uno de los varios sauces que dan un toque tan atractivo al paisaje.

Unos metros más adelante, cerca del puente de Casanova, otro boliche que sobre parte de la calle ubicó una tarima de madera con mesas y sillas. Es un legado en parte de la época de la pandemia, cuando estar al aire libre disminuía las posibilidades de contagio.

Cerrando este recorrido, otro espacio gastronómico que, salvando la distancia y el sentido de sus bandas, trae a la memoria un emblemático edificio de Barcelona diseñado por el arquitecto Toyo Ito, un peso pesado de la arquitectura contemporánea. No es que exista punto de comparación entre ambos, es simplemente una similitud a golpe de vista, casi un juego.

Final

Reducido recorrido, rico en lugares, contrastes, arquitectura, árboles y agua. El Napostá a cielo abierto, un borde destinado a paseo, una avenida que se llamó Centenario y luego Urquiza, cuyo sinuoso trazado sigue, respetuoso, el recorrido del vecino curso de agua.