Bahía Blanca | Miércoles, 24 de diciembre

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BRASIL/MARANHAO UN DESIERTO JUNTO AL MAR

En el nordeste de Brasil está el único desierto del planeta cuyas arenas se transforman en lagunas de agua dulce que la lluvia forma junto al mar. En los "lencóis" de Maranhao --en portugués, sábana--, no existe la quietud. Cuando llega el tiempo de las lluvias tropicales y el agua se descuelga impiadosamente sobre el gran desierto, las dunas altísimas quedan atrapadas, inmóviles.





En el nordeste de Brasil está el único desierto del planeta cuyas arenas se transforman en lagunas de agua dulce que la lluvia forma junto al mar. En los "lencóis" de Maranhao --en portugués, sábana--, no existe la quietud.












 Cuando llega el tiempo de las lluvias tropicales y el agua se descuelga impiadosamente sobre el gran desierto, las dunas altísimas quedan atrapadas, inmóviles.


 Es entonces cuando surgen millares de lagunas de agua dulce y se produce la gran metamorfosis.


 La vida retorna y, con ella, los peces, los crustáceos y las tortugas marinas; los nativos explican que los huevos quedaron enterrados en la arena de este raro desierto, que emerge en pleno litoral rodeado de bosques.


 La naturaleza formó allí el único delta en mar abierto de América y el mayor banco de corales latinoamericano.


 El agua, la gran dadora de vida, transforma el desierto en un oasis, hasta que llega el rigor de la sequía y las lagunas se evaporan lentamente.


 Sólo quedan las dos más grandes, tercas resistidoras de vientos y oleajes.


 Para llegar a la Lagoa Bonita hay que cruzar el río en balsa y recorrer por un camino de arena un trayecto de dos horas en camioneta.


 Si la idea es llegar al estanque natural, hay que animarse a trepar a una duna de cuarenta metros de altura, sólo con la ayuda de una cuerda.


 Más fácil es llegar a la Lagoa Azul, donde la gente se reúne al atardecer para contemplar la puesta del sol. El momento en que el astro amarillo se hunde en el mar y un enorme aplauso celebra ese tránsito.


 La arena, ya liberada del agua, forma de nuevo las dunas inquietas que la gente llama "morrarias".


 El ciclo natural se cierra, pero las lagunas verdes y azules, que desde el aire parecen oasis, regresaran a Maranhao.


 Los "lencóis" abarcan 70 kilómetros de costa atlántica y se adentran 50 hacia el interior del continente. Desde el aire ese paisaje terrenal semeja una inmensa sábana blanca, que le da su nombre al Parque Nacional de los Lencóis Maranhenses.


 En este mundo mutable también los guarás cambien plumas blancas por rojas, debido a su ingesta de cangrejos, que torna el plumaje de las aves en rosado suave hasta alcanzar un rojo intenso.


 Hay dos opciones para adentrarse en este desierto; una de ellas es caminando, siempre con un guía porque es muy fácil desorientarse y la otra navegando por el Preguicas, el río que lo atraviesa.


 La navegación se inicia en Barreirinhas y en el trayecto se pasa por el faro de Mandacaru, de 35 metros de altura y por los pequeños "lencóis" que se levantan a orillas del río.


 Y, también, por una sucesión de pueblitos, como Chaval, hundido entre piedras enormes, y por la Isla del Amor y su incierta leyenda del enamoramiento repentino.


 Ya en las fronteras del parque, se puede recorrer los manglares habitados por almejas, cangrejos y muchísimos pájaros.


 Este lugar es uno de los mejores de Brasil para el avistaje de aves, especialmente de los codiciados "Macarico" y "Trinta-réis".


 Cuando el desierto se inunda, sus habitantes se dedican a la pesca y en la seca se van a trabajar a las plantaciones cercanas.


 Muchos de ellos recalan en Caburé, un pequeño y pintoresco pueblo de pescadores que está en la desembocadura del río Preguicas.


 Maranhao es el quinto mayor estado de Brasil y un paraíso de la ecología y la naturaleza.


 Claro que también es la contagiosa alegría de sus fiestas populares.


 La principal es la de "bumba-meu-boi", en la que confluyen las culturas de tres razas: la negra, la europea y la indígena.


 Para algunos una celebración que roza lo sagrado y lo profano, al igual que las diez fiestas anuales que se realizan en las casas de culto africano.


 Lo imprevisto, lo que surge espontáneamente, cualquier día y en cualquier lugar, es la sensual danza del "tambor de crioula".


 Para verla y disfrutarla hay que ir a Maranhao.

CORINA CANALE

LA CERCANA JERICOACOARA










 El diario estadounidense "The Washington Post" la eligió como una de las diez playas más bellas del mundo y la catapultó a la fama planetaria. Una fama que se profundizó cuando el lugar siguió siendo un apacible pueblo de pescadores, a 300 kilómetros de Fortaleza, la capital del estado de Ceará.


 En esas cálidas tierras habitaron los indios Caeté, llamados "los amigos del viento", que adoraban esa comarca dominada por los alisios.


 Jeri, como la llaman los nativos, es la joya del Parque Nacional de Jericoacoara.


 Allí está la famosa colina "Serrote", de 93 metros de altura, donde se halla la Pedra do Frade, una rara formación rocosa que el mar esculpió durante siglos.


 Allí, también, se libraron las luchas que enfrentaron, en el siglo XVII, a los indios Tremembé con los conquistadores portugueses, holandeses y franceses.


 En su calle principal, la Rua do Forró, nombre de la música típica del nordeste brasileño, la danza se instala todos los fines de semana.


 Por allí está el Bar del Forró, construido con madera y techos de palma, pero sin vidrios ni ventanas, para que lleguen las frescas brisas atlánticas.


 Una cerveza helada, un plato de camarones empanados o en forma de brochette, son ideales para culminar un día de playa, de prácticas de windsurf o de simples paseos en buggy, los vehículos oficiales de las arenosas calles de Jeri.




TIPS


El clima

El período de lluvias abarca de enero a junio. El resto del año es de sequía. La temperatura promedio asciende a 30 grados centígrados.

Una maravilla

El Parque Nacional de los Lencóis Maranhenses abarca 300 kilómetros cuadrados y está ubicado entre los municipios de Barreirinhas y Primeira Cruz.

Distancias


Barreirinhas forma parte del Parque Nacional y está a 272 kilómetros de Sao Luís, la capital estadual y la única de Brasil que lleva el nombre que le legaron los ocupantes franceses.


70


kilómetros de costa atlántica abarcan los "lencóis" y se adentran 50 hacia el interior del continente.