Bahía Blanca | Lunes, 29 de abril

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Un club que no pierde “La Esperanza” de trascender el anonimato y crecer

Funciona a menos de 10 cuadras del centro, pero pocos lo conocen. Fue fundado el 12 de octubre de 1932, cerró sus puertas en 2007 y lograron recuperarlo en 2013. Un historia de lucha.
Desapercibida, pasa la sede del Club La Esperanza a muy pocas cuadras del microcentro bahiense.

Pablo Andrés Alvarez

palvarez@lanueva.com

Quizás pases por su propia puerta y no notes que allí funciona un club, por más que lleve 54 años en ese sitio y esté a no más de 10 cuadras del microcentro bahiense.

Así podría comenzar la historia del Club La Esperanza, que desde 1962 tiene su sede en Fitz Roy 643.

Fue fundado el 12 de octubre de 1932, pero se estima que recién se estableció en ese lugar hace 54 años, cuando la familia Vita donó un amplio terreno, de más de 800 metros cuadrados, para que allí funcionara una entidad deportiva.

Los vaivenes de una institución pequeña, nacida en inmediaciones dominadas por Estudiantes, Independiente, Olimpo y Barracas Central, lo hicieron prácticamente desaparecer en 2007.

Pero resurgió.

En 2013, un grupo de amigos, liderado por Sebastián Barisone, se propuso recuperarlo. Aunque el camino no fue sencillo. Ni mucho menos lo es actualmente.

“Si el principio fue difícil, la actualidad es aún más”, resume Sebastián Barisone, de 34 años, colaborador de la comisión directiva encabezada por Diego Biaufort.

Una historia a pedazos

Pese a que los registros, tanto contables como libros de actas, desaparecieron, Sebastián pudo rastrear la fecha de fundación y recuperar la personería jurídica, aunque actualmente está luchando por escriturar las instalaciones y obtener la habilitación municipal.

“Este era un club para gente de clase media alta. Acá se juntaban para compartir momentos y jugar a las bochas, que era el deporte de la época. Por lo que nos contaron algunos vecinos, en los primeros años, la sede era ambulatoria y acá sólo estaba la cancha de bochas. Hasta que en 1962, la familia Vita donó el terreno y entre todos los socios fueron levantando estas instalaciones”.

En la recorrida sorprende la amplitud de los espacios, ya que su ingreso tiene poco más de 5 metros, pero luego se va ensanchando, hasta llegar a casi 25, a lo que se suman los 55 que tiene de fondo.

“La entrada era de más de 20 metros, pero en un momento crítico, una de las comisiones directivas decidió vender de un lado y del otro y también el espacio aéreo. ¿Resultado? Quedó un ingreso muy pequeño a lo que funcionaba como cantina”.

Precisamente, la cantina fue el primer dolor de cabeza que tuvo Sebastián y compañía cuando decidieron involucrarse para recuperar el club.

“Mi llegada al club fue casi de casualidad. Tenía un dinero ahorrado y estaba buscando un lugar donde invertir para levantar una cancha de fútbol 5. Me comentaron de este lugar y vinimos a verlo”.

Lo que era un simple negocio terminó siendo una verdadera pasión.

“Estaba todo abandonado. Lo único que funcionaba era la cantina y el cantinero ni siquiera dejaba entrar al que fuera último presidente del club. Así y todo, nos propusimos dejar de lado el proyecto inicial, focalizado en lo comercial, y recuperar la función social de la entidad”.

La mayor parte del ahorro de Sebastián se fue en una suerte de “indemnización” para el cantinero. Ese fue el primer paso.

"Una vez adentro, hubo que limpiar y también ponerse a realizar las tareas administrativas. Por suerte, la personería jurídica no estaba caída y pudimos reactivarla”.

Hubo que conformar una comisión directiva, escogida por socios. Más de 30 personas se afiliaron para poder lograrlo, pero Sebastián quedó inhabilitado por su trabajo en una mutual.

El presente

La cancha de fútbol 5, debajo de un tinglado en buen estado y donde también funcionara la de bochas (fue una actividad muy fuerte en la década del '40 hasta los primeros años de la del '60), era de tierra.

“Llenamos más de 20 contenedores con carretillas para sacarla. La primera inversión fuerte fue hacerle una carpeta de cemento para que pueda usarse para distintas actividades”·.

Pero la realidad indica que los chicos no saben que allí funciona un club y que es difícil acercarse a la oferta deportiva de las otras instituciones deportivas cercanas.

“En 2014 firmamos convenios con un par de ellos, pero lamentablemente no funcionaron. Tuvimos buena voluntad, pero nos encontramos con mucha mezquindad de la otra parte. Estábamos dispuestos a prestar nuestras instalaciones, pero no a ser sucursales. Por ello, la intención en 2017 es arrancar con actividades propias, enfocándonos en deportes no tan tradicionales y anexarle algunas actividades culturales y educativas ”, explicó.

Actualmente, en las remodeladas instalaciones de Fitz Roy practican sus actividades los equipos de hockey y fútbol de DUBa y también el propio de futsal, que lidera el certamen de la Asociación Bahiense.

“Los chicos del futsal se autosustentan, porque no estamos en condiciones de pagarles ni el agua que consumen. Así que hacen rifas y cenas para pagar sus gastos, mantener la cancha y poder jugar. Hacen de local en esta cancha”, comentó.

Más trabas

Las cenas, debido a las constantes quejas de un vecino, debieron quedar de lado, cerrándose así una fuente de ingreso.

“Además del salón que era usado como cantina, también tenemos un quincho muy lindo, con parrilla y asador, pero no los podemos alquilar porque un vecino nos denuncia permanentemente. Ni siquiera las reuniones de comisión directiva podemos hacer acá si terminan muy tarde. Por eso estamos tramitando la habilitación municipal, aunque sufrimos trabas de todos lados”.

--¿Reciben subsidios?

--Por cobijar a los chicos de DUBa nos dan 3.000 pesos mensuales, que es lo único que percibimos. Hace un tiempo el municipio nos prometió un subsidio para reformas, pero no se concretó. La idea es lograr un club que se autofinancie, pero es muy difícil si no tenemos ingresos. Hoy por hoy, no sabemos cómo vamos a pagar las boletas de gas cuando lleguen.

“Tenemos la intención de iniciar una campaña de socios, pero somos conscientes que debemos brindarles algún servicio. Actualmente 30 personas pagan la cuota social, obviamente contando a los miembros de comisión y a sus familiares directos”.

–¿Te arrepentís de haberte involucrado?

--No me arrepiento, pero hay días que me cansa tanta burocracia. Avanzamos un paso y retrocedemos cinco.