Bahía Blanca | Lunes, 30 de junio

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Ideas pendulares

Por Tomás I. González Pondal Todos, en alguna oportunidad, hemos visto un reloj de péndulo. Gracias a tal dispositivo, que funciona como oscilador armónico, es posible medir el paso del tiempo. El movimiento pendular de tales aparatos va de derecha a izquierda como una apacible danza equilibrada. Sin tal vaivén no habría hora en los aparatos que se sirven de él para su funcionamiento. En razón de lo anterior, y por analogía, con frecuencia uno encuentra pensamientos pendulares. Son aquellos que van de un lado al otro, ora sosteniendo una idea, ora sosteniendo lo contrario de la misma. Y al modo en que el movimiento pendular sirve para dar la hora, las ideas pendulares no sirven más que para arrojar confusión, desequilibrio y contradicciones mentales.


Por Tomás I. González Pondal





 Todos, en alguna oportunidad, hemos visto un reloj de péndulo. Gracias a tal dispositivo, que funciona como oscilador armónico, es posible medir el paso del tiempo. El movimiento pendular de tales aparatos va de derecha a izquierda como una apacible danza equilibrada. Sin tal vaivén no habría hora en los aparatos que se sirven de él para su funcionamiento. En razón de lo anterior, y por analogía, con frecuencia uno encuentra pensamientos pendulares. Son aquellos que van de un lado al otro, ora sosteniendo una idea, ora sosteniendo lo contrario de la misma. Y al modo en que el movimiento pendular sirve para dar la hora, las ideas pendulares no sirven más que para arrojar confusión, desequilibrio y contradicciones mentales.




 Puede caerse en las ideas pendulares por simple mal formación intelectual o también por deliberada traición a la fidelidad de principios que no admiten contradicción. En todo caso, se elige precisamente como principio supremo y rector de la vida, el estar de un lado o del otro según lo requiera el momento, la circunstancia, la vivencia ocasional o el fin buscado. Entra aquí entonces tanto la afamada frase del sofista Protágoras: "El hombre es la medida de todas las cosas", como la no menos famosa expresión del ladino Maquiavelo: "El fin justifica los medios". Hasta, si se quiere, puede contarse entre las anteriores aseveraciones la del actor y humorista Julius Henry Groucho Marx: "Estos son mis principios, y si no les gustan tengo otros."


 


 La oscilación de ideas puede deberse igualmente a una deliberada toma de posición de la persona frente a las situaciones que se le presentan, o también por inseguridad, apocamiento de carácter, temor, miedo, cobardía, que hace que uno modifique su forma de ser, pensar o actuar, por tener en cuenta el qué dirán, por dejarse avasallar por el pensar ajeno.


 


 Ideas como "tu verdad y mi verdad ambas valen", podría llegar a tener cierta razonabilidad en temáticas donde el punto en discusión no tiene mayor trascendencia. Por caso, una controversia política donde se discute la conveniencia de levantar un hospital público en tal sitio o en tal otro; aquí hay dos pareceres distintos que recaen sobre un mismo objeto. Pero es inadmisible la validez de "tu verdad y mi verdad", cuando lo que está en juego es de máxima trascendencia, cuando no admite término medio, cuando es blanco o es negro.


 


 Un hospital aquí o allá puede no modificar nada. Pero no puedo sostener la validez de la licitud de matar al indefenso niño en el vientre materno y a la vez sostener la ilicitud de tal matanza. Al violador, bajo ningún concepto y sin la más mínima distinción admisible, se lo puede condenar a muerte para, verbigracia, la legislación local. La idea queda fija de un solo lado sin posibilidad de oscilación: "Aquí se rechaza totalmente --y sea cual fuere la circunstancia y gravedad delictiva--, la pena de muerte al violador". Sin embargo, con la indefensa criatura en gestación, la vara es distinta. Siendo también persona ¡e indefenso!, se admite contradictoriamente la posibilidad de matarlo si la circunstancia lo requiere.


 


 Podríamos enumerar muchos casos más --matrimonio, divorcio, fin de la vida, sexualidad, etc.-- donde lo expresado en anteriores líneas es de perfecta aplicación.


 


 Cuando el péndulo de un reloj comienza a fallar, ocurre primeramente que la hora no será bien dada y, finalmente, el reloj dejará de funcionar. En lo social, cuando ganan las ideas pendulares, comienza primeramente el reinado de la confusión, para luego finalizar en el caos total y el estancamiento embrutecedor.






 Tomás Ignacio González Pondal es abogado; reside en Buenos Aires.