Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

Demuelen una de las casas más antiguas de la ciudad: Yrigoyen 178 (1906-2018)

Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

La ciudad nuestra de hace un siglo sigue desapareciendo. Cada uno de sus testimonios de piedra sigue resignando su lugar para liberar la tierra que contendrá otro tipo de obra, acorde con la modernidad de los tiempos.

Es el momento ahora de la casona de Yrigoyen 178, una de las más antiguas que se podían ver en el centro.

Fue construida en 1906, cuando la calle Yrigoyen todavía se llamaba Buenos Aires, cuando Bahía Blanca tenía 30 mil habitantes y el tranvía a vapor recorría sus calles.

Es el mismo año en que salieron a remate los primeros terrenos en Villa Mitre y Villa Bordeu, cuando los obreros que levantaban el palacio Municipal alcanzaron la altura final de la torre.

De frente asimétrico, la vivienda de bajo estaba adornada con molduras curvas sobre sus ventanas, con la estética heredada del barroco.

Sobre la doble puerta de madera al zaguán se ubicaba una singular ventana circular, aportando un poco de luz natural de ese tradicional espacio de la casa.

En el remate una cornisa y, sobre ella, la tradicional balaustrada "repartiéndose el cielo", según supo describirla Jorge Luis Borges.


Gentileza Archivo de la Memoria de la UNS

Formaba parte de aquella ciudad de principios del siglo XX y se destacaba entre sus primeras casas de buena arquitectura, con revoques símil piedra y artesanal ornamento.

Las van borrando del paisaje urbano a golpes de martillo, disimuladas detrás de pudorosos cercos de chapa.

Darán lugar a un nuevo edificio en altura, de resistente estructura de hormigón armado, ajeno a la escala de la cuadra. Obras nuevas que aspiran a ser eternas, como seguramente lo imaginó el que hace 112 años colocó los ladrillos que hoy vuelven a verse, secos y vencidos, reducidos a escombros.

 

Quiero la casa baja,

la casa que enseguida llega la cielo,

la casa que no aguante otros altos que el aire.

(...)

quiero la calle mansa

con las balaustraditas repartiéndose el cielo

y los buenos zaguanes rogados de esperanza.

 

Jorge Luis Borges