Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Bahía Blanca y las últimas horas de vida de Arturo Jauretche

Las dos charlas que dio en la UNS unos días antes. Por su esposa bahiense ratificaba los vínculos con la ciudad

Testimonio. Arturo Jauretche (izq.), presentado en ocasión de su primera charla, el 20 de mayo de 1974, en la sede de Colón 80. / Fotos: Archivo La Nueva.

Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

  Caía la noche del frío viernes del 24 de mayo de 1974. A punto de abordar el vuelo hacia Buenos Aires en la aeroestación local, algunos pasajeros miraban con curiosidad y simpatía la figura de Arturo Jauretche, destacado hombre de la política nacional, escritor y periodista, quien esperaba abordar el vuelo junto a su mujer, Clarita Iturraspe Vitalini.

   Los acompañaba el rector de la Universidad Nacional del Sur (UNS), Antonio Tridenti, responsable de su llegada a la ciudad, invitado por esa casa de altos estudios para brindar un par de charlas que lo llevaron a permanecer toda esa semana en nuestra ciudad.

   “Espero que vuelva pronto”, le dijo Tridenti.

   “Va a ser difícil, contestó Jauretche; me siento muy cansado. Hice este viaje por excepción, por pedido de algunos amigos”, confesó. Menos de 24 horas después, Tridenti era el primero de los diez oradores que en el cementerio de la Recoleta despidieron los restos de Jauretche.

El hombre

   ¿Quién era Arturo Jauretche? Una de las variadas respuestas la da el historiador Felipe Pigna. “Los argentinos tenemos muchas deudas. Entre las imprescindibles de pagar está el honrar a la gente que nos hizo bien, que nos ayudó a pensar, los esclarecidos que quisieron compartir sus luces con todos porque, si no, sentían que se apagaban. Entre ellos está Jauretche, uno de los más originales pensadores de la Argentina, que ostentaba una irreprochable coherencia, en el pensamiento y en la acción”.

   Hombre del radicalismo de Yrigoyen, uno de los fundadores de FORJA y, luego, funcionario del gobierno de  Juan Domingo Perón, fue ante todo un pensador de lengua filosa y palabras campechanas.

   Jauretche ya conocía Bahía Blanca. La visitó en varias oportunidades por una simple razón: su mujer, Clarita Etelvina Iturraspe, Ñata para la familia, era bahiense y tenía familia en la ciudad. Clarita era nieta de Esteban Vitalini, miembro de una tradicional familia bahiense, llegado con la Legión Agrícola Militar a mediados del siglo XIX.

   Clarita se casó con Jauretche el 20 de septiembre de 1937, frente a un altar levantado en la familia de los Iturraspe en la Capital Federal. Por la novia fueron padrinos Carlos Vitalini y Clara Vitalini de Iturraspe.

Jauretche (izq.) y su esposa Clara Iturraspe (la derecha). Se conocieron en Mendoza en 1928 y se casaron en 1937.

   Ernesto Jauretche, sobrino de Arturo, menciona a La Nueva. que “conoció muy poco de la rama familiar de los Iturraspe”, en parte porque su tío mantenía muy en reserva su vida familiar.

   “Puedo decirle que, efectivamente, Clarita era bahiense y que su familia tenía campos en esa zona. Por eso Arturo viajaba frecuentemente a Bahía Blanca y hasta en una época se le dio por criar animales, negocio en el que no le fue bien”, apunta.

   La familia Iturraspe Vitalini tuvo protagonismo en varias circunstancias. Por caso Blanca, Clara, María Luisa y Esteban Iturraspe Vitalini fueron quienes vendieron a la Universidad Nacional del Sur los terrenos donde, hoy, se ubica el campus de esa casa, en Altos del Palihue.

Sus últimos días

   Aquella última semana de mayo de 1974 Jauretche ofreció dos charlas en la UNS; la primera el lunes 20, la segunda el miércoles 22. Ambas en el salón de actos del rectorado, avenida Colón 80. Las dos a sala llena. El título de su primera exposición fue Introducción a la realidad nacional, el de la segunda Método para el estudio de la realidad nacional.

   Habló de los norteamericanos, de cómo se encargaron de ubicar bien abajo en los mapas a nuestra América del Sur, habló del liberalismo y refirió cómo los primeros habitantes de Bahía Blanca fueron considerados representantes de la victoria de la civilización sobre la barbarie. Para ilustrar la mala influencia de muchas ideas extranjeras aplicadas en el país recurrió a la arquitectura, al referirse a una obra proyectada por el arquitecto Clorindo Testa.

   “El centro cívico de Santa Rosa, en La Pampa, es un edificio orientado hacia el norte, hacia el sol, un sol que sobra en La Pampa, con grandes aberturas que generan un invierno que estremece y un verano caliente. Ese centro cívico es perfecto como parte de un estilo, pero tiene un solo defecto: está en Santa Rosa, en lugar de estar en Copenhague”. De esa manera ilustraba acerca del error de aplicar ciertas ideas y conceptos en economía sin considerar nuestra idiosincrasia.

Jauretche (izq.), con el rector de la UNS, Antonio Tridenti, en mayo de 1974.

   En su última charla refirió que la misma estaba hecha de “sugestiones dispersas”, para que luego cada cual invente “un modo de investigación sobre los temas tratados y desarrolle su capacidad de observación”.

   El viernes 24 de mayo regresó a Buenos Aires. Llegó tarde a su casa, se acostó; cansado. A la madrugada se despertó con mucha fatiga y dolor de cabeza. No quiso despertar a su mujer, se levantó a buscar algo para tomar y se desvaneció. Cuando su mujer se acercó su corazón ya no latía.

   Las fotos tomadas a Jauretche en nuestra ciudad son entonces sus últimas imágenes. Nadie podía imaginar entonces que muchos eran testigos de sus últimas horas de vida.

Frases propias

   “No existe la libertad de prensa, tan sólo es una máscara de la libertad de empresa”.

   “No es posible quedarse a contemplar el ombligo de ayer y no ver el cordón umbilical que aparece a medida que nace una nueva Argentina. No se lamenten los viejos de que los recién venidos ocupen los primeros puestos; porque siempre es así: se gana con los nuevos”.

“En el territorio más rico de la tierra vive un pueblo pobre, mal nutrido y con salarios de hambre. Hasta que los argentinos no recuperemos para la nación y el pueblo el dominio de nuestras riquezas, no seremos una nación soberana, ni un pueblo feliz”.

   “Los argentinos apenas si tendremos para pagarnos la comida del día. Y cuando las industrias se liquiden y comience la desocupación, entonces habrá muchos que no tendrán ni para pagarse esa comida. Será el momento de la crisis deliberada y conscientemente provocada (...) No habrá entonces más remedio que contraer nuevas deudas e hipotecar nuestro porvenir”.

   “El que maneja el crédito maneja más la moneda que el que la emite. El que maneja el crédito maneja más el comercio que el que compra y el que vende. El que maneja el crédito estimula determinadas formas de producción y debilita otras; el que maneja establece qué es lo que se ha de producir y qué es lo que no, y maneja por consecuencia el consumo”.