Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Pascual tiene una “bolsa” cargada de recuerdos

Pietracatella fue el primer presidente de la Bolsa de Cereales de Bahía Blanca. Pasó gran parte de su vida trabajando y enseñando.

Foto: Pablo Presti-La Nueva.

   Como lo hizo toda su vida, cada minuto que transcurre es un minuto de aprendizaje para él. Cultivó su mente con sabiduría y la desparramó por cuanto rincón le dieron cabida.

   Pascual Ángel Pietracatella sigue siendo esa persona amable que atiende los llamados y disfruta de los recuerdos. La niñez como futbolista en el club Bella Vista, su primer trabajo como cadete en la firma cerealera de David Goldberg (por entonces en Colón 46) y, más tarde, se dio el gusto de trabajar en La Nueva Provincia y de tener compañeros de la talla de Armando Pensado y el “Rulo” Medina, a quien consideraba un amigo, al igual que Norman Fernández, con quien compartía información estando ya en la Bolsa de Cereales.

   “Fui el primer presidente, es un halago enorme. Siempre me gustaba conocer cómo trabajaban, compartir momentos con gente avezada. Pasé por todos los peajes (risas)”, dijo Pascual, quien se encamina a superar la barrera de los 90 años –los cumplió el 20 de febrero- con una lucidez asombrosa.

   “Cuando estaba en la Junta Nacional del Granos había compañeros que usaban guardapolvo blanco y tenían por costumbre tomar café; todo eso, a mí, me daba calor. No me gustaba aparentar en nada, aunque era curioso y dedicado, me acercaba a los tipos que sabían”, señaló Pascual, quien, además, ejerció durante gran parte de su vida como docente en la escuela de Perito Recibidor de Granos y dos veces ejerció la presidencia del club Napostá.

   El primer empleo lo formó profesionalmente, su carrera se fue forjando en la Junta Nacional de Granos y tiene el honor de ser pionero en la Cámara Arbitral de Cereales.

   “Fui el primero que juré los precios de Cámara. Sabía las reglamentaciones. Había un lindo grupo con ganas de progresar”, contó.

   “Para la Bolsa y Cámara habíamos elegido otro espacio físico, en Las Heras y San Martín. Pero perdimos por un voto y luego se adquirió el terreno donde está actualmente. Nos juntábamos y ni siquiera teníamos una máquina de escribir”, señaló.

   “Los primeros profesores que trabajaban con los recibidores no tenían una reglamentación. Todo empezó a reglamentarse por ley en 1935 y diez años después se creó la Junta de Recibidores, donde se utilizaban nuevas técnicas. Anteriormente se trabajaba con valores empíricos. Otra institución que funcionó muy bien fue la Junta Nacional de granos”, remarcó.

   También trabajó como corredor de granos y viajaba a Buenos Aires a codearse con gente instruida.

   “Era gente de la Bolsa de Buenos Aires donde hice muchos amigos. Al principio fue una lucha, porque Buenos Aires defendía su patrimonio; cuando se inició la Cámara le empezamos a quitar terreno, nos expandimos a gran parte de la provincia de La Pampa, llegábamos al norte de la Provincia de Buenos Aires e, incluso, hasta Venado Tuerto, en Santa Fe”.

   Remarcó que jamás incursionó en política pese a tener muchos ofrecimientos.

   “No iba ni loco. Es una rueda, un día te dan y otro te quitan; las diferencias nunca conducen a nada”, dijo.

   Cumplió dos períodos de mandato como presidente de la Bolsa y por cuestiones reglamentarias no podía seguir.

   “Prometí estar presente para este aniversario. Voy a conocer ese monstruo que se ve espectacular, un edificio que concentra a todo, incluyendo a los acopiadores”, señaló.

   

Seis presidentes tuvo la Bolsa de Cereales, Oleaginosos, Frutos y Productos de Bahía Blanca en sus 40 años de existencia.Ellos fueron Roberto Oviedo (1981 a 1982 -interino-); Pascual Pietracatella (de 1982 a 1986); Carlos Sosa (de 1986 a 1990; de 1993 a 2003 y desde 2016 a la actualidad); Osvaldo Stegman (de 1990 a 1993); Carlos Dumrauf (de 2003 a 2005) y Abel Di Meglio (de 2005 a 2016).

   -¿Una vez lo premiaron con un viaje que duró un mes?

   -Sí. Un premio sensacional, debo un agradecimiento especial para la firma Dreyfus y al señor Casali, que siempre estuvo pendiente de mi. Junto a mi señora recorrimos Miami, Canadá y terminamos en Rusia, un viaje hermoso que disfrutamos mucho. 

   “En Estados unidos me dijeron si me quería quedar, pero yo no hablaba inglés. En una conferencia entre amigos dije que no, que si me quedaba hacía un desastre total (risas). Había terminando de dar una charla sobre la actividad en el puerto en una reunión que se hizo allí y quedaron encantados, de ahí la propuesta, pero no la podía aceptar”, manifestó.

   Don Pascual sigue refugiado en su hogar de calle Caronti, donde atesora numerosos recuerdos y despunta el vicio de seguir creando pelotas de trapo para regalar a "quién se la pide", porque forma parte de su otra pasión.

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