Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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La chica que promete seguir sonriendo

A Melanie le detectaron un tumor y nunca se preguntó por qué a ella.

Melanie con su familia / Fotos: Gentileza familia Cornejo

Por Belén Uriarte / buriarte@lanueva.com

   De probarse el vestido para sus 15 a ponerse la bata y el gorro quirúrgico.

   De hacer y entregar las tareas en clase a mandar el material por WhatsApp.

   De pasar tardes enteras con amigas a contar las últimas noticias por videollamadas.

   Todo en tan solo 7 meses.

   El diagnóstico de un tumor maligno en su pierna izquierda y la noticia de una operación de urgencia tumbaron la rutina de Melanie Cornejo. Pero no se llevaron su fortaleza. Ni su constancia. Ni su sonrisa.

   Cumplió 15 años en septiembre de 2017. Y en abril de este año supo del cáncer.

   —¿Por qué a ella? Si es el ser más bueno de la Tierra —se repetía a sí misma Carina.

   —¿Para qué? —se preguntaba Juan Manuel.

   Cuando sus padres empezaban a caer, surgió la nena. Entera. Los vio tristes. Y les dio aliento.

   —Todo va a salir bien. Por algo Dios hizo que pase esto —les dijo.

   Melanie no piensa en Melanie. Entra al quirófano, pone su cuerpo, se somete a los estudios…

   —Todo el tiempo nos enseña cómo seguir adelante y qué cara ponerle al asunto —destaca su papá.

   —Es más fuerte de lo que yo pensaba —agrega la mamá.

   A Melanie la operaron y le pusieron una prótesis en su pierna. Si bien el dolor disminuyó y ya no tiene que tomar constantemente Paracetamol e Ibuprofeno, se siente molesta cuando llega la hora de los ejercicios: flexionar la pierna no es fácil.

   Va al Hospital Italiano del barrio de Almagro de Buenos Aires en silla de ruedas. Se lo recomendaron dos traumatólogos bahienses. Y sus papás debieron luchar bastante para que Ioma y SOSUNS cubran su tratamiento.

   Melanie cuenta que el Italiano es hermoso.

   —Siempre está limpio. Y tanto los doctores como las enfermeras me reciben muy bien.

   Va a pasar 8 meses en Buenos Aires, con una rutina de tres días de quimioterapia y 21 de descanso. 

   Melanie ya preparó su mente para lo que viene: hace unos días pasó por la peluquería para cortarse y teñirse el pelo. Intenta que el impacto sea menor.

   Los Cornejo están todos en Buenos Aires: Melanie, sus hermanitas Sol y Catalina, papá y mamá. Cerca del hospital, para bajar un poco el estrés.

   —Antes de esta enfermedad, teníamos todo perfecto y no nos dábamos cuenta. Vivíamos en la rutina del día a día, del trabajo, del hacer más, pensando en lo que nos faltaba tener y no disfrutábamos cada día con ellas [por sus hijas] —recuerda mamá Carina.

   Juan Manuel intenta ser fuerte.

   —Se puede. Se puede porque hay un montón de gente que ayuda. Mucha más que familiares y amigos. Gente que ni conocemos. A nosotros nos ayudó muchísima gente que pasó por situaciones similares.

   Entre esa gente está la familia de Nicolás Iubatti, un futbolista bahiense que tuvo la misma enfermedad y luchó mucho para que su obra social le reconozca el tratamiento.

   —Uno ya tiene una carga demasiado grande cuando se entera de la enfermedad de un hijo. Y encima después, tiene que ocuparse de la parte burocrática —lamenta la mamá de Melanie.

   Llegar a una ciudad tan grande como Buenos Aires con un problema de salud no es fácil. Fue la mamá de Nicolás la que asesoró a Carina en todo momento. Por eso, el eterno agradecimiento.

   La escuela de Melanie y el grupo de Guías al que perteneció hasta hace un tiempo dieron una mano con el dinero que necesitaban los Cornejo para el alquiler del departamento porteño. También familiares y amigos.

   Los papás de Meli hicieron una promesa: “Haremos que Bahía conozca a San Peregrino”, protector de los enfermos de cáncer. A él le confiaron la recuperación de su hija.

   Melanie hace rato que no ve a sus amigas. Se contactan con extensos audios y videollamadas por WhatsApp. Así, la distancia duele menos.

   —Pronto volveremos a estar juntos.

   Por ahora disfruta de su familia y estudia. Está en cuarto año de Arte y Literatura de la escuela Media Nº 30 del barrio Pacífico de Bahía.

   —Mis amigas me mandan la tarea por WhatsApp, yo la hago y después se las mando por mail. O le digo a mi abuela que la imprima y se las dé [...] Ahora van a empezar a venir unas maestras al departamento —cuenta.

   Melanie no le tiene miedo a nada. Y nunca se pregunta por qué a ella. Es más: se compró el libro ¿Por qué no a mí?, que escribió un chico que se recuperó de leucemia.

   A través de la lectura, intenta descubrir el “para qué” de su enfermedad.

   No la asustan ni los estudios ni escuchar sobre quimioterapia ni los rayos.

   Solamente le preocupó no poder ir al Encuentro Nacional de la Juventud en Rosario —lo organizó la Pastoral Argentina en mayo de este año— ni poder asistir a la misión de invierno en la localidad bonaerense de Salazar, a 300 kilómetros de Bahía.

   Melanie es misionera. Conoció la Iglesia Católica por sus abuelos: cuando era chica la llevaban a misa y a ella le encantaba. Después pasó por Catedral y San Roque, donde conoció a Jorge, el sacerdote indio. Integró el grupo de Guías y llegó a San Cayetano para participar del Grupo Misionero. La invitó su amigo Juani Murillo en 2016.

   —Me encantó ir a misionar, charlar con los demás… Había algunos viejitos que vivían solos y se notaba que necesitaban hablar.

   Cuenta que le enseñaron a ser solidaria y asegura que su sueño es que nadie viva en la calle. Dice que siempre hay una posibilidad para ayudar. Y esta enfermedad es una: le permite ponerse en los zapatos del otro y transmitir esperanza.

   —A los que están en la misma situación que yo les diría que confíen en Dios y sigan para adelante, que todo va a salir bien.

   Melanie no se olvida de los que la acompañan. Dice que de ellos saca fuerza. Y asume un compromiso.

   —Les prometo que voy a seguir con todo siempre para adelante, con una sonrisa.